BMCR 2009.12.35

Laertiana: Capitoli sulla tradizione manoscritta e sulla storia del testo delle Vite dei filosofi di Diogene Laerzio. Beiträge zur Altertumskunde Bd. 264

, Laertiana: Capitoli sulla tradizione manoscritta e sulla storia del testo delle Vite dei filosofi di Diogene Laerzio. Beiträge zur Altertumskunde Bd. 264. Berlin/New York: Walter de Gruyter, 2009. xiii, 276. ISBN 9783110209143. $140.00.

Investigador especializado en la historia de la transmisión de la obra de Diógenes Laercio, Tiziano Dorandi ha reunido en este valioso conjunto de ensayos, Laertiana, los resultados de su trabajo exhaustivo sobre los manuscritos de las Vidas de los filósofos, un trabajo que lleva ya varios lustros, y se orienta tanto al ámbito paleográfico y codicológico (en este terreno tiene Dorandi hoy la autoridad más completa sobre el tema) como al ámbito filológico y en parte al filosófico, pues sus conclusiones involucran a la historia de la transmisión y crítica del texto de Diógenes Laercio, fuente indispensable para nuestro conocimiento de vastos tramos de la historia de la filosofía antigua.

La decisión de editar todos estos sustanciosos estudios (varios fueron ya publicados y son ahora actualizados) en un solo volumen no es de mera practicidad sino que tiene motivos estratégicos: ellos constituyen el background científico pertinente y necesario para complementar la lectura de la edición de Diógenes Laercio en dos volúmenes que Dorandi está preparando, y cuya publicación, al menos la de la primera parte, que abarca los cinco primeros libros de las Vidas de los filósofos, ha de ser inminente. Laertiana es un volumen arquitectónico, que parte de los cimientos del edificio laerciano, esto es: la catalogación de todos los manuscritos existentes a la fecha, para poder avanzar hacia una historia de la construcción del edificio de las Vidas… que tenemos a nuestra vista.

El primer capítulo de Laertiana, “Dai codici alle edizioni delle Vite dei filosofi”, consiste en un catálogo de todos los manuscritos que contienen el conjunto de las Vidas de los filósofos o extractos de la misma, así como las ediciones de la obra desde la editio princeps Proebeniana (1533) hasta la de Marcovich (1999). Dorandi provee una lista completa de los manuscritos, dado que —señala— los intentos previos fueron parciales;, incluso la lista de códices que provee la edición de Marcovich, leemos aquí, “no es exhaustiva”. Dorandi clasifica así, inicialmente, todos los manuscritos laercianos sin detenerse en la relación entre los stemma de cada uno ni en las cuestiones relativas a la historia del texto. El orden de catalogación es geográfico: se enumeran las bibliotecas y los manuscritos que cada una conserva, sin distinguir entre codices integri, colecciones de excerpta y los testimonios que sólo contienen la Vita Platonis, pero con una descripción técnica, otra del contenido y de las indicaciones del copista, más una actualizada bibliografía. En el caso de los manuscritos que contienen excerpta, aparece la indicación de los respectivos fragmentos de las Vidas…. A esta lista sigue un apéndice con los manuscritos atribuidos a Diógenes Laercio, incluidos en la lista de Sinkewicz (que era, hasta la publicación de este volumen, la más completa disponible) y Pinakes,1 los cuales, sin embargo, según concluyen los estudios de Dorandi, deben ser eliminados (p. 32).

El segundo capítulo, “Ricerche sulla più antica tradizione delle Vite dei filosofi”, el más extenso de todo el volumen, dividido a su vez en seis secciones, traza una historia de la tradición manuscrita antigua a través de los estudios parciales efectuados sobre los principales manuscritos íntegros y sobre la tradición de los excerpta Vaticana. Dorandi discute —para rechazarla— la existencia de una tradición ítalo-griega de las Vidas… y propone una reconstrucción del subarquetipo ω, códice perdido al que se remiten los codices integri antiquiores, y de χ, el modelo tardoantiguo del cual derivó la tradición medieval (se regresará a esto en el cuarto capítulo).

En la primera parte, se analiza el trabajo de D. Knoepfler sobre la tradición manuscrita,2 cuyas conclusiones, especialmente en lo que hace a la superioridad del códice B entre los codices integri vetustiores (βπφ Dorandi confirma en base a estudios más amplios. Así, se subrayan algunas características conocidas del copista de B: “persona de escasa cultura literaria, había tenido dificultades para descifrar su modelo y se había limitado a reproducirlo mecánicamente sin tener en cuenta el sentido del texto que copiaba”. Se sabe ahora que el copista anónimo fue corregido a su vez por el copista de B2, más agudo que su predecesor y cuyas numerosas correcciones, sin embargo, según Dorandi, no dejan suponer la existencia de otro manuscrito en el cual este segundo copista se habría basado (p. 58 y 60).

Las más precisas conclusiones de Dorandi sobre las características distintivas de B y P se encuentran, sin embargo, al final del capítulo cuatro. Allí leemos que estos dos son los codices integri más importantes, y que es más confiable B (antes de las correcciones de B 2) porque conserva una transmisión más pura, y esto, precisamente, porque aquel copista miope y de escasa cultura, a quien “no le interesaba para nada el contenido del texto que transcribía” copió de manera “mecánica e impersonal” (p. 198), mientras que P, aun siendo más antiguo, está “lleno de correcciones, de dos manos a la vez, que entendían lo que estaban transmitiendo y retocaban aquí y allá” (pp. 198-199).

El estudio de B y de su relación con P y F, los otros dos códices que pertenecen a la misma familia (P es probablemente de la misma época que B, o incluso más antiguo que éste —tal la conclusión de este libro, novedosa respecto de otras opiniones precedentes—, mientras que F es posterior), permiten a Dorandi observar dos aspectos interesantes. El primero es que en el arquetipo de la tradición más antigua de las Vidas… los libros no estaban numerados. Vicio del copista? “O el propio Diógenes no había establecido (aún) la sucesión definitiva de los diez libros ni les había puesto títulos?” Dorandi opta por la segunda opción (p. 61). El segundo aspecto de interés es que de los titulitos que se anteponen a cada biografía singular en las ediciones de las Vidas… no hay huellas en los códices BPF, por lo que se puede concluir que faltaban también en ω (anterior al siglo X, según el stemma de Knoepfler) y “con toda probabilidad también en χ” (siglo VI). “No estamos frente a un vicio”, concluye Dorandi: la ausencia de los títulos fue “voluntad de Diógenes” (p. 62).

La sexta parte de este segundo capítulo trata sobre la elaboración de la vulgata, situada por Dorandi en un periodo anterior al aceptado hasta ahora. G. Donzelli había establecido que la clase α, el prototipo del que deriva la vulgata, proviene de un anónimo corrector “irrespetuoso de la tradición” pero a su vez dotado de una cierta “rigidez escolástica que ama la disciplina formal, la analogía de la regla, pero ignora la libertad del uso lingüístico”, quien se ubicaría en los primeros años del siglo XIII, quizás a fines del siglo XII.3 Esta hipótesis es llevada más atrás en el tiempo por Dorandi, quien concluye que el prototipo de la vulgata ( α) se remonta a la mitad del siglo XII, y “nace de la fusión de la tradición del modelo perdido de F ( γ) y de P, un manuscrito (hoy perdido) que dio lugar a un texto ‘vulgato’ ( α), ampliamente manipulado, interpolado y corregido respecto de la tradición de ω y de φ (= χ), pero él también descendiente, de forma indirecta, de ω” (p. 109), que ha de ubicarse en el siglo IX, según el stemma confeccionado por Dorandi (p. 200).

El tercer capítulo, “Lettori bizantini delle Vite dei filosofi ovvero del buon uso della tradizione ‘indiretta'”, procura una historia del texto en época bizantina “a través del estudio de los autores que lo leyeron y utilizaron, de la Antigüedad hasta la caída de Constantinopla y más allá”. Particularmente curiosa, además de su relevancia erudita, resulta la lista de los textos poéticos recogidos y los escritos por Diógenes Laercio, reunidos en la obra llamada Pammetros, a la que Diógenes alude en I, 39. M. Gigante llegó a considerar al Pammetros como el primero de dos volúmenes de poesía laerciana, compuesta no sólo por epigramas sino también por cantos, en métrica diversa, cuyo contenido refería inicialmente a la muerte de los filósofos, luego a los “pensadores clásicos”, y finalmente a sus vidas y sus doctrinas.4 Precisamente en este paso dado desde la muerte hacia las vidas y las doctrinas, en las cuales “expandió Diógenes el horizonte poético hacia la historia”, en este paso que se percibe al fusionarse el Pammetros dentro de las Vidas…, o sea, en su transformación de poeta a prosista, en ello radica “la originalidad de Diógenes Laercio”.

Volviendo al uso que hicieron los bizantinos de Diógenes, Dorandi elabora la mencionada lista (pp. 154-158) de los pasajes de las Vidas… que contienen algunos de estos textos en verso y la pone en comparación con las citas u omisiones de estos mismos versos tal como aparecen (gracias a la labor del monje binzantino Constantino Cefalas, a comienzos del siglo X) en la Antologia Palatina y la posterior Antologia Planudea. El análisis permite a Dorandi descartar que Constantino Cefalas hubiera contado con una familia de manuscritos laercianos diversa de la que conocemos: el modelo de Cefalas debe haber sido, “verosímilmente χ” (siglo VI).

El brevísimo y rotundo capítulo cuatro, “Verso uno stemma codicum dei più antichi testimoni”, ofrece en poco más de cuatro páginas los resultados principales de los estudios de Dorandi sobre los manuscritos, los cuales me limito a transcribir. La conclusión fundamental es que la tradición de las Vidas… es exclusivamente bizantina: no existe una rama occidental (ítalo-griega) autónoma (repesentada por los codices integri BPF) e independiente de la rama oriental que forman las dos colecciones de extractos del Vat. gr. 96 ( φ / φ h). El estudio de BPF y φ confirma la hipótesis de que todos derivan, aunque por intermediarios diversos ( ω para BPF y al menos χ para φ), de un único ejemplar, χ, conservado en Constantinopla (p. 195), del cual también derivan “las ramas más antiguas de la tradición ‘indirecta’: los extractos del libro 3 de las Vidas…, los epigramas ‘laercianos’ de la antología de Constantino Cefalas y los artículos filosóficos del Suda” (p. 195).

Por otra parte, el estudio de los errores presentes en los testimonios más antiguos permite a Dorandi extraer algunas conclusiones sobre las características de χ, único ejemplar, escrito seguramente en mayúsculas, por medio del cual la obra de Diógenes Laercio atravesó la tardoantigüedad. Se trataba de un ejemplar “en malas condiciones, con lagunas, infectado de errores de lengua y estilo, con interpolaciones; factores éstos acentuados por el hecho de que Diógenes no tuvo tiempo de revisar toda su obra y que ésta se ‘publicó’ póstumamente y sin grandes cuidados, a partir de cartas que dejó el autor” (p. 196). Es posible remontarse más atrás de χ ? Dorandi responde: (a) es plausible que éste hubiera nacido de la fusión de dos ejemplares, uno que contenía hasta el libro 7 y otro, del libro 7 en adelante; (b) los estudios codicológicos permiten arriesgar que, en una primera fase de su transmisión, las Vidas… circulaban en rollos de papiro (al menos diez) y no en un códice; lo que coincide con la datación de Diógenes Laercio en la primera mitad del siglo III (pp. 197-198).

Antes de ofrecer el propio stemma de los testimonios más antiguos de la tradición laerciana (p. 200), se insiste en que las ediciones del texto de Diógenes deben confeccionarse en base a BPF φ y a los aportes de la tradición indirecta. Para que la curiosidad del investigador no se convierta en temeridad insensata, se agrega lo siguiente: en la medida en que φ (siglo XII) y la tradición indirecta —vía que nos podría conducir al arquetipo más antiguo, χ (siglo VI)— son limitados, “debemos conformarnos con reconstruir solamente” el subarquetipo ω (siglo IX); aunque “ya ω y χ tenían numerosas corrupciones y lagunas” (p. 198).

En el capítulo quinto, “Le Vite dei filosofi tra Medioevo e Rinascimento latino”, Dorandi se dedica a la transmisión latina de las Vidas…, siguiendo la huella de la perdida versio latina antiqua o versio Aristippi, reconstruida a partir del testimonio posterior que dan el Compendium moralium notabilium, de Jeremías de Montagnone, y del De vita et moribus philosophorum, obra erróneamente atribuida a Walter Burley, que circuló profusamente en el siglo XV entre coleccionistas de florilegios. Sobre el propio Aristipo, Dorandi concluye, siguiendo la huella de Gigante y Rose, que debe haber nacido a principios del siglo XII (p. 204). Pocos autores medievales parecen haber empleado esta obra, a excepción de los dos mencionados, Jeremías y el Pseudo Burley.5 El estudio filológico de este último (pp. 207-209) permite demostrar aquí una dependencia directa de Diógenes Laercio.

Sobre el perdido trabajo de Aristipo, Dorandi precisa que debió constar solamente de los dos primeros libros de las Vidas… (por la ausencia, sobre todo en el Pseudo Burley, de datos de Platón y los platónicos) así como, plausiblemente, de una traducción entera o parcial de la Vida de Aristóteles laerciana, que dio lugar a una vasta difusión, en el medioevo, de frases célebres aristotélicas (p. 216). El modelo griego de la versio latina de Aristipo, sostiene Dorandi —aunque sin certeza—, pudo haber sido el manuscrito B; aunque se reconoce que la importancia de ésta para la constitución del texto laerciano “es muy magra”.

Mucho más relevante resulta la versio Ambrosiana, es decir la traducción completa de las Vidas… al latín, realizada por Ambrosio Traversari (1386-1439) en Florencia. Mediante esta edición, impresa en Roma en 1472, todo el Occidente latino tuvo un primer acceso a la obra de Diógenes Laercio, ya que la editio princeps griega recién vio la luz en Basilea en el año 1533 (p. 228). Dorandi traza un equilibrado balance entre las numerosas objeciones de Knoepfler a la versio Ambrosiana y los estudios de Gigante sobre cuál pudo haber sido la fuente griega para la traducción de Traversari (estudios que no considera Knoepfler). Dorandi coincide con Sottili acerca del enorme valor de la versio Ambrosiana para los Humanistas del Quattrocento,6 y para públicos cada vez más vastos, aunque alejados del griego, a quienes Traversari acercó las doctrinas de los estoicos, epicúreos, cirenaicos y escépticos pirronianos (p.227).

En el sexto capítulo, “Apéndice”, Dorandi incluye una descripción sumaria (y un análisis razonado del contenido) de la Nachlass inédita confeccionada por Peter Von der Mühll (1885-1970) para su propio postergado proyecto de realizar una edición completa de las Vidas… que, según Dorandi, el filólogo alemán nunca abandonó. Von der Mühll fue autor de una valiosa edición de la Vida de Epicuro de Diógenes, que vio la luz en 1922, a cuya recepción entre los principales estudiosos de Epicuro y de Diógenes se le presta aquí debida atención. Dorandi también pasa revista a los artículos que Von der Mühll publicó entre 1920 y 1966 dedicados al testimonio laerciano sobre Epicuro (la composición de la décima Máxima Capital), sobre Arcesilao, Antagoras de Rodas, el estoico Herilio de Calcedonia, Demócrito, Antístenes y Diógenes el cínico; y finalmente a la dama a quien Diógenes Laercio dedicó todas las Vidas de los filósofos.

Como se sabe por una referencia inequívoca que aparece promediando el libro 3 ( Philoplátoni dè soi dikaíos hypárchousei…, en 3,47) la obra de Diógenes estuvo inspirada por el interés de una mujer desconocida, que algunos estudiosos del siglo XIX conjeturaron podía haber sido la romana Arria. Lo cierto es que Von der Mühll volvió a las huellas de esa lejana inspiración femenina para concluir, que, como dice Dorandi: “la dedicatoria que ahora leemos es el fruto de la inserción en el texto de una nota marginal (del propio Diógenes) cuando estaba copiando nuevamente ese libro a partir de su propio ‘manuscrito’ ” (p. 239). Dorandi comprende con claridad la consecuencia más interesante de este hallazgo: Diógenes no tuvo tiempo y dejó inconclusa la corrección de las Vidas… o de varios de sus libros. La otra consecuencia, por demás obvia, es que para la dedicatoria a la dama Diógenes sí quiso tener tiempo, lo cual, si bien resulta insignificante para el estudio de la Nachlass de Von der Mühll y para una apropiada y científica edición de las Vidas de los filósofos como la que lleva a cabo Dorandi, no obstante, echa un manto de frescura sobre el insondable pero preciso sentido de la urgencia que a veces tienen algunas geniales obras de la filosofía antigua.

Notes

1. http://pinakes.irht.cnrs.fr/.

2. D. Knoepfler, La Vie de Ménédème d’Érétrie de Diogène Alerce, Basel, 1991.

3. G. Donzelli, “I codici PQWCoHIEYJb nella tradizione di Diogene Laerzio”, SIFC n.s. 32 (1960) 156-99.

4. M. Gigante, “Diogene Laerzio: Da poeta a prosatore”, Sileno 10 (1984) 245-8.

5. Existe una edición crítica del Pseudo Burley, de Francisco Crosas López (Frankfurt, 2002), quien se basa en tres manuscritos españoles y considera las conclusiones de O.J. Stigall, a las que Dorandi reconoce no haber accedido (p.201 n.1).

6. A. Sottili. “Il Laerzio latino e greco e altri autografi di Ambrogio Traversari”, Studi G. Billanovich (Roma, 1984) II 669-745.