En los últimos veinte años los estudios dedicados al gobierno provincial bajo el Principado han conocido un nuevo auge, ocupándose especialmente de la actuación de los gobernadores y de las ciudades que tuvieron funciones administrativas.[1] La monografía de Garrett Ryan –derivada de su tesis doctoral– se inscribe en esta línea, aportando un enfoque novedoso sobre la significación política del espacio cívico. En concreto, el objetivo de este estudio es explorar cómo el paisaje urbano moldeó las relaciones entre las élites locales y los gobernadores en las provincias del Asia Menor occidental durante el siglo II (p. 2). El estudio está organizado en cinco capítulos concisos, un epílogo y tres apéndices finales.
Los dos primeros capítulos tienen un carácter introductorio. En el capítulo 1, Ryan subraya las claves del mensaje político que las élites de Asia Menor buscaban transmitir a través de los monumentos que sufragaban en sus ciudades –una combinación de autorrepresentación, exaltación del pasado local y homenaje al poder imperial. Para ilustrar esto, el autor ha escogido acertadamente tres ejemplos significativos: la avenida columnada de Perge y la puerta monumental donada por Plancia Magna a esa ciudad; la vía porticada repleta de estatuas de miembros de la élite local en Termessos; y el ninfeo construido por Tiberius Claudius Piso en Sagalassos. Ryan muestra que el espacio y el ritual cívicos configuraban un binomio que potenciaba tanto la cohesión interna de la comunidad como la imagen que daba de sí misma a los visitantes – en particular, el gobernador provincial.
El capítulo 2 aborda las características de la performance que llevaban a cabo los gobernadores en el ejercicio de sus funciones. El autor dedica un análisis muy interesante a la significación social y política de los gestos, la voz y los símbolos de poder del gobernador, como un actor ante una audiencia con diferentes expectativas que no debía defraudar (p. 30-31). En cambio, resulta menos convincente la interpretación que hace de la correspondencia de Plinio el Joven con Trajano a propósito de Bitinia-Ponto. Ryan ve en ella una prueba de la decadencia de las ciudades griegas y deduce que el emperador y el gobernador despreciaban por ello a sus élites (p. 34-35). Esto, sin embargo, es muy discutible. Los problemas de Bitinia-Ponto eran especialmente graves y se derivaban tanto de la negligencia de las autoridades locales como del gobierno ineficaz de los procónsules que precedieron a Plinio.[2] Por eso Trajano decidió enviar a un legado imperial de su confianza (Ep. 10.32).[3]
El capítulo 3 está dedicado al análisis del adventus del gobernador a un centro conventual. En concreto, Ryan guía al lector a través del recorrido que seguía el procónsul de Asia a su llegada a Éfeso, Mileto y Pérgamo. Recurriendo a teorías modernas del espacio urbano –como la “imageability” de Lynch (p. 42)–, el autor intenta interpretar el diálogo visual que el gobernador establecía con el pasado y el presente de cada ciudad a través del mensaje político y cultural que transmitían sus principales santuarios, los teatros donde debía escuchar el discurso oficial de bienvenida o las avenidas por las que transitaba –empezando por la que conectaba el puerto de Éfeso, por el que el procónsul debía entrar en la provincia, con el corazón de la capital. El santuario de Asclepio en Pérgamo es un caso especialmente interesante, ya que, como bien explica Ryan, funcionaba como un importante polo de atracción de la población provincial y era un recordatorio de la relevancia histórica de esta ciudad, pero también servía como un espacio de autorrepresentación del propio procónsul y del poder imperial (p. 55-61).
El capítulo 4 analiza el papel que jugaba el espacio urbano en el desarrollo de la actividad jurisdiccional de los gobernadores. Cabe destacar el análisis de la influencia que tenían las estatuas imperiales en la percepción del cometido del gobernador. Según Ryan, mientras que el gobernador se valía de ellas para reforzar su autoridad, los provinciales podían establecer una comparación entre el ideal de justicia encarnado por el emperador (a veces acompañado de Dike) y la actuación del gobernador –algo no siempre favorable para éste (p. 84). El autor realiza también un análisis detenido del Auditorium de Éfeso y del conjunto de monumentos situados en la plaza adyacente (el Triodos), que asumiría la función de “atrio” del tribunal. En él, el programa decorativo de la biblioteca de Celso constituiría un recordatorio de las principales virtudes públicas (Sophia, Areté, Ennoia, Episteme) tanto para el gobernador como para la población local (p. 87-88).
En el capítulo 5 el autor, siguiendo la “actor-network theory”, aborda el impacto social que tenía la participación de los gobernadores en los festivales de las ciudades de Asia. En concreto, dedica un análisis detallado a los Koina Asias que se celebraban anualmente en Éfeso. Ryan plantea que la presencia del procónsul tanto en los rituales relacionados con el culto imperial como entre el público que asistía a las representaciones que tenían lugar en el teatro resignificaba la percepción social de los espacios urbanos y la posición que tenían en el orden cívico cada uno de los grupos sociales participantes –las élites y el resto de ciudadanos de Éfeso, los representantes de otras ciudades–, dependiendo de su mayor o menor cercanía al gobernador.
Los tres apéndices finales presentan unas breves reflexiones complementarias sobre la representación retórica del espacio urbano en los discursos de Elio Arístides y Dion de Prusa (I), las referencias a la cultura griega que se hallaban en las villae aristocráticas de Italia, de Cicerón a Plinio (II), y el uso que hacían los notables locales de los homenajes que tributaban a los gobernadores para resaltar su propia posición social (III).
La monografía, a pesar de su breve extensión, cumple su objetivo inicial: muestra con claridad las distintas facetas que configuraban la interacción de los gobernadores provinciales con el espacio monumental de los centros conventuales de Asia Menor en el contexto de diferentes ceremonias cívicas. Ryan demuestra convincentemente que el espacio condicionaba la actuación de sus usuarios y que el mensaje político transmitido por los programas iconográficos de las ciudades no era unívoco, sino que estaba lleno de matices cuya interpretación dependía del acervo cultural y la visión sociopolítica de cada individuo. Esto influía no sólo en la autorrepresentación del gobernador y de las élites locales, sino también en el modo en que el mensaje político imperial calaba en el conjunto de la población de las ciudades.
La decisión de concentrar el estudio en el siglo II permite a Ryan ofrecer una suerte de foto fija muy ilustrativa y coherente gracias al conocimiento detallado que se tiene de los programas monumentales de varios de los centros conventuales de Asia en esa época. Asimismo, las fuentes literarias coetáneas son especialmente ricas, dándole un firme punto de apoyo para la recreación de la vida cívica. Con todo, no deja de utilizar importantes testimonios de otras épocas –como los de Cicerón o Menandro el Rétor–, aunque de manera puntual.
Se echa en falta, sin embargo, un tratamiento más profundo de la compleja realidad social del Asia Menor en el siglo II. En algunas partes el autor tiende a simplificarla, planteando una dicotomía griegos-romanos demasiado polarizada, y parece no sopesar en su justa medida el proceso de integración jurídico-política de las élites griegas en el imperio (p. 32-35, 79, 125).[4] Sin menoscabo de las tradiciones cívicas locales, estas élites ya no concebían el imperio como una dominación extranjera, sino como un espacio político propio (cf. el Elogio a Roma de Arístides). Las divergencias que podían darse con los gobernadores tenían más que ver con las ambiciones políticas de la aristocracia local que con un contraste cultural (cf. Plut. De ger. reip.).
En cada capítulo, el autor combina ágilmente la descripción de los espacios y monumentos públicos de los centros conventuales con la información aportada por las fuentes literarias (Plinio, Dion Crisóstomo, Plutarco, Elio Arístides, etc.) y epigráficas. La selección de fotos y dibujos que acompañan al texto resulta un complemento muy útil. El autor maneja bien la bibliografía de referencia sobre los conjuntos urbanos de las ciudades que toma en consideración, las ceremonias cívicas y las actividades de los gobernadores en las provincias helenófonas. Hay, sin embargo, algunas ausencias significativas en la bibliografía utilizada, como los estudios de Bernard Rémy sobre los gobernadores de Asia Menor[5], o los de Nicole Méthy y Greg Woolf sobre las cartas de Plinio desde Bitinia-Ponto.[6] Asimismo, dado que a veces usa como término comparativo testimonios referidos a gobernadores de provincias occidentales (en especial, Apul. Apol. 85 y Flor. 9.10-12 y 33-34), habría sido aconsejable que consultara los recientes estudios que analizan sus actuaciones en África e Hispania.[7]
En suma, esta monografía aporta una perspectiva novedosa y estimulante sobre el papel que jugaron los programas arquitectónicos y decorativos públicos de las ciudades de Asia Menor como transmisores de la identidad de sus comunidades e instrumentos de la comunicación política de las élites locales y los representantes del poder imperial.
Notes
[1] Cf. R. Haensch, Capita provinciarum. Statthaltersitze und Provinzialverwaltung in der römischen Kaiserzeit, Mainz, 1997; E. Meyer-Zwiffelhoffer, Politikos archein. Zum Regierungsstil der senatorischen Statthalter in den kaiserzeitlichen griechischen Provinzen, Stuttgart, 2002; F. Hurlet, Le proconsul et le prince d’Auguste à Dioclétien, Bordeaux, 2006; A. Bérenger, Le métier de gouverneur dans l’Empire romain. De César à Dioclétien, Paris, 2014; R. Olmo-López, El centro en la periferia: Las competencias de los gobernadores provinciales romanos en Hispania durante el Principado, Zürich, 2018.
[2] Plin. Ep. 4.9; 5.20; 6.5 y 13.
[3] A.N. Sherwin-White, The Letters of Pliny: A Historical and Social Commentary, Oxford, 1966, p. 525-555; G. Alföldy, “Die Inschriften des jungeren Plinius und seine Mission in Pontus et Bithynia”, en Städte, Eliten und Gesellschaft in der Gallia Cisalpina. Epigraphisch-historische Untersuchungen, Stuttgart, 1999, p. 221-244.
[4] Cf. A.N. Sherwin-White, The Roman Citizenship, Oxford, 1973, p. 264- 274 y 402-411; G. Frija (ed.), Être citoyen romain dans le monde grec au IIe siècle de notre ère, Bordeaux, 2020.
[5] Por ejemplo, B. Rémy, “L’activité des gouverneurs sénatoriaux dans la province de Cilicie au Haut-Empire, d’après les inscriptions, en Mélanges Pierre Lévêque, 3: Anthropologie et société, Besançon, 1989, p. 363-375; Idem, “L’activité des fonctionnaires sénatoriaux dans la province de Lycie-Pamphilie au Haut-Empire d’après les inscriptions”, Anatolia Antiqua 1 (1991), p. 151-182.
[6] N. Méthy, “L’Optimus Princeps: idéal et réalité. Les lettres de Trajan à Pline le Jeune” en O. Devillers (ed.), Autour de Pline le Jeune. En hommage à Nicole Méthy, Bordeaux, p. 13-24; G. Woolf, “Pliny’s Province”, en T. Bekker-Nielsen (ed.), Rome and the Black Sea Region: Domination, Romanisation, Resistance, Aarhus, 2006, p. 93-108.
[7] Por ejemplo, F. Hurlet, “Entre juridiction civique et juridiction impériale: la sphère de compétences du proconsul”, en R. Haensch (Hg.), Recht haben und Recht bekommen im Imperium Romanum, Warschau, 2016, p. 63-88; R. Olmo-López, “Los escenarios del poder en las provincias: La utilización de los lugares de espectáculos por parte de los gobernadores romanos durante el Principado”, en S. Panzram (Hg.), Oppidum – civitas – urbs. Städteforschung auf der Ibersichen Halbinsel zwischen Rom und al-Andalus, Berlín, 2017, p. 87-106; Idem, El centro en la periferia, op. cit. [n. 1]; Y. Le Bohec, “Les activités des proconsuls d’Afrique de Trajan à Antonin le Pieux, d’après l’épigraphie”, Epigraphica 70 (2008), p. 229-245; M. Christol “Voyages organisés. Les interventions des autorités et la géographie administrative de la province d’Afrique“, CRAI 156-1 (2012), p. 653-678.