BMCR 2020.09.26

Visiones sobre la lactancia en la Antigüedad: permanencias, cambio y rupturas

, Visiones sobre la lactancia en la Antigüedad: permanencias, cambio y rupturas. Dialogues d'histoire ancienne, supplément, 19. Besançon: Presses universitaires de Franche-Comté, 2020. 294 p.. ISBN 9782848677170. €27,00.

El presente volumen colectivo emerge de las Jornadas Internacionales organizadas en la Universidad de Vigo bajo el título de «Lactancia, cuerpos y sexualidades. Miradas históricas». Dichas Jornadas acogieron sobre todo reflexiones en torno a las fuentes antiguas sobre estos temas, pero también permitieron debatir sobre las condiciones de la crianza en nuestros días desde una perspectiva socio-sanitaria en la que incidieron matronas, ginecólogas y psicólogas, así como personal del «Punto de Atención a la lactancia materna», sostenido por el Concello de Ourense. Una selección de las trece intervenciones referidas al mundo antiguo conforma el volumen dirigido por Susana Reboreda Morillo, sobre «este tema vital en todas las épocas y espacios» –retomando las palabras introductorias de esta directora–, que en adelante se desglosa.

Ordenado cronológicamente, el volumen consta de cuatro partes. La parte 1, consagrada a la prehistoria, tiene un sólo capítulo: «Pratiques maternelles: allaitement et sevrage dans les sociétés préhistoriques». En él, Margarita Sánchez Romero alerta sobre la consideración de las prácticas de la lactancia y el destete como «naturales, inamovibles y universales». Ilustrando casos específicos del Sur de la Península Ibérica en la Edad del Bronce –en especial el de las osamentas infantiles de Motilla del Azuer, Ciudad Real–, Sánchez Romero muestra cómo las prácticas en cuestión resultan de la mezcla de conocimientos ancestrales, de elementos de la cultura material y, en especial, de estrategias de solidaridad que revestían gran importancia social en la prehistoria.

La parte 2 incluye dos capítulos. En «Nodrizas y lactantes en el Próximo Oriente antiguo», Agnès García Ventura y Mª Érica Couto Ferreira presentan una rigurosa recopilación de fuentes iconográficas, sellos cilíndricos y coroplástica, así como de fuentes cuneiformes de carácter administrativo y legal, fechadas entre 2.300 y 1500 a.n.e. El conjunto ilustra sobre la vertiente económica de la lactancia, acercando a dos realidades bien diferenciadas: la de las nodrizas profesionales que trabajaban para la elite y la de las madres cuyos bebés constan como «lactantes» en las listas de trabajadoras. En el segundo artículo de esta parte, «Notes sur le lait des déesses dans l’Égypte ancienne, signification de l’allaitement divin», Mª Eugenia Muñoz Fernández señala con admirable claridad cómo las virtudes reconocidas a la leche materna como fuente de vida se intensifican al tratarse de diosas, pues se consideraba que la leche que éstas propiciaban transmitía sus cualidades específicas. De ahí la importancia que adquiere la iconografía del rey alimentándose de leche divina en los momentos de transición que marcan su existencia: nacimiento, coronación y renacimiento. En el antiguo Egipto, la lactancia divina regenera, vivifica y protege a la monarquía divina, además de legitimarla, concluye la autora.

La parte 3 presenta cuatro capítulos sobre Grecia antigua. En «Allaitement divin: le cas d’Héra et d’Héraclès», Susana Reboreda Morillo estudia el episodio mítico de la esposa de Zeus criando al hijo de una de sus rivales. Los textos referidos a dicho episodio –Diodoro, Eratóstenes y Plutarco– se conjugan con la iconografía de época clásica en la que la edad del héroe varía: Hera puede aparecer amamantando a un Heracles recién nacido, pero también en edad adolescente e incluso como adulto barbudo. El análisis de estas imágenes permite determinar cómo la lactancia reconduce la relación entre Hera y Heracles; relación que, partiendo de una violencia recíproca, deriva en una complicidad que acaba propiciando el ascenso del héroe al propio Panteón.

En «Los pechos de Hécuba», capítulo 2, parte 3, Aida Míguez Barciela contempla la escena de súplica en la que reina de Troya desnuda su mazós o «mama nutricia» ante su primogénito Héctor, desde la perspectiva del vínculo establecido por la trophé o «cría» que los hijos deben a las mujeres. Un vínculo ambiguo, pues protege y, a la vez, amenaza con obstaculizar la realización personal de los varones.Ahora bien, considerando que el primer significado del verbotréphein es «generar», «hacer crecer», la autora se encamina a demostrar hasta qué punto la crianza puede trascender el ámbito «natural» de la lactancia en sí para alcanzar el de la integración de los varones en la polis.

En el capítulo 3 de esa misma parte, «Senos que alimentan la vida y acompañan en la muerte. Cuerpo y feminidad en la Grecia antigua», Mª Dolores Molas Font aborda con agudeza y conocimiento teórico la cuestión de los cuerpos «gendrados» –en términos de Judith Butler– para subrayar la fuerte connotación identitaria otorgada a los senos como distintivo principal de feminidad. Fuentes de erotismo y sensualidad, los senos aparecen ya en la Ilíada como causa de perdición para los varones, pero también de vida, dada su función nutricia. Además, se considera la conexión física del pecho con el tórax femenino, stêthos, como órgano mediante el cual las helenas expresaban la aflicción ante la muerte. Desde tal perspectiva, se destaca el lugar privilegiado que las ceremonias fúnebres habilitaron para el lamento, modo de expresión en el que el gesto de descubrirse los pechos acompañaba al efecto sonoro del lamento femenino.

«Alimentación infantil al margen de la lactancia materna: el hallazgo de biberones en el mundo clásico», es el cuarto título de esta parte. Laura Bécares Rodríguez lo inicia con una erudita presentación de las etapas historiográficas dedicadas a los biberones en cerámica de época clásica, desde los testimonios de coleccionistas y anticuarios hasta el tratamiento especializado de la historia de la medicina, de la arqueología funeraria, de la referida a la infancia y de la antropología. Rechazando la idea de que los biberones fueran puros objetos simbólicos colocados ritualmente en las tumbas, la autora resalta aspectos concretos de los mismos; a saber, cómo, con qué contenido y en qué circunstancias pudieron utilizarse en la alimentación de infantes, cuyo límite de edad ella sitúa en los seis u ocho meses.

En el capítulo 5, parte 3, «Allaitements ‘transgressifs’ dans l’Antiquité gréco-romaine», Giulia Pedrucci se centra en diversos tipos de lactancia que transgreden la norma, entendiéndose por «norma» el amamantamiento de un bebé por una mujer que puede, o no, ser su madre biológica. Demostrando un admirable control del amplio panorama cronológico de la antigüedad, la autora estructura su trabajo con arreglo a tres tipos de lactancia: la que se practica entre un ser humano y un no-humano, la referida a un hombre criando a un niño y la de la mujer que amamanta a un adulto. Mediante este orden se da a conocer tanto la excepcionalidad de las «crianzas transgresoras» como la naturaleza ambigua y liminal de las figuras implicadas en ellas.

La parte 4, dedicada a Roma antigua, debuta con «La Columna Lactaria, las nutrices y la expositio infantil. Lactantes y pietas en la ciudad de Roma», investigación en la que Rosa Mª Cid López reflexiona sobre la expositio como práctica netamente diferenciada del infanticidio, en la medida en que la primera buscaba favorecer la supervivencia del infante abandonado e incluso la conservación de su identidad de origen. Como apoyo a este argumento, se considera en detalle la proximidad entre la Columna Lactaria –identificada hasta ahora como lugar de exposición o abandono de recién nacidos, pero que funcionaba también como punto de encuentro de las nodrizas que buscaban ser contratadas– y el templo de Pietas, cuyos relatos fundacionales apuntan hacia la dimensión compasiva reconocida por el mundo romano a la profesión de nodriza, «madre sustituta» que, en un lugar específicamente señalado de la antigua Roma, bien podía preservar la vida de un expósito.

En el capítulo segundo de esta parte, «Los conlactei en la Roma antigua. Imágenes epigráficas, iconográfica y literarias», Pedro David Conesa Navarro matiza con claros ejemplos epigráficos e iconográficos el reconocimiento acordado a la nutrix por la sociedad romana, así como la estrecha vinculación emocional entre los «hermanos de leche» o conlectai de la que dejó constancia aquella sociedad. En lo referente a las fuentes literarias, Plutarco, Juvenal y Suetonio son los autores más citados para ilustrar el debate romano sobre la conveniencia de amamantar a los hijos biológicos, así como para elucidar esta vinculación especial entre hermanos y hermanas de leche. Célebre encarnación de la misma es la establecida entre Nerón y su conlacteus, Caecina Tuscus, al que impulsó notablemente en la vida política, aunque la relación entre ellos no estuvo exenta por completo de violencia.

«Oficios maternales: la imagen de las nodrizas en la literatura latina», tercer capítulo de la misma parte, presenta en detalle el modelo de nodriza ideal defendido por Sorano, al que se oponen el crítico Cicerón y el también desconfiado Quintiliano. El recorrido de Silvia Medina Quintana subraya la doblez con la que estos pensadores se pronuncian sobre el oficio femenino en cuestión. Por una parte, resalta el reconocimiento obtenido por la función de las nutrices. Por la otra, se descubre la tendencia de los citados autores a cuestionar el saber de las nodrizas, saber transmitido entre mujeres de generación en generación que ellos tratan de sistematizar/usurpar en textos estructurados para mitigar las terribles consecuencias de la mala praxis en esta profesión.

En el capítulo cuarto, «El uso de las esclavas como nodrizas en la Roma antigua. Más allá de la figura simbólica», Carla Rubiera Cancelas accede en primer término a fuentes legislativas y contratos conservados en territorio egipcio para abordar la figura del ama de cría esclava desde la perspectiva de la explotación del potencial nutricio femenino por parte de la elite romana. Esta perspectiva permite trascender el arquetipo, muy atendido por la historiografía moderna, de la nodriza protectora y confidente que bien podía ser recompensada con la libertad tras haber cumplido con su función. El cuestionamiento de dicho arquetipo se enriquece, además, con un convincente análisis de casos de posibles epitafios ofrendados por nodrizas, que sitúan al investigador ante la problemática de lo que podía suponer para la propia nodriza el hecho de alimentar a personas de diferente estatus social.

«La matrona romana y la infancia en los programas alimentarios hasta la dinastía antonina: estado de la cuestión», último trabajo del volumen, recoge la la generosa bibliografía inspirada por la temática de los Alimenta Publica promovidos por el Estado y por evergetas privados a lo largo del s. II d.C. A este esfuerzo de tipo historiográfico, Almudena Domínguez Arranz y Mª del Carmen Delia Gregorio Navarro, suman sus conocimientos de las fuentes literarias y artísticas para poner de manifiesto la aportación de mujeres a estas célebres ayudas a la infancia. Las autoras subrayan también que los legados de las donantes femeninas en modo alguno modificaron la discriminación establecida a favor de los niños varones, quienes fueron alimentados en mayor proporción y durante más tiempo que las niñas.

En definitiva, la sólida documentación historiográfica en la que se basa cada uno de los capítulos presentados visibiliza el interés que sigue despertando en nuestros días el ejercicio de la crianza. Pero lo que el volumen en su conjunto muestra ante todo es cómo las fuentes literarias e iconográficas antiguas, leídas y observadas con oficio, permiten trascender la faceta «natural» de la práctica de la lactancia; o sea, permiten percibirla como inseparable de su relación con las categorías sociales, aspectos económicos y técnicos de cada una de las culturas y etapas cronológicas revisadas. Y ello tanto cuando se trata de madres que crían a sus hijos biológicos, como cuando la responsabilidad se delega en aquellas expertas imprescindibles en el mundo antiguo que fueron las nodrizas, «cuerpos lactantes» que, a su vez, podían establecer, o no, relaciones afectivas duraderas con las criaturas a las que alimentaban.