Présence de Théocrite es un compilado de estudios recientes sobre Téocrito, que tratan de compensar de alguna manera la falta de un Coloquio reciente sobre el poeta. Señalan Cusset, Kossaifi y Poignault en el Prefacio de la obra, que las aproximaciones a la obra de Teócrito han sido, a lo largo de la historia, diversas y contradictorias, oscilando entre las que entienden los Idilios como un texto que presenta alusiones escondidas en cada verso, y las que los ven como una pintura fresca de la realidad, pasando por las que distinguen múltiples niveles narrativos y variadas voces, y una constante oscilación entre mimetismo y analogía que ubica al lector, al mismo tiempo, en una posición de participación afectiva y distanciamiento irónico. El presente volumen reúne también diversos puntos de vista, pero da importancia a temas actuales, como el de las figuras femeninas de los Idilios de Teócrito y el contexto sociopolítico, y presenta nuevas interpretaciones de temas tradicionales como las alusiones y el canto bucólico y su recepción.
El volumen está dividido en 7 secciones. La primera, “Tonalidades modales de la voz poética”, valora el poder de la palabra en poemas con componentes retóricos, poéticos y discursivos variados. El estudio de Daspet, “Los lugares del canto en los Idilios pastoriles de Teócrito”, ve en los idilios 1, 3, 5 y 7 la creación por parte de Teócrito de una arquitectura de espacios para los cantantes que permite entender mejor su estética (en el idilio 1, por ejemplo, las comparaciones entre el sonido del agua y del pino con el canto tienen la la función de definir esta estética del canto). Richer, por su parte, en su estudio “Es el Idilio IV de Teócrito un idilio sobre nada?” sostiene que en el idilio 4 es, en efecto, “un idilio acerca de nada”, porque en él Teócrito cancela cada uno de los temas que los personajes proponen y evita intencionalmente la canción. Junto a estos estudios se encuentra el de Kossaifi (“El cayado de Mnemosine. Escuchar y transmitir el canto en los Idilios bucólicos de Teócrito”), enfatiza que los Idilios de Téocrito están construidos sobre la ficción de oralidad y esto plantea el problema de la transmisión y recepción de las voces de los personajes. El idilio 1 muestra cómo son producidas, recibidas y transmitidas las canciones: Teócrito otorga el canto bucólico a los personajes y la naturaleza lo preserva; Tirsis revive el mito de Dafnis y el cabrero lo recibe y guarda en su memoria; Dafnis, por su parte, confía su canto a Pan. Esta serie de transmisiones asegura la pervivencia del canto que está destinado a circular y a perfeccionarse. Del idilio 7, Kossaifi analiza la dimensión erística del canto: mientras la mala eris (Hesíodo, Trabajos y Días 14) se ve en el idilio 5 en el que Comatas responde a Lacón con extrema violencia verbal, la buena eris ( Trabajos y Días 16) se destaca en el idilio 7 donde Lícidas y Simíquidas ofrecen, uno al juicio del otro, obras de calidad. Del idilio 11, por su parte, señala los riesgos de un canto sin receptor ya que el propio autor (el Cíclope) se encierra en una esterilidad egoísta y lo real pierde textura. El análisis de Pace (“Mujeres cantantes en Teócrito: magia, género literario y género en los idilios 2 y 15”) muestra que los idilios 2 y 15 presentan la mimesis de la voz cantante femenina por medio del uso de ecos de lamentación, un género muy conectado con las mujeres. Esto otorga un carácter homogéneo y genéricamente distintivo a los poemas femeninos de Teócrito. A su vez, estos poemas se relacionan con los poemas bucólicos ya que la lamentación reemplaza el canto bucólico. Resulta interesante la asociación de poemas tradicionalmente considerados urbanos (como el 2 y el 15) con los bucólicos por la presencia de la canción, ya que por mucho tiempo se ha visto a los primeros como mimos completamente diferentes de los idilios bucólicos.
La segunda parte, “Imagen, contexto y trivialización”, pone el acento sobre el anclaje de la poesía teocritea en lo “real” y en su función. Argumentando que el contexto sociopolítico se ve reflejado en las vestimentas, Papadopoulou (“Poemas del mundo de la lana: vestimenta e identidad en los Idilios de Teócrito”) muestra cómo los personajes de los idilios rústicos se visten principalmente con pieles de animales, en tanto que los de los idilios urbanos lo hacen de modo más refinado con vestimenta de lana propia de la cultura helenística. Lesdain (“La heroicidad cotidiana de Heracles (Teócrito, Idilio XXIV, 1-10)”, sostiene que, a diferencia de la Nemea 1 de Píndaro y el Himno Homérico a Heracles, que se centran en el elogio del héroe, en el caso de Teócrito es la narración de los aspectos cotidianos la que revela la grandeza del héroe; el elogio es básicamente consecuencia de la narración en la que el lector reconoce alusiones heroicas. Teócrito, por medio de las alusiones homéricas, estaría invitando al lector a mirar con ironía la cotidianeidad de las escenas presentadas. Prioux (“La enargeia en Teócrito: del modelo homérico a la recepción de los Idilios ”), también estudiando las alusiones, muestra cómo Teócrito otorga vivacidad a sus descripciones por medio de alusiones a pasajes de Homero bien conocidos por su enargeia. Así, la descripción que hace el cabrero de la copa en el idilio 1 alude a la descripción del escudo de Aquiles en el libro 18 de la Ilíada y a la descripción del escudo de Heracles atribuida a Hesíodo. La descripción del cielo nocturno en que Ificles y Heracles fueron atacados por las serpientes, en los versos 11-12, alude al cosmos que aparece como primer tema del escudo de Aquiles, y la presentación del pugilista Amico en el idilio 22. 34-53, de quien se dice que los músculos de sus brazos son como piedras empujadas por un torrente, alude al libro 13 de la Ilíada (versos 136-142) donde Héctor es asimilado a una roca de acantilado empujada por el río. En relación con estos dos últimos estudios, habría que preguntarse si la función principal de las alusiones es la señalada por los autores, pero siempre es de valorar la intención de éstos de tratar de comprender mejor cómo funciona “lo real” en los poemas de Teócrito.
La tercera parte, “Presencias femeninas”, enfatiza cómo la voz femenina, ausente en el canto bucólico, está muy presente en los idilios urbanos. Cusset (“Las voces femeninas en los Idilios de Teócrito: ¿una cuestión de género?”) muestra este punto y señala que el idilio 27 (pseudoteocriteo) es el único en el que se establece un equilibrio y un diálogo entre masculino y femenino. En relación con el idilio 14, Fountoulakis (“Repensando roles de género e identidades genéricas: los celos sexuales en el Id. 14 de Teócrito en Dial. Meretr. 15 y 8 de Luciano”) sostiene que este poema se centra en la psicología masculina, a diferencia del Diálogo de las cortesanas 15 y 8 (de Luciano), que privilegia el punto de vista femenino, y que Teócrito se remonta a la tradición del mimo masculino, mientras que Luciano se inspira en el mimo femenino y en la comedia nueva, y pone de relieve voces marginales. González Galván, por su parte, en su artículo “Confidencias de amor y violencia (Teócrito, Id. XIV)”, abordando el idilio 14 desde una perspectiva de género y realista, argumenta que en este poema la normalidad con que el maltrato de Ésquinas hacia Cinisca es tomado por el mismo Ésquinas, por Tiónico y por los asistentes al banquete, es prueba de la preeminencia masculina en una sociedad patriarcal y funciona como un precedente de la violencia de género en la Grecia antigua. Particularmente no creo que la violencia de Ésquinas en este idilio pase de un motivo tomado de la comedia nueva ni que el realismo aparente del poema sea un reflejo de la realidad. De todas formas, el tema de lo masculino y lo femenino es de central importancia en los idilios de Teócrito y es bueno que continúen los intentos de entender cómo funcionan estos ámbitos, clasificarlos y analizarlos, siempre sin perder de vista el contexto de producción de los idilios, su intención, y los roles de los distintos sexos en la época.
La cuarta parte, “En torno a ciertos discursos amorosos”, se centra en las modalidades de expresión del amor. Köhnken (“La pena y la queja del amante: los poemas no bucólicos de Teócrito”) ve paralelismos estructurales y temáticos en los idilios 2 y 14 que presentan lamentos de enamorados. Pilipovic analiza la doble temática del sufrimiento de amor y del tópico metapoético en el idilio 11 de Teócrito donde la canción enmarcada del Cíclope sirve de remedio a su padecer. Fantuzzi (“El Eros pastoril de Teócrito”) se centra en cómo los idilios auténticos de Teócrito no exploran la dimensión alegre del amor recíproco, sino sus contrariedades y sufrimientos, mientras que los idilios probablemente apócrifos reflejan la reciprocidad de la pasión. El estudio más interesante en esta sección es el de Cairns (“Bato y Coridón en el Idilio 4 de Teócrito”) en relación con el idilio 4. Propone que Bato y Coridón están caracterizados en términos peripatéticos (según la caracterología desarrollada por Aristóteles y Teofrasto): Coridón como ἀληθευτικός, y Bato como κακόλογος. Yo agregaría a este interesante estudio que la poesía de Teócrito, por medio de los elementos caracterizadores mencionados por el autor, evidencia siempre su condición de “arte alusivo”. Las figuras de Bato y Coridón, por ser tipos universales, parecen haber aludido a poetas del período helenístico y parecen en su comportamiento representar también a personas de la actualidad.
La quinta parte analiza el diálogo de Teócrito con sus predecesores. Billault compara los Idilios de Teócrito con el Fedro de Platón y concluye que ambos crean situaciones análogas de comunicación y paisajes similares con las características del paisaje bucólico: grandes árboles, una corriente de agua, aire fresco. Este estudio no va mucho más allá de los paralelismos evidentes y habría que ver qué otras conclusiones se pueden extraer de la comparación. El estudio más interesante en esta sección es el de Daniel-Muller (“Las Argonáuticas de Apolonio de Rodas: ¿un hipotexto desconocido del Idilio II de Teócrito”?) sobre cómo las Argonáuticas de Apolonio de Rodas constituyen una fuente del idilio 2 de Teócrito, siendo la pareja Simeta/Delfis el doble degradado de la pareja heroica Jasón/Medea. Para el autor, Simeta, como Medea, son poetas y figuras ambiguas. Teócrito retoma la analogía mujer-poeta presente en la figura de Medea en las Argonáuticas para denunciar el fracaso de Apolonio en su intento de dar a Medea una voz femenina verídica. Aunque podamos no estar de acuerdo con él, el autor da una nueva interpretación que contribuye a la profundización del estudio de ambas obras.
La sexta parte, “Los poetas augústeos y Teócrito”, estudia la influencia de Teócrito en la poesía augústea. Collin, por ejemplo, en su artículo “La Arcadia de Teócrito y de Virgilio”, trata de demostrar que Teócrito y Virgilio sitúan la Arcadia en su aquí y ahora concreto (Sicilia en el caso de Teócrito y Mantua en el de Virgilio) y su Arcadia no consiste en un lugar utópico (como es la concepción moderna) sino en la existencia terrenal en armonía. Vial y Kossaifi (“De Teócrito a Virgilio. Permanencia y transformaciones en un pasaje de las Metamorfosis (XIII, 738-898)” argumentan que Ovidio, por medio de las alusiones (por ejemplo, la alusión a Polifemo en Odisea 9.481 y en el idilio 7.152 de Teócrito, donde Polifemo era “el que lanzaba montañas a los barcos”), indica la naturaleza literaria de su narración. Siendo una variación de una variación del mismo Teócrito, el texto de Ovidio refleja el fenómeno de la metamorfosis, que es tema del poema. El estudio va más allá de las diferencias evidentes entre el idilio 11 de Teócrito y el libro 13 de las Metamorfosis; analiza las alusiones y considera la función de Acis, que no está presente en el poema de Teócrito, y cuya transformación evidencia la poética del simbolismo de las Metamorfosis.
La última parte, titulada “Posteridad de Teócrito más allá de la antigüedad”, analiza la recepción de Teócrito hasta nuestros días. Hay estudios sobre la influencia de Teócrito en la novela erótica griega del siglo XII, Drosila y Caricles, de Nicetas Eugeniano sobre la opereta Simeta, escrita por el filólogo calabrés Antonio Cipollini en 1889 (Ragno); y sobre la traducción que del poeta hace Margarite Yourcenar en La Corona y la lira. El estudio de Poignault sobre esta última obra muestra cómo Yourcenar suaviza aquellos elementos muy marcados en cuanto al contexto histórico para crear un poeta de nuestros días. El artículo más interesante de esta sección es, sin duda, el de Driscoll (“Separándose de lo pastoril: Teócrito en los simposios literarios imperiales”) sobre la recepción de Teócrito en los simposios literarios imperiales (Ateneo, Aulo Gelio y las Quaestiones Convivales de Plutarco). Mientras Plutarco no presenta referencias al poeta siracusano y el grupo de Aulo Gelio lee a Teócrito para apreciar su dulzura intraducible, los simposiastas de Ateneo se interesan en los términos oscuros proporcionados por Teócrito, así como en la participación de Teócrito en zetemata (juego de preguntas y respuestas entre simposiastas), como se evidencia en la respuesta/explicación que Teócrito da en el “Poema de Berenice” (fr. 3) de que leukos es el pez sagrado. Driscoll sugiere que los textos de Teócrito fueron escritos para un contexto de simposios y que son ideales para ser reusados en estos contextos. Dado que la crítica ha señalado numerosas veces la apertura de los idilios de Teócrito a múltiples interpretaciones y la presencia en estos de marcas que indicarían su intención de ser repetidos, creo que esta relación con los simposiastas del período imperial resulta enriquecedora.
El lector dispone al final del compilado de una bibliografía y los resúmenes en francés e inglés de todos los estudios incluidos en el volumen, una excelente ayuda para aquel que quiera adentrarse en la lectura en particular de alguno de los artículos. El volumen sirve a su vez de inspiración y alienta a continuar en la investigación de un autor que siempre, por la complejidad y riqueza de su poesía, tiene algo nuevo que decir.