El inagotable interés por Alejandro Magno, que se manifiesta en la continua aparición de biografías y estudios históricos dedicados a su figura, no es en absoluto un fenómeno moderno. En el siglo II d.C, un historiador como Arriano de Nicomedia se exculpaba por su falta de originalidad, en el prólogo de su Anábasis de Alejandro, señalando que sobre nadie se había escrito tanto ni con tanta variedad como sobre el conquistador macedonio. 1 En las últimas décadas del siglo pasado se publicaron varias biografías de Alejandro que, por su calidad histórica y sus virtudes narrativas, han alcanzado el estatus de clásicos contemporáneos, como las de R. Lane Fox, P. Green y J. M. O’Brien. En ese mismo período, las monografías de estudiosos como A. B. Bosworth y P. Briant permitieron ampliar nuestras perspectivas sobre la vida y las conquistas de este personaje. A pesar de estos hitos, el aumento en la literatura especializada no se detuvo, pues siguen apareciendo, año tras año, nuevas biografías. M. Beard señaló que detrás de este crecimiento bibliográfico se oculta un notable problema: los estudiosos de Alejandro Magno persisten en querer responder las mismas preguntas utilizando los mismos enfoques teóricos y consultando las mismas fuentes históricas. 2 La nueva biografía que ofrece Naiden presenta la virtud de modificar, si no tanto las fuentes o los enfoques teóricos, al menos las preguntas que se hace sobre el gran conquistador. Esto no da por resultado una visión completamente innovadora, pero sí una perspectiva bastante diferente de la que ofrecen la mayoría de los textos de este género tan complejo que es la biografía moderna de personajes de la Antigüedad.
El autor ha publicado numerosos trabajos sobre temas de religión griega —especialmente sobre rituales de sacrificio o de súplica— pero también sobre historia militar y política de la época helenística. Resulta comprensible que de la suma de sus intereses surgiera un texto como Soldier, Priest and God. En la introducción, plantea claramente su objetivo: ofrecer una biografía de Alejandro Magno desde una perspectiva de la religión antigua, que considere al macedonio no sólo en su condición de líder militar y político sino también como un líder religioso. Señala Naiden las carencias que otras biografías —entre ellas, algunas de las citadas al comienzo de esta reseña— presentan respecto de esta cuestión. Manifiesta además su voluntad de considerar en su biografía también los trabajos de egiptólogos y asiriólogos contemporáneos que, en las últimas décadas, estudiaron en profundidad la política religiosa de Alejandro en Egipto y la Mesopotamia. La introducción permite al autor también aclarar a quiénes está dirigido principalmente este texto y qué usos pueden darle otros lectores: “It is for lay readers, not specialists, but it includes endnotes for those interested in the sources being used” (p. 5). Es con esa idea en mente que debe realizarse una valoración general de este trabajo.
El capítulo 1 se abre analizando algunas cuestiones generales sobre los roles de reyes y sacerdotes en las sociedades del Mediterráneo antiguo, para luego llegar a la Macedonia del siglo IV a.C., de la que se presentan algunos lineamientos políticos y religiosos básicos. El autor plantea que el proceso clave para entender la consolidación del poder de Filipo II fue la organización de los nobles macedonios, los llamados “compañeros” —que hasta ese entonces mantenían una concepción quasi-homérica del poder y de la guerra—en un sistema de culto colectivo a Zeus dirigido por el propio rey, que de esta forma se garantizaba la lealtad de los otros nobles macedonios (los compañeros) a través de ese vínculo religioso.
El capítulo 2 presenta los hechos desde el ascenso al poder de Alejandro hasta la simbólica visita a Troya, en el comienzo de la expedición asiática. Considera Naiden que en este período existían dos posturas entre los macedonios: Por una parte, la representada por Alejandro, que aspiraba a una conquista completa del imperio persa y para ello aspiraba a una construcción de poder gradual en cada uno de los territorios que lo componían, como Tiro, Egipto, Babilonia, a través de la construcción de vínculos religiosos con esas comunidades. Por otra parte, la postura representada por Parmenión, más helenocéntrica, aspiraba a la mera conquista de los territorios, sin inmiscuirse en cuestiones locales o religiosas.
El capítulo 3 presenta los primeros éxitos militares de la campaña, mientras que el capítulo 4 narra, además de la decisiva batalla de Isos, la compleja conquista de la región de los fenicios. Esto permite al autor también presentar algunas particularidades de las religiones semíticas —especialmente la fenicia— y tocar la conflictiva relación de las comunidades de Judea y Samaria con los nuevos conquistadores, tomando como fuente tanto el relato de Flavio Josefo como las conclusiones de historiadores contemporáneos. El capítulo 5 se centra en la conquista de Egipto y la coronación de Alejandro como faraón, tocando también temas como el rol de los sacerdotes en la sociedad egipcia y el funcionamiento del culto a Amón-Zeus en Siwah. El capítulo 6 presenta un panorama de la sociedad babilonia y su cosmovisión religiosa, para explicar luego los procesos que permitieron al macedonio ser consagrado, después de la derrota definitiva de Darío III en Arbela, como rey de la ciudad con el apoyo explícito de los sacerdotes locales.
Los capítulos 7 y 8 pueden leerse como una unidad y están centrados en las relaciones con los diferentes pueblos iranios, tanto de Persia como del Asia Central (Bactria y Sogdiana). El autor señala que la negativa de Alejandro de asumir el título de rey de los persas, así como su desinterés por la religión irania —a diferencia de lo que había sucedido en Egipto o en Mesopotamia— dio lugar a una dura y persistente resistencia de los pueblos de la región al conquistador (p. 179). Por otro lado, considera también que en esta etapa de la expedición el rey comenzó a descuidar el ritual común con los compañeros, dando lugar a resistencias internas que debieron ser saldadas con represión (los asesinatos de Parmenión, Filotas y Clito, la caída en desgracia de Calístenes), todo lo cual erosionó su influencia entre sus compatriotas y contribuyó al descenso de la moral de los soldados. El capítulo 9 narra la invasión de India y la posterior retirada. Considera Naiden que el fracaso de la conquista de esta región se debió en buena medida también al desinterés de Alejandro por la religión india.
Los capítulos 10 y 11 exponen los principales hechos del camino de regreso de la expedición hacia Babilonia. El autor se centra en señalar las dificultades de entendimiento con los persas, así como la ruptura de las relaciones con los sacerdotes babilonios, producto también de incomprensiones religiosas. También señala esta etapa como el momento en que se interrumpe definitivamente el culto común de los compañeros, lo que habría dado lugar a un fuerte debilitamiento no sólo político sino también personal del rey, que concluyó con su temprana muerte en Babilonia. El capítulo 12 presenta los primeros acontecimientos de las guerras civiles entre los sucesores, así como las disputas por la posesión de su cuerpo y la pervivencia del culto a Alejandro, centrado en el sitio de su enterramiento.
Esta estructura está amenizada por extensas citas e interpretaciones de las diferentes versiones del Romance de Alejandro, que funcionan como cierre y conclusión de cada uno de los capítulos mencionados. Se añade, después del relato principal, una cronología breve, un glosario de nombres propios y tres apéndices temáticos que remiten directamente a las fuentes antiguas (los habituales Diodoro, Curcio, Plutarco, Arriano y Justino, más alguna ocasional inclusión de Estrabón, Pausanias y Eliano). El primer apéndice compila los rituales de sacrificios, presagios y oráculos divinos señalados por estos autores. El segundo apéndice reúne actos de súplica, realizados no sólo hacia Alejandro sino también a dioses u otros personajes. Aquí se manifiesta el interés del autor por esta práctica, a la que dedicó una importante monografía ( Ancient Supplication, Oxford, 2006). El tercer apéndice agrupa los relatos de las reuniones del rey con los compañeros, una institución a la que se hace referencia, en numerosas ocasiones, con el nombre de “council of war”.
En líneas generales, el texto cumple su objetivo de ofrecer una perspectiva religiosa para explicar muchos de los éxitos y los fracasos de las conquistas del macedonio. Algunas de sus deficiencias pueden atribuirse al carácter divulgativo de la obra. Es el caso, por ejemplo, de la confusa explicación que se ofrece, en la introducción, acerca de las fuentes antiguas (p. 4), en donde el autor omite señalar a varios historiadores, entre ellos a Diodoro de Sicilia, a quien sin embargo cita literalmente en el relato pocas páginas después (pp. 24-25), atribuyendo el texto a “an unknown companion’s memoir”. Resulta problemática también una lectura ligeramente extemporánea de algunas instituciones macedonias, como las reuniones con los compañeros a las que el autor se refiere como “council of war”. 3 En este sentido, parece otorgarle a esta institución una importancia excesiva, en detrimento de la asamblea de los soldados. Esto se evidencia especialmente cuando atribuye la decisión de emprender la retirada de India al “council of war” (p. 197-200), cuando las fuentes coinciden en atribuir esta decisión a una asamblea (ἐκκλησία, contio) de los soldados o, al menos, de sus comandantes. 4
Otras imperfecciones parecen atribuibles a una apresurada consulta de los textos antiguos. La más llamativa es la confusión del personaje que acompaña a Alejandro en la visita a las reinas persas después de la batalla de Isos, alguien de quien (según la tradición) el rey macedonio dijo “este también es Alejandro”. Todas las fuentes que recogen esta historia coinciden en señalar que el personaje en cuestión fue Hefestión (Arr. An. 2.12.6-7; Curt. 3.12.15-17; Diod. 17.37.5- 6), pero Naiden lo identifica con Leonato (pp. 76-77), personaje que según las mismas fuentes participó en este acontecimiento, pero cumpliendo un rol diverso al que el autor le atribuye.
Sin embargo, estos problemas no impiden que Soldier, Priest and God ofrezca, tanto a lectores no especializados como a especialistas, una nueva perspectiva a través de la cual leer una historia muchas veces contada. Esta biografía permite comprender en su justo sentido la dimensión religiosa que subyace no solo en las res gestae de Alejandro sino también en las tomas de decisiones políticas y militares en la Antigüedad, un aspecto de la historia que, por diferentes motivos, no siempre se tiene suficientemente en cuenta en los estudios contemporáneos.
Notes
1. ἄλλοι µὲν δὴ ἄλλα ὑπὲρ Ἀλεξάνδρου ἀνέγραψαν, οὐδ᾽ ἔστιν ὑπὲρ ὅτου πλείονες ἢ ἀξυµφωνότεροι ἐς ἀλλήλους (Arr. An. 1 pr. 2)
2. Beard, M. (2013), “Alexander: How Great?”, Confronting The Classics, London, Profile Books, pp. 42-53.
3. Sobre las instituciones de la corte macedonia y el carácter a veces “informal” de las relaciones entre el rey y los nobles , los estudios sobre los simposios reales son de gran importancia, como Borza, E. (1983), “The Symposium at Alexander’s Court”, Ancient Macedonia 3, pp. 45-55 o Carney, E. (2007) “Symposia and the Macedonian Elite: The Unmixed Life”, Syllecta Classica 18, pp. 129-180.
4. ξυγκαλέσας τοὺς ἡγεμόνας τῶν τάξεων ἔλεξεν ὧδε (Arr. An. 5.25.2); συνῆγε πάντας εἰς ἐκκλησίαν (Diod. 17.94.5); ad contionem vocatis militibus (Curt. 9.2.12); tunc ad contionem exercitum vocat (Just. 12.11.1)