BMCR 2020.07.22

Breve Guía de la Literatura Griega Desde Hesíodo Hasta Pletón

, Breve Guía de la Literatura Griega Desde Hesíodo Hasta Pletón. Crítica y Estudios Literarios. Madrid: Cátedra, 2019. 506 p.. ISBN 9788437640556. €20,00 (pb).

Quien se dedique a la enseñanza de la literatura griega enfrenta desafíos en buena medida semejantes a los que sustentan y han dado origen al manual que Juan Signes Codoñer propone aquí. Su autor, catedrático de la Universidad de Valladolid y presidente de la Sociedad Española de Bizantinística, sugestivamente lo ha titulado Breve guía de la literatura griega desde Hesíodo hasta Pletón. Clarifica con ello desde el acápite su posición sobre un controvertido tópico, delimitando el confín de la literatura griega antigua (o, siguiendo a Signes Codoñer, de la tradición literaria griega antigua) en torno a la caída de Constantinopla y muerte del filósofo bizantino y maestro de humanistas, Jorge Gemisto “Pletón”. El título resulta provocativo no solo por el nombre del “último de los helenos” —evocación de su parónimo clásico—, sino también por el lugar otorgado a Hesíodo, que desafía el sitial de Homero convencionalmente ubicado en el punto de inicio de la literatura griega. Así, con esta propuesta del todo innovadora, el autor vuelve sobre una cuestión “arqueológica”, sobre la base de una comprensión etimológica del concepto de literatura. Y en consonancia con su campo de experticia, reafirma la continuidad de los presupuestos literarios entre la Antigüedad Tardía y Bizancio, concediendo especial importancia, desde la estructura misma del libro, al sostenimiento de esta hipótesis fundamental que amplía los confines de la literatura griega hasta la Edad Media.

La obra consta de una brevísima presentación, nueve capítulos y dos índices onomásticos (uno de autores griegos y otro de autores latinos); y se estructura en torno a los problemas centrales de la literatura griega: su cronología y periodización (c. I: “Cronología”, pp. 15-59), la lengua y las lenguas literarias (c. II: “Lengua y Gramática”, pp. 61-111), la relación identidad étnica-identidad cultural (c. III: “Identidad”, pp. 113-165), el problema de la oralidad y la escritura (c. IV: “Oralidad”, pp. 167-226), la teoría literaria griega (c. V: “Poética y Retórica”, pp. 227-269), la taxonomía de géneros (c. VI: “Géneros Literarios”, pp. 271-375), la transmisión (c. VII: “Transmisión”, pp. 377-449), tradición y recepción (c. VIII: “Tradición Clásica”, pp. 451-456), y un último apartado sobre las más recientes historias de la literatura objeto de estudio (c. IX: “Bibliografía”, pp. 457-489). Aun buscando la concisión y evitando el detalle, en el desarrollo de algunos capítulos se advierte la especial relevancia concedida a los autores y géneros menos conocidos del período bizantino. Los nombres de estos autores han sido “castellanizados” e incluidos en el índice final con su transliteración del griego, un acierto didáctico a valorar para la citación en lengua hispana. Pese a la vastedad que, como se señala, pudiera representar, se echa de menos para esta guía una bibliografía sumaria final, capaz de sistematizar las citas ineludiblemente dispersas a lo largo de los sucesivos capítulos, o de conformar un conjunto de lecturas “orientadoras” sobre temas comúnmente poco conocidos.

La certeza de que la tradición literaria griega en Oriente fue más larga que en Occidente y más estrechamente vinculada a la identidad de los griegos, y que se mantuvo hasta el Renacimiento sobre los principios de continuidad (formal) y diversidad (de los períodos históricos) se afirma en el primer capítulo y recorre la obra toda. Estos períodos que Signes Codoñer distingue al comienzo (pp. 45-56), y debe redefinir después (p. 380), van desde el s. VIII a.C. (se excluyen el período micénico y Homero) hasta el fin de Bizancio, a mediados del siglo XV. Y aunque hay entre los acontecimientos históricos referenciados inevitables omisiones (como la fundación de Roma, período 1; la batalla de Salamina, período 3; la peste y la muerte de Pericles, período 4), merece ponderarse la síntesis de hechos y autores del período tardoantiguo, protobizantino, bizantino y tardobizantino. La dificultad para clasificar las obras por géneros lleva a Signes Codoñer a proponer para cada período distinciones formales (verso, prosa literaria y prosa técnica), en una división que plantea el problema de los constantes cruces y transiciones intragenéricos, y que se define más bien por una intención orientativa en pos del desideratum de una periodización completa y extensiva de la literatura griega.

El presupuesto de esta guía radica sin duda en la asociación de historia literaria e historia lingüística, lo que lleva a su autor a defender la definición de la literatura griega a partir de su lengua, y a resaltar la complejidad que el elemento lingüístico plantea para un período bimilenario, con situaciones de diglosia (o triglosia: dialectos, koiné y griego aticista). De ahí la necesidad de reconocer más bien una pluralidad de sistemas lingüísticos “griegos”, que responden a cambios diacrónicos, diastráticos y diatópicos distribuidos en diversos períodos.

Signes Codoñer considera importante insistir en los cruces intergenéricos, en el influjo de una literatura sobre la de otro período, y en la convivencia de culturas e identidades en las sucesivas fases del helenismo, para contrarrestar las visiones reduccionistas que han conformado la identidad clásica sobre premisas identitarias estrechas (cf. III). Se desarticulan así ideas anacrónicas como la de una común pertenencia de todos los griegos arcaicos a la misma tradición literaria. A su vez, la panorámica del mundo bizantino le sirve al autor para comprobar que fue esencialmente la literatura griega cristiana la que sirvió de modelo a las naciones emergentes en torno a Bizancio, mientras que los autores clásicos fueron objeto de traducciones y comentarios (no de imitación).

La relevancia de la oralidad en los comienzos mismos de la literatura griega es retomada por Signes Codoñer para analizar su pervivencia en otros períodos donde ha sido claramente menos estudiada (e.g. la escritura imitativa en el mundo tardoantiguo, o la literatura oral efímera del mundo bizantino). De este modo, en el capítulo dedicado a este tema, la relación entre oralidad y escritura discurre por los distintos géneros, en un panorama que revela cómo la escritura fue ganando a la oralidad, primero en la poesía y luego en la prosa, y cuáles causas determinaron la pervivencia de algunos textos poéticos y la pérdida de otros en el proceso de transmisión, atravesado por esta relación entre oralidad y escritura.

Acerca de la teoría literaria griega, Signes Codoñer remarca dos presupuestos erróneos: a) el desconocimiento y la ignorancia de la función poética para los textos en prosa; b) el presupuesto de que la Poética es la disciplina que informa sobre los presupuestos estéticos de la Antigüedad (cuando solo aplicaba a la composición en verso, y la Retórica se ocupaba de la prosa). El autor rescata la existencia de una “Poética oral”, que enseñó a los aedos desde un comienzo a componer sus poemas a partir de un repertorio de fórmulas e imágenes, y es sobre esa Poética que la Retórica griega desarrolló sus consideraciones en la época helenística; en tanto la Retórica evolucionó desde una técnica circunscripta a la oratoria, con función práctica, hasta convertirse en disciplina literaria. A estas consideraciones sobre la importancia de la Retórica obedece su recorrido cronológico, por los autores de tratados retóricos, desde el s. III a.C. hasta Jorge de Trebisonda (s. XV), recorrido cuyo propósito se define por la necesidad de poner de relieve un campo fértil para nuevas investigaciones sobre textos poco conocidos.

La problemática de los géneros literarios (cf. VI), siendo la más comúnmente abordada, continúa siendo hoy una de las más complejas, tanto más en un período extenso como el que se estudia. Para sortear el problema, nuestro autor propone, entre una serie de consideraciones generales, partir inicialmente de un criterio formal (verso vs. prosa), y sobre la base de las taxonomías existentes (Proclo, Máximo Planudes), apelar a una aproximación temática para la clasificación de los géneros, en combinación con otros criterios secundarios, en un intento por ponderar en lo posible el contexto performativo y apreciar mejor la continuidad del proceso de recepción. La indudable condición literaria de la poesía resta obstáculos a la distinción de géneros poéticos en este campo; y es en particular para la poesía bizantina, menos estudiada, que Signes Codoñer se da a la tarea de intentar una clasificación que tenga en cuenta el contenido, la lengua, el metro y el destinatario de los textos, distinguiendo la poesía no litúrgica de la litúrgica (pp. 294-5), en un esquema superador de la tradicional división para este período entre poesía profana y poesía religiosa. El problema más complejo reside, tal como se reconoce, en la distinción de los géneros en prosa de la Antigüedad y el Medioevo. Ello no solo por el problema general de la valoración de estos textos como literarios, sino, además, por la dificultad de encasillar en un único género a los autores post-imperiales, un hecho que ilustra el extenso apartado dedicado a cuatro escritores polígrafos (Plutarco de Queronea, Luciano de Samósata, Focio y Miguel Pselo).

En el proceso de transmisión Signes Codoñer destaca la relevancia de factores fortuitos a la par que deliberados en la conservación de los textos (cf. VIII). Las condiciones materiales de transmisión variaron sensiblemente de una época a otra, y fueron determinantes en el proceso de conservación, lo mismo que el hecho de que estos textos encontraran lectores y público en los períodos sucesivos a su composición. La proporción de textos bizantinos relevados y estudiados sigue reconociéndose como deficiente, lo que confirman estadísticas como las del TLG, que no hacen sino ratificar cómo los modelos clásicos siguieron teniendo una posición privilegiada en la transmisión, y reafirmar que el proceso de transmisión no puede sino valorarse como un continuum.

La prescindencia de las referencias bibliográficas en esta guía se compensa en parte con el capítulo final, donde se exponen por orden cronológico las referencias a algunos de los principales manuales griegos de literatura de los últimos cuarenta años (sus presupuestos, contexto histórico, propósito y contenidos). En este apartado se advierte una vez más la intención de ponderación de la tradición bizantina, lo que lleva en contraste a notar la omisión de algunos estudios generales recientes, como el de Oliver Taplin (2000)[1] o el de Pilar Hualde Pascual y Manuel Sanz Morales (2008),[2] que han ofrecido nuevas perspectivas de la literatura griega. El autor atribuye a las nuevas tecnologías (Perseus, TLG) una repercusión inhibitoria con relación a la mirada global que ofrecen las publicaciones de manuales de literatura (por oposición a los estudios especializados de los Companions). Breva así por un manual que, considerando toda la producción literaria, dé mayor relevancia a la periodización que a los aspectos formales (géneros) como criterio de clasificación.

La guía incluye algunas ilustraciones, fundamentalmente mapas y reproducciones, cuya nitidez y funcionalidad se desdibuja en la impresión monocroma de la edición paperback (e.g. la inscripción de las leyes de Gortina, pp. 384-5). Ni ello, ni algunas erratas tipográficas menores (e.g. “la batalla de Salamina del 380 a.C.”, p. 188; “tempo”, p. 231) van en desmérito de una publicación que se constituye en la primera en su tipo.

La obra destaca así especialmente por su densidad, por su visión comprehensiva de la Antigüedad y la Edad Media, el aporte sobre períodos menos conocidos de la tradición literaria griega y una revisión de los principales problemas que continúan abiertos al debate y la investigación.

[1] Taplin, Oliver (2000). Literature in the Greek World, Oxford: OUP.

[2] Hualde Pascual, Pilar & Manuel Sanz Morales eds. (2008). La literatura griega y su tradición, Madrid: Akal.