BMCR 2023.01.07

The Mithraic prophecy

, The Mithraic prophecy. BAR international series, 3074. Oxford: BAR Publishing, 2022. Pp. vii, 105. ISBN 9781407359137.

El culto de Mitra siempre ha sido un asunto peliagudo. Este libro sui generis nos habla de esta religión sugestiva y extraña de la que aún hoy, más de un siglo después de la publicación del libro pionero de Franz Cumont[1], seguimos desconociendo bastantes cosas.

El culto de carácter secreto y mistérico de la religión mitraica posee características que nos siguen desconcertando. Existían siete grados sucesivos de iniciación, los mitreos se alojaban en habitaciones y comedores que se edificaban a modo de grutas y cuevas y su imaginería visual, de la que Mastrocinque da buena cuenta en este libro, era ostensiblemente apabullante, rica y de compleja interpretación. Sobre todos estos aspectos nos habla el autor en este texto, pero también de algo mucho más importante

En este ligero volumen, ligero por lo físico que no por la erudición que contiene, el veterano experto que es Mastrocinque nos propone una novedosa interpretación de esa barroca iconografía, sugiriendo que el culto y sus representaciones quizá se basaran en una profecía, la misma a la que se alude en el título. Según el autor, la inmensa mayoría de los relieves y representaciones que nos proporciona este culto mistérico aluden a una Edad de Oro que supone el resultado final y la eclosión de una pléyade de textos proféticos y apocalípticos, entre los que figura ¡oh, sorpresa!, la Cuarta Égloga del vate mantuano. Así, Mitra ejercería como protector de los gobernantes, al modo de Apolo, como árbitro y mediador entre elementos opuestos y partes en conflicto. Y eso le haría ser el dios ideal para Augusto y buena parte de los sucesivos emperadores romanos.

Desde casi el mismo incipit del libro Mastrocinque apuntala: “(…) the initiates in the mysteries of Mithra were, with few exceptions, Roman citizens (p. 2)”; para continuar pocas líneas más abajo asegurando que la mayoría de los devotos de este culto estaban perfectamente integrados dentro del ejército y la administración imperial. Eran ciudadanos romanos de pleno derecho, ejemplos característicos de la complejidad funcional y profesional que caracterizaba a la estructura imperial.

El historiador italiano ha escrito un libro interesante y documentado. El reseñista de estas líneas reconoce no ser un experto en historia de las religiones, pero ha disfrutado mucho con su lectura y felicita al autor por la prolijidad de sus razonamientos y lo apabullante de los mismos de cara a probar su teoría, que explicita ya en la Introducción (p.4), y que tiene dos aspectos: a) probar que los misterios de Mitra tenían un profeta, una figura con la que el escritor tardoimperial y apologista cristiano Fírmico Materno estaba familiarizado; y b) que numerosas escenas representadas en los relieves que nos han llegado de los distintos mitreos descubiertos en Occidente poseían una correlación con la profecía sibilina de la que Virgilio nos habla en su Égloga Cuarta.

Sin embargo, a nosotros también nos pareció interesante, como declaración de intenciones, algo que debiera ser objetivo irrenunciable de todo historiador sea cual sea su campo de estudio: la Roma Antigua, la dinastía Ming o la historia de los Romanov; y es la afirmación que el autor hace en la misma p. 4:

While objectivity is impossible, we should make every possible effort to understand Roman habits on their own terms. In short, we should use all available tools at our disposal (e.g., iconographical and art historical studies, hermeneutics, and philology) to approach the mind of Roman pagans such as the Mithraists and reduce the gap between European and Roman mentalities.

Estamos totalmente de acuerdo con esta afirmación de Mastrocinque, que efectivamente en su caso va en consonancia con el erudito desglose de conocimientos que ofrece en las cien páginas siguientes para cimentar su propuesta.

Creemos además que, desde el punto de visto metodológico, esta es una de las frases más importantes de un libro donde este tipo de cuestiones no tiene cabida. En efecto, sólo debería sernos permitido entender a las sociedades preindustriales desde sus propias coordenadas, usando sus propios textos escritos, sus propios registros y representaciones para poder desbrozar el constructo mental de los individuos que la componían. ¿Cómo funcionaba la mente de un romano o romana antiguos? ¿Cuáles eran para ellos sus prioridades diarias, aparte de atender lo que son las necesidades básicas de todo ser humano, lo mismo que hacemos hoy nosotros en pleno siglo XXI? ¿Por qué lo que para nosotros puede tener hoy importancia para ellos seguramente no la tenía en absoluto? ¿Cómo algunos aspectos de su cosmovisión pueden resultar hoy tan chocantes para nosotros? Mastrocinque alude a este tipo de cuestiones hermenéuticas, que son sin duda de vital importancia, en la oportuna e interesante introducción de The Mithraic prophecy.

Lo que propone el experto italiano con este volumen es una clave general para poder comprender mejor las imágenes mitraicas que nos han quedado para la posteridad. No conocemos el texto de la profecía que alumbró Fírmico Materno pero en este libro Mastrocinque sugiere, con gran detalle y prolijidad, que compartía muchas características con la profecía de Virgilio. La profecía de Mitra compartía también muchos esquemas, por ejemplo, con distintos textos proféticos de época helenística donde servían para ofrecer una esperanza a poblaciones oprimidas a la par que ofrecían una nueva interpretación de la historia en un marco teleológico.

Como el autor apunta en las páginas finales, el método elegido para presentar su propuesta de investigación es el de la “navaja de Ockham”, es decir aquél que asegura que la solución más simple es seguramente la correcta. Un culto como el de Mitra tan del agrado de amplias capas de la población en la Roma imperial, un culto con amplias resonancias entre los máximos gobernantes y la familia gobernante, un culto que tenía gran parte de sus ubicaciones en lugares céntricos de las ciudades y de gran significado político y religioso, debía por fuerza de poseer un significado enmarcado al albur de la ideología imperial, o al menos esta es una de las ideas fuerza de Mastrocinque. Creemos que no anda desencaminado en esta apreciación.

Que el culto mitraico estuvo próximo en muchos momentos de su desarrollo a los polos de poder político y religioso es algo que puede deducirse fácilmente de los considerables recursos económicos que sus fieles desplegaron en su estatuaria, iconografía, mobiliario y en la localización preferente de muchos de los lugares de su culto.

Y el autor prosigue con su razonamiento. La aurea aetas desplegada en los relieves mitraicos es una lectura que, propone el autor, está basada en una comparación con Virgilio. La característica esencial de Mitra era la de ser un dios mediador, especialmente entre la luz y las tinieblas. Y eso hizo que fuera un dios de importancia y trascendencia entre los romanos. El prínceps Augusto se convirtió a lo largo de su dilatada carrera política en el mediador entre el senado y el pueblo, entre los habitantes de la res publica de la parte occidental y los de la parte oriental de la misma. El destino lo quiso así porque él mismo nació entre la luz y la oscuridad, en el equinoccio de otoño, al amanecer y bajo el signo de Libra, la balanza entre los polos que se oponen. Por todo ello, Augusto fue identificado con Apolo y Mercurio y fue protegido por la estrella de Venus, la diosa que alumbró a Eneas.

Todos estos hechos convirtieron a Mitra en un dios clave para el devenir del imperio de los romanos, y Mastrocinque lo argumenta con maestría en este librito.

Y es que como ya advirtiera con enorme perspicacia Ernest Renan a finales del siglo XIX: “Si el cristianismo hubiera sido detenido en su crecimiento por una enfermedad mortal, el mundo hubiera sido mitraísta”.

 

Notes

[1] F. Cumont, Les mystères de Mithra, Brussels, 3ª ed., 1913.