BMCR 2024.01.23

La Théorie épicurienne du vivant: l’âme avec le corps

, La Théorie épicurienne du vivant: l’âme avec le corps. Les anciens et les modernes - études de philosophie, 54. Paris: Classiques Garnier, 2023. Pp. 490. ISBN 9782406141372.

El campo de estudio del epicureísmo se ha visto beneficiado recientemente por esta importante contribución de Giulia Scalas, dedicada al examen del ser vivo y su psicología en el sistema de Epicuro. La estructura del libro está conformada por una lista de abreviaturas, una introducción, tres partes centrales subdivididas en capítulos –con sus correspondientes secciones menores–, y las indicaciones finales: un anexo, una vasta bibliografía y tres índices, de autores, de conceptos y de contenido.

Como señala la introducción, la investigación adopta una perspectiva fisio-psicológica de la biología epicúrea. Es decir, aclara que el análisis se focalizará en las condiciones mecánicas de producción, (auto)conservación y reproducción de la vida, sobre la base de elementos inanimados, los átomos. Hasta el momento, el estudio del ser vivo –inescindible para los epicúreos del examen de la psyche–, ha sido mayormente supeditado por los investigadores del epicureísmo a los aspectos que sostienen los propósitos éticos de la doctrina (la epistemología, el atomismo, el libre albedrío, entre otros). Sin embargo, la articulación de los discursos que existían en la materia hasta la fecha[1] y la revisión de todas las fuentes epicúreas, peripatéticas y democriteas existentes –incluido un papiro considerado epicúreo y que la autora atribuye, por primera vez, a la fisiología–, contribuirán al objetivo de Scalas: la plasmación de una verdadera teoría epicúrea de lo que tiene vida (théorie épicurienne du vivant). A tal fin, el criterio metodológico es innovador, pues, para profundizar sobre la interrelación entre el alma y el cuerpo y evitar conclusiones que suelen atentar contra su noción unitaria –como la jerarquía ontológica de una sobre el otro o la separación tajante de sus funciones–, considera clave el estudio de los fenómenos vitales (la sensación, el pensamiento, la nutrición, la locomoción, el sueño, las imágenes oníricas, la respiración, el deseo sexual y la procreación). Este enfoque enriquece los debates históricos acerca de la cuestión alma-cuerpo, concentrados, por lo general, en las características de uno y otro o, de manera desarticulada, en algunos productos de su interacción, por ejemplo, los deseos, las emociones y la voluntad.

La primera parte del trabajo, “L’âme et le corps, la doctrine de l’âme d’Épicure”, examina los criterios que permiten la vida y su organización autónoma. Por lo tanto, revisa en profundidad la teoría psicológica del Jardín, partiendo de todos los testimonios conservados. Al interior de la escuela, principalmente, aborda los parágrafos 63-67 de la Carta a Heródoto, algunos pasajes del libro XXV del Peri Physeos y el primer tercio del tercer canto del De rerum natura (confirmados por registros de Demetrio Lacón y Diógenes de Enoanda). Por fuera de la escuela, la evidencia de Plutarco y del doxógrafo Aecio. El análisis de la doctrina del alma de Epicuro y Lucrecio se desarrolla mediante secciones separadas, permitiendo una interpretación genuina de cada una de las fuentes. De la Carta a Heródoto observa la noción corpórea del alma, la correspondencia recíproca entre el alma y el cuerpo (συμπάθεια), el fenómeno de la sensibilidad, y el contenido del escolio al parágrafo 66, que destaca por su alusión a la teoría de la bipartición del alma (racional e irracional). El libro XXV del Peri Physeos, ubicado en una fase más avanzada de la teoría, por las complejidades que acarrea su estado fragmentario, solo ofrece algunos indicios acerca de la composición atómica del alma, su capacidad perceptiva y las consecuencias en la conducta humana. La extensa sección dedicada al De rerum natura, por el contrario, exhibe de manera sólida el intento de Lucrecio por exponer la sustancia y las funciones que comparte la unidad alma-cuerpo. Son diversos los puntos analizados: la independencia funcional –pero no ontológica– del alma respecto al cuerpo; la bipartición funcional –pero no sustancial– de animus (racional) y anima (irracional); la interacción o consensus entre estas partes anímicas y el cuerpo; y el papel fundamental del cuerpo como condición sine qua non para la unidad de la estructura psíquica (conformada por la mezcla de aura, uapor, aer y la materia sin nombre). De los muchos comentarios lúcidos de estas secciones, la hipótesis de que las funciones del animus y el anima no solo se diferencian por su ubicación (el primero, aislado en el pecho; la segunda, dispersa por el tejido corporal), sino también por su densidad atómica, constituye, creemos, uno de los aciertos del libro.

La segunda parte, “La psychologie d’Épicure entre héritages démocritéen et aristotélicien”, reconstruye la teoría psicológica de Demócrito a partir de la crítica que le dirige Aristóteles. A su vez, contrasta este testimonio con el de Teofrasto y otros autores posteriores. La estructura del primer capítulo se basa en la caracterización anímica que el estagirita observa en el filósofo de Abdera: el alma está compuesta por fuego o calor; el alma provoca el movimiento del cuerpo; el alma y el intelecto son la misma cosa. Más allá del tono polémico advertido en Aristóteles, la autora considera fiable su testimonio y presta especial atención a dos puntos que repercutirán con fuerza en Epicuro. Primero, trata la teoría sobre la proporcionalidad uno a uno (“en damier”) de los átomos del alma y del cuerpo, cuya paternidad democritea se verifica también en Teofrasto y Lucrecio. Desde esta perspectiva, la sensación se produce porque cada átomo del cuerpo es animado por cada átomo de alma. Y segundo, indaga la concepción monista del alma, que identifica alma (ψυχή) e intelecto (νοῦς), indistinguibles local y sustancialmente, aunque diferenciados por sus facultades (la sensación y el pensamiento). Según el estudio, el monismo psíquico que se desprende de la crítica de Aristóteles concordaría más con las fuentes antiguas, tardoantiguas y medievales, que con los argumentos a favor de la teoría materialista de la bipartición. Estos últimos se fundamentan en la necesidad de explicar la diferencia entre pensar y percibir –y sus derivados tipos gnoseológicos– sobre la base de una división de sustancia y de localización en el alma. Sin embargo, según Scalas, no hay testimonios que respalden estas conjeturas, como tampoco se evidencian en Demócrito correspondencias directas entre partes, sedes, facultades y actividades psico-corporales.

Por otro lado, la segunda parte del libro revisa en qué medida Epicuro modifica o complejiza su doctrina del alma a partir de las críticas aristotélicas contra Demócrito. Si la correspondencia uno a uno, para Aristóteles, implica la existencia de dos cuerpos en el mismo lugar (como muñecas rusas), Epicuro resuelve la paradoja mediante la teorización de átomos psíquicos aún más sutiles (λεπτομέρεια), que garantizan, a la vez, la hipermovilidad, la συμπάθεια y la difusión por todo el cuerpo. Esta última idea es clara en Lucrecio (3, 370-395), pero Scalas la identifica con mucha lucidez en Epicuro, aludida metafóricamente en el escolio al parágrafo 66 de la Carta a Heródoto, a través del verbo παρασπείρω. Por lo tanto, ante un estímulo externo activado en una región de la piel, el movimiento perceptivo se produce en cadena, de la materia anímica sin nombre (la más sutil) a los átomos más pesados (el calor, el soplo y el aire), para luego pasar al cuerpo, a través del mismo mecanismo (de la sangre, la carne y los huesos, a la médula). Así, mediante este modelo de animación, basado en el equilibrio cuantitativo, la mezcla de los componentes del alma y la proximidad, Epicuro no solo evitaría la noción de “doble cuerpo” y de cuerpo motorizado por el alma, sino también reforzaría la naturaleza unitaria de ambos. La última sección analiza la respuesta epicúrea a la crítica aristotélica contra el monismo de Demócrito. Aquí se sugiere que el maestro del Jardín, para evitar las consecuencias éticas que acarrearía en su sistema la igualdad entre alma e intelecto, habría introducido en el Peri Physeos la distinción local y funcional –y, sobre todo, jerárquica– de animus y anima, ausente en la Carta a Heródoto. Si no fuera así, las sensaciones y las afecciones irracionales se confundirían con el pensamiento y las actividades racionales. Desde el punto de vista epistemológico, estos instrumentos perderían validez como criterio de conocimiento y, desde el punto de vista ético, perdería responsabilidad el individuo. En consecuencia, toda la doctrina se vería amenazada.

La tercera y última parte, “L’âme avec le corps. La dimension psychologique des phénomènes vitaux”, constituye tanto el segmento más original y decisivo del libro como una prueba contundente de su éxito. No solo porque, por primera vez, logra revelar, frente a todas las hipótesis previas, que la verdadera unidad del canto IV del DRN reside en la demostración práctica de las teorías psico-fisiológicas del canto III. Sino también, debido a que termina por situar los fenómenos biológicos y su estudio en la base del mensaje terapéutico de Epicuro. Es decir, una vez entendido el ser vivo bajo la noción de compuesto que dilucida Scalas, cualquier deseo de inmortalidad del alma desaparece, y el individuo puede optar por las herramientas que le ofrecen la física, la epistemología y la ética epicúreas. Esta noción se apoya en dos teorías fundamentales que estructuran el canto III del DRN y que la autora, luego de profundizarlas en las primeras dos partes del libro, comprueba en la tercera, mediante el análisis de todas las funciones vitales que expone Lucrecio en el canto IV. Por un lado, la creencia de que alma y cuerpo conforman una unidad en la que prima la mezcla y la continuidad. Esta unidad es la condición inicial para que se produzcan todos los fenómenos del ser vivo (la sensación, el pensamiento, la nutrición, etc.), a través del movimiento armónico y continuo de sus componentes. Por otro lado, la idea de que el alma (animus-anima) y el cuerpo actúan de manera conjunta y jerarquizada. Desde esta perspectiva, tanto el cuerpo como el anima se subordinan a la actividad del animus, que actúa como principio directivo del ser vivo. Sin embargo, salvo para los mecanismos del sueño y la locomoción, donde el animus ejerce un dominio vertical por sobre el anima y el cuerpo, para el resto de las actividades vitales, en las que el anima y el cuerpo cumplen un papel preponderante, el animus constituye solo una condición de existencia de los procesos psico-corporales. La unidad y jerarquía entre el animus, el anima y el cuerpo, para la autora, confiere coherencia a todo el sistema epicúreo: “les conditions établies et théorisées pour l’unité de l’âme et du corps et pour la distinction fonctionnelle interne, sur lesquelles se fondent l’épistémologie et l’éthique, sont les mêmes qui expliquent le fonctionnement de l’être vivant. Autrement dit, une seule et même conception de l’être vivant explique l’être vivant dans tous ses aspects: biologique, épistémologique, éthique, etc.” (pp. 447-448).

Para finalizar, conviene subrayar que el valioso aporte de Scalas se ve desmerecido por numerosos descuidos editoriales y metodológicos (cfr., entre otros, las notas repetidas de las páginas 38 y 39). La nota 11 de la página 67 precisa que las traducciones de Lucrecio pertenecen a la edición bilingüe de Kany-Turpin (1993),[2] cuyo texto latino se basa esencialmente en los establecidos por Ernout (1920) y por Bailey (1947). Sin embargo, como sucede con otros autores referenciados, las traducciones ajenas a veces se alteran (“traduction modifiée”, “légèrement modifiée”) sin aclarar la naturaleza de la modificación. Cabe inferir que las citas latinas de Lucrecio –el autor más citado del libro– provienen también del libro de Kany-Turpin. No obstante, resultan llamativas las múltiples discrepancias con dicha edición. Solo en la primera parte del libro, de 52 pasajes referidos, 40 presentan diferencias de puntuación, de uso de mayúsculas, de separación del verso, de variantes gráficas –como ‘u’ y ‘v’–, de número de verso y/o de libro y de morfología (errores que se verifican, también, al cotejar las citas con las ediciones de Ernout y de Bailey seguidas por Kany-Turpin).

 

References

C. Bailey (ed.), Titi Lucreti Cari De Rerum Natura libri sex, Oxford, Claredon Press, 1947, 3 vols.

A. Ernout (ed.), Lucrèce, De la nature, Paris, Les Belles Lettres, 1920, 2 vols.

J. Kany-Turpin (trad.), Lucrèce, De la nature, De rerum natura, Paris, Aubier, 1993.

 

Notes

[1] Nos referimos a los aportes de Furley, Canguilhem, Sedley, Pigeaud, Annas, Morel, Verde, Sassi, Jouanna, entre otros.

[2] La autora prescinde de la última reedición de este libro, publicada en el 2021 y mucho más accesible que la de 1993, cuya casa editorial es Aubier, no Flammarion (cfr. p. 457), a menos que se trate de la edición de 1997.