BMCR 2016.11.24

Athens Transformed, 404-262 BC: From Popular Sovereignty to the Dominion of the Elite. Routledge monographs in classical studies, 23

, Athens Transformed, 404-262 BC: From Popular Sovereignty to the Dominion of the Elite. Routledge monographs in classical studies, 23. New York; London: Routledge, 2015. xv, 186. ISBN 9780415873925. $140.00.

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[Se piden disculpas por la demora en entregar esta reseña.]

El objetivo principal del libro de Phillip E. Harding es dar cuenta de la transformación acaecida en Atenas desde el final de la Guerra del Peloponeso (404 a.C.) hasta la derrota ateniense en la denominada Guerra de Cremónides (262 a.C.) con la cual la ciudad vio definitivamente eclipsada su independencia. Si bien el libro gira en torno a problemas profusamente abordados desde distintos ángulos tanto en obras orientadas a especialistas como por aquellas pensadas para la divulgación entre un público más amplio, se debe decir que el período abarcado resulta original al avanzar algo más de lo común en la época helenística (la mayoría de los estudios no suelen ir mucho más allá de la batalla de Queronea). Fundamentalmente, el texto se propone explicar cómo Atenas pasó de ser una democracia en la que las dos últimas clases del censo ciudadano establecido en tiempos de Solón ( zeugîtai y thêtes) ejercieron una hegemonía clara en los asuntos políticos internos y externos, a una sociedad en la que el poder terminó por ser transferido hacia las manos de la clase terrateniente rica. Se trata, en definitiva, de una explicación sobre el modo en que Atenas evolucionó desde la soberanía popular al dominio de la riqueza, tal el subtítulo del libro ( From Popular Sovereignty to the Dominion of Wealth). Dicha transformación de Atenas no es pensada simplemente como una mera modificación en torno a qué sectores sociales ejercieron el poder político o la hegemonía en la toma de decisiones. Por el contrario, Harding analiza esa transferencia del poder, que se dio entre la Atenas clásica y la helenística, en estrecha relación con otras varias modificaciones que le dieron sustento en los ámbitos financieros, fiscales, económicos, militares e internacionales de la ciudad.

En primer lugar se debe aclarar que el libro fue pensado para un público compuesto por no especialistas en la antigüedad. Como expresamente lo reconoce el propio autor, que se muestra algo escéptico en relación con los modos de escritura académicos, la “parafernalia erudita” fue reducida al mínimo. En particular, las notas al pie de página están absolutamente ausentes y las referencias a las fuentes antiguas han sido acotadas a aquellas cuyas traducciones se encuentran fácilmente accesibles. En cuanto a la bibliografía, al final de cada capítulo el autor brinda una selección de fuentes antiguas y bibliografía moderna que pueden ser consultadas para profundizar cada uno de los temas abordados.

En relación a su estructura, cuenta con una introducción, siete capítulos,1 un epílogo, dos apéndices (en uno se describen las fuentes y el otro es una cronología de los principales acontecimientos) y un índice temático que resulta muy útil a la hora de acceder de forma rápida a cualquiera de los temas, autores o personajes históricos tratados. El libro no ofrece ni trabaja a partir de imágenes –algo que podría llegar a ser esperable en función del público hacia el cual está dirigido–2 y simplemente cuenta con tres mapas que tienen por objetivo hacer conocer al lector las principales características topográficas de Atenas (y el Pireo), el Ática y el mundo griego antiguo en general.

Ante la excesiva toma de distancia y la pretendida neutralidad (o peor aún, objetividad) frente al objeto de estudio que ensayan los académicos en la actualidad, merece ser destacada la actitud de Harding al tomar partido de modo explícito y explicar desde qué postura ideológica se posiciona para mirar e interpretar la historia de Atenas. Ya en el Prefacio, el autor admite que su trabajo es “an unabashed paean to the government by the Many” (p. xi). Esta reivindicación abierta del sistema de gobierno imperante en la Atenas clásica puede verse en el hecho de que, de acuerdo a la opinión de Harding, la constitución democrática ateniense de los siglos V y IV a.C. establecería uno de los más grandes logros de la historia política del “mundo libre” (pp. 9-10). Más aún, el autor de Athens Transformed piensa que el sistema de distribución de la riqueza vigente durante la democracia (especialmente durante el siglo IV a.C.) constituyó “the closest approximation to Socialism the world had seen before the twentieth century”.3

En la breve Introducción (pp. 1-2), accedemos a una sucinta descripción de la temática general del libro. Allí, el autor define a la democracia de los siglos V y IV a.C. como un régimen político en el que los miembros más pobres de la sociedad ateniense, es decir, artesanos y agricultores que dependían de su propio trabajo para obtener su sustento material ( zeugîtai y thêtes), dominaban en virtud de su preponderancia numérica la política tanto doméstica como exterior (pp. 25-46). (Esta última estaba orientada, en gran parte, a garantizar el abastecimiento de grano a la ciudad de Atenas [pp. 46-51]). Luego del gobierno oligárquico de los Treinta Tiranos (pp. 3-9), la democracia restaurada restituyó en el poder al “independent peasant farmer and his collegues, the artisans and shopkeepers in the city and the demes” (p.8). La constitución democrática (pp. 9-16) no solamente posibilitaba la participación directa de los ciudadanos en las asambleas, los jurados y las magistraturas sino que, para Harding, tal posibilidad se hacía efectiva en términos reales gracias a los pagos estatales que tenían por objeto garantizarla (pp. 13-16). Estas erogaciones realizadas por la ciudad estaban sustentadas en el siglo V a.C., principalmente, por las contribuciones de los “aliados” de la Liga hegemonizada por Atenas y, en menor medida, por las liturgias y la eisphorá que el Estado extraía de los ciudadanos más ricos. Luego, en el siglo IV a.C., casi la totalidad del financiamiento de la ciudad dependía de las exacciones a los sectores acaudalados, en particular a los propietarios de tierras (pp. 84-91).

Según intenta demostrar el autor, esta estructura se mantuvo de modo bastante inalterado incluso luego de la victoria de Filipo II en Queronea, en tanto la Atenas de Licurgo (338-322 a.C.) habría resultado positiva para las masas atenienses (pp. 44-46). Sin embargo, las cosas se transformaron radicalmente con la derrota ateniense en la guerra Lamiaca o griega (323/2 a.C.) y sus consecuencias (pp. 53-70); ése es el cambio central sobre el cual el libro se vertebra. Fundamentalmente, Harding destaca que las clases populares fueron alienadas de su capacidad política y ella fue restringida, en adelante, a un reducido grupo de elite compuesto por los ricos propietarios de tierras como consecuencia de las medidas tomadas por Antípatro (en las pp. 70-73 se analizan sus consecuencias demográficas). La limitación de quienes disponían de los derechos de ciudadanía se vio complementada con cambios que operaron en el mismo sentido: la eliminación del pago por la actividad política, en especial el que recibían los jurados; la pérdida de la flota; el asentamiento de tropas extrajeras en el Pireo; la dependencia creciente del grano producido localmente en las grandes propiedades del Ática; y la disminución de las cargas fiscales impuestas a los ricos, en particular la desaparición de las obligaciones de financiar trirremes ( trierarkhía), representaciones dramáticas y corales ( khoregía) y la guerra ( eisphorá). Esta drástica reducción de las exigencias tributarias que la democracia imponía a los ricos implicó, a la vez, el paso de lo que Harding denomina “from taxation to benefaction”, es decir, la práctica del evergetismo y el uso de la riqueza personal en favor de la comunidad que permitía incrementar el prestigio y honor de los hombres acaudalados que se presentaban (y eran percibidos) como benefactores de la ciudad y sus habitantes (pp. 91-97).

En resumen, el libro de Harding se propone –y creemos que lo logra de una muy buena manera- acercar al lector no especialista a una serie de problemas de la historia de Atenas desde la restauración democrática a finales del siglo V a.C. hasta la época helenística de mediados del siglo III a.C. Si bien algunas de sus interpretaciones se encuentran en la actualidad (y desde hace bastante tiempo) sometidas a profundos debates –p. ej. el papel de la esclavitud en la democracia; las características del público que asistía a las representaciones teatrales; las continuidades y rupturas entre el régimen político del siglo V a.C. y la democracia restaurada en 403 a.C.; la relación entre imperialismo y democracia; el papel de la elite en la democracia, etc.- creemos que merece ser muy valorado tanto su intento de alcanzar un público amplio como también su búsqueda de que el conocimiento de la historia de la democracia antigua pueda resultar significativo para los problemas de la democracia moderna. Se trata, en definitiva, de un libro compacto, conciso, con pocos errores4 y de fácil acceso; un excelente trabajo que permite tejer un puentes entre la academia y la divulgación, entre el pasado y el presente.

Notes

1. Resulta llamativo y, en verdad, algo confuso, el hecho de que los dos primeros capítulos del libro comparten el mismo título (“Sovereignty Regained”).

2. La portada del libro es el único lugar en el cual aparecen imágenes. Sin embargo, allí mismo podemos observar la eficacia explicativa que su uso podría tener a la hora de ejemplificar, sintetizar o transmitir interpretaciones históricas. En la tapa encontramos un montaje compuesto por dos esculturas; por un lado, el famoso Moscóforo del Museo de la Acrópolis de Atenas (siglo VI a.C.) y, por otro lado, la mujer mayor beoda del período helenístico (siglo III o II a.C.) que conocemos a partir de una copia romana alojada en la Gliptoteca de Múnich (otra copia se encuentra en el Museo Capitolino de Roma). En la contratapa del libro podemos leer que el montaje intenta representar dos imágenes contrastantes que sintetizan la evolución que el libro busca explicar: la del campesino independiente del período arcaico y clásico y la de la condición de dependiente a la que el campesinado se vio sumido en todo el mundo griego luego de la conquista de Alejandro.

3. En este sentido, Harding no es el primero en vincular a la democracia ateniense con el socialismo (o con la “dictadura del proletariado”); de hecho continúa una larga tradición en la que podemos situar, entre otros, a Arthur Rosenberg ( Demokratie und Klassenkampf im Altertum, Bielefeld, 1921), Robert Cohen ( Athènes, une démocratie de sa naissance à sa mort, Paris, 1936) y, más cercanos a nuestro tiempo, Ellen Meiksins Wood (“Demos versus «we, the people»: freedom and democracy”, en J. Ober & Ch. Hedrick (eds.), Demokratia, a Conversation on Democracies, Ancient and Modern, New Jersey, pp. 121-38) y Josiah Ober ( Ancient Greek Political Thought in Practice, Cambridge, 2009, p. 74). Cf. el reciente estudio de Carlo Marcaccini ( Atene sovietica. Democrazia antica e rivoluzione comunista, Pisa, 2012).

4. Solo a modo de ejemplo, en la p. 10 se habla de “five hundred Scythian archers”. Seguramente el autor intentaba referirse a los 300 arqueros escitas introducidos como esclavos públicos en el siglo V a.C., a pesar de que luego su número, posiblemente, se incrementó; cf. Jean-Christophe Couvenhes, “L’introduction des archers scythes, esclaves publics, à Athènes : la date et l’agent d’un transfert culturel”, en B. Legras (dir.), Transferts culturels et droit dans le monde grec et hellénistique, Paris, 2012, pp. 99-119.

5. Creemos necesario hacer un último señalamiento sobre el modo de consignar los nombres propios. Explícitamente Harding se propuso respetar la ortografía griega (p. xii) lo cual puede resultar, al comienzo, un poco desorientador por lo poco familiar de algunos nombres (p.e. “Khaironeia” en lugar de “Chaeronea”; “Thoukidides” por “Thucydides”; etc.). Si bien creo que no se trata de un problema demasiado importante, sí resulta algo desconcertante que esta decisión no sea generalizada, ya que conjuntamente se usan nombres que respetan la forma tradicional (p.e. “Alexander the Great”; “Aristotle”; etc.). Más aún, teniendo en cuenta el público al cual el trabajo se encuentra dirigido, habría sido mejor utilizar los nombres tradicionales.