El Político es uno de los tres diálogos más importantes que en el corpus Platonicum están dedicados al pensamiento político. Se lo suele considerar un diálogo tardío y aquellos que creen estar en condiciones de determinar la evolución del pensamiento platónico a través de sus escritos lo interpretan como una transición del radicalismo de la República a la adopción de la constitución mixta. Desde el punto de vista dramático, forma parte de una trilogía ( Teeteto, Sofista y Político), cuyo plan incluía un cuarto diálogo sobre filósofo ( Soph. 216c8-217b2, Ptc 257a3-5). La obra ha concitado una gran atención, especialmente en el campo de la historia del pensamiento político y en los últimos 20 años se le han dedicado importantes traducciones, comentarios y monografías. 1 El Murr presenta ahora un ensayo en el que recorre paso a paso todo el diálogo de manera muy personal. 2 Las tesis centrales de su trabajo siguen las hipótesis de Melissa Lane, 3 a saber que en el Político el paradigma ( cf. infra) desempeña un papel metodológico central y que la finalidad principal del escrito es dirimir la condición epistémica de la política, determinando su objeto y su relación con la dialéctica.
El volumen consta de una introducción (9-23), nueve capítulos concebidos en tríadas (25-286), una conclusión (287-295), una bibliografía (297-314) 4 y dos índices, uno de nombres y otro de lugares citados (315-318 y 319-332 respectivamente). Una somera ubicación del diálogo en la trilogía (18-20) lleva a El Murr a sostener que el político es una imagen del filósofo (19) y la política una imagen “simplifiée et appauvrie d’une autre cible plus importante et plus complexe, la dialectique” (20).
Los tres capítulos iniciales (25-90) desarrollan los fundamentos de la hipótesis de partida, utilizando como herramienta hermenéutica el pasaje que analiza la noción de paradigma en el centro del diálogo (277d1-278e11). Un análisis de la tradición interpretativa (25-43) conduce a El Murr a defender la unidad de la obra que ha sido interpretada indistintamente como un ejercicio dialéctico o como un tratado político. Aparentemente, el autor divide entre un tema obvio (la definición del hombre político), que considera accesorio porque sirve de pretexto para el ejercicio dialéctico (35), y otro, la ciencia política, a la que también califica de tema obvio (40). 5 En su examen(45-73) de la función del paradigma en el proceso dialéctico de conocimiento, sostiene que el paradigma posee sólo una función mediadora, la de llegar a la opinión recta, pero no la de llegar al conocimiento del objeto de estudio (59). Para él, el diálogo no se agota en un simple ejercicio dialéctico, sino que se interroga sobre las relaciones entre la política y la dialéctica (70). La política sirve de paradigma para comprender la tarea dialéctica (73). Es evidente que ‘paradigma’ tiene aquí un sentido diverso del que posee en el uso platónico y más que ‘modelo’, el autor lo toma en su significado de ‘ejemplo’. El tercer capítulo, “Structure et unité du Politique ” (75-90), no contiene ningún análisis de la estructura del diálogo en sentido estricto, sino una larga disquisición sobre su supuesto objeto y su unidad, basada en que la dialéctica aborda problemas que dependen del contenido político del diálogo (90).
La tríada siguiente (91-188) comienza por las divisiones de la primera parte (257a1-277c8), en la que se aborda la cuestión del estatuto epistémico de la política y la antropología en la que se fundamenta. El primer escollo que encara es la inclusión de la política dentro de las ciencias cognitivas. El Murr se limita a afirmar que el pasaje correspondiente de 258e8 a 259d4 está mejor estructurado que lo que supone la mayoría de los comentadores. A continuación, se interna en la crítica aristotélica a la noción platónica de la unidad de todas las ciencias de gobierno e indica con acierto que ésta es una noción no sólo platónica, sino que se encuentra también en Jenofonte (103-108). Por último, sostiene que la política es una ciencia análoga a la aritmética o la dialéctica, porque apunta a un conocimiento, pero no se limita al conocimiento por el conocimiento, sino que su papel tiene una vertiente práctica, pues debe indicar a las otras artes qué deben hacer (114). El capítulo siguiente analiza el pasaje entre 264b y 266e, en el que se llega a la definición de la ciencia política como aquella que tiene por objeto las manadas de animales bípedos sin alas (266e4-10; el ejercicio clasificatorio apunta, según El Murr, a infligir una lección de humildad al hombre, una lección que es necesaria para el proyecto político global (138), ya que la finalidad de la división no es clasificar ni ordenar, sino menguar la pretensión del hombre de acordarse una naturaleza humana y ya política (139). No queda claro en qué pasaje del Político en concreto se basa el autor para llegar a esta conclusión. En esta parte se hace evidente que desconoce las importantes aportaciones que se han realizado en el ámbito de la diéresis, especialmente en el campo de la filología alemana. 6Esos trabajos le habrían posibilitado entender mejor la relación entre política y dialéctica, dado que la división o diéresis es un método central en la dialéctica y no así en la política.
En el largo capítulo (143-188) dedicado al tratamiento del mito central (268d4-274e1), se decide con corrección por la interpretación tradicional que considera la existencia de dos y no tres ciclos cósmicos (150), aunque su interpretación de que la visión cíclica se opone a la del Timeo (152s.) no es acertada, ya que en el último diálogo se habla también de ciclos históricos que son complementarios al proceso de destrucción que se menciona en el mito del Político, tal como desde hace más de medio siglo han demostrado diversos estudios, algunos de ellos en francés. 7
Los tres capítulos finales (189-286) se consagran al estudio de la última parte del diálogo (277a1-311c8), en la que El Murr considera que se tratan las tareas propias de la ciencia del político y de sus efectos sobre la comunidad humana: su rol arquitectónico, su relación con la ley, la verdadera y la falsa política y el “entrelazamiento real”. De su análisis del paradigma de la tejeduría (279a1-283a9), El Murr concluye que la aplicación del mismo a las artes que dependen de la política implica que ésta dirige de lejos las dedicadas a la vida material de la ciudad, pero de muy cerca las relacionadas con su unidad (220), a saber la retórica, la estrategia y la judicatura (cf. 303e7-305e8). El capítulo VIII (221-262), aborda un pasaje que ha sido objeto de numerosos estudios y aún hoy es centro de muchas polémicas: el de la crítica al νόμος (292a5-303d3). El Murr trata de recorrer una vía intermedia, afirmando que el político puede utilizar la ley como vía sustitutiva (224). 8 Observa correctamente que en la constitución ideal las leyes deben existir (242) y afirma que la ley es sustitutiva de la φρόνησις. El punto central de toda la digresión sobre el valor de la ley es precisamente la imposibilidad que tiene el político humano de hacer lo que hace el dios, es decir dirigir individualmente a cada miembro de la comunidad, tal como indica el mismo autor más adelante (p. 245), algo que difícilmente se concilia con la supuesta función sustitutiva del nomos. 9 En su interpretación se nota una cierta confusión de la noción griega de νὀμος con la actual de ley. Toda prescripción que emane del político será necesariamente un nomos, porque implica una regla general para toda la comunidad, independientemente de las particularidades específicas de cada ciudadano en cada momento. El último capítulo (263-286) trata la parte del diálogo, en la que se considera el entrelazamiento de las dos índoles naturales, la temperada y la valiente, como una parte fundamental, combinadas con la educación, en la constitución del tejido de la ciudad. Aquí El Murr vuelve a sufrir una confusión terminológica, ya que el Huésped de Elea no está hablando de virtudes (267), sino de características naturales, índoles, algo muy diverso de la virtud que sólo se puede desarrollar a través de la educación.
En la conclusión (287-295), vuelve a insistir en que el Político abre la posibilidad de separar poder y saber y da un espesor a la noción de prescripción que abre el camino para una independencia de la política como ciencia (294). Esta tesis central del ensayo es incorrecta. En primer lugar, porque el tema del diálogo debe ser considerado a partir de la trilogía esbozada en la que está inserto. Se trata de encontrar una definición del político y no de la política, como se trata de encontrar una definición del sofista y del filósofo. Es significativo, desde la perspectiva de la unidad entre político y filósofo que establece Platón en el resto de sus obras, que el tercer elemento de la trilogía no haya sido escrito. El diálogo sostiene que el político debe tener un conocimiento que repercuta en la vida de la comunidad, pero no precisa si ese conocimiento debe identificarse o no con la filosofía. Aceptar que la política es un conocimiento independiente de ésta es acercar Platón a Aristóteles. Más aún, pretender que el político es una imagen del filósofo implica suponer un cambio que contradice totalmente la supuesta unidad del pensamiento político de Platón. En este sentido es más coherente la posición que ve en el diálogo una transición entre la República y las Leyes.
Notes
1. Véanse, entre otros, S. Rosen Plato’s Statesman. The Web of Politics. New Haven – London1995; M. Migliori, Arte politica e metrica assiologica. Commentario storico-filosofico al Politico di Platone. Milano. Vita e Pensiero 1996. M. Lane: Method and Politics in Plato’s Statesman.. Cambridge, Cambridge University Press 1998. C. Rowe: Plato. Statesman. Edition, Translation and Commentary Oxford 2005 2; G. A. Seeck Platons Politikos. Ein kritischer Kommentar. C. H. Beck. München 2012.
2. El Murr recurre con mucha frecuencia expresar su opinión en primera persona a través de giros como “je crois”, “je pense”, “il me semble”, etc.
3. Method and Politics, cf. p. 4.
4. La bibliografía incluye no sólo las contribuciones citadas, sino también los trabajos consultados. Aunque no tiene mucho sentido incluir estos últimos, es útil para tener la certeza de que los trabajos que no aparecen no han sido consultados por el autor.
5. El Murr no distingue con claridad la diferencia entre ‘político’ y ‘política’. Su estilo suele dificultar la comprensión de cuál es el verdadero sentido de sus interpretaciones.
6. Cabe preguntarse si puede abordarse con solvencia el estudio del Político, ignorando aportaciones tan centrales como la de Julius Stenzel ( Studien zur Entwicklung der platonischen Dialektik. B. G. Teubner Leipzig 1931 2, y sobre todo el más reciente de Thomas Szlezák ( Das Bild des Dialektikers in Platons späten Dialogen. De Gruyter Berlin 2004), para nombrar sólo dos.
7. Obsérvese, p. ej., la promesa realizada por el demiurgo a los dioses en Tim. 41a7-b6 a la luz de 273d4-e4 y 269d5-e6. Es evidente que no son contradictorias ambas visiones, sino complementarias.
8. La permanente intención de navegar entre diferentes corrientes que caracteriza el ensayo se manifiesta de manera especialmente clara en este capítulo. Contrariamente a lo que afirma en las p. 224 y 242 donde supone una contradicción entre ley y ‘prescription phronétique’ (sea cual fuere el significado de este sintagma), en 243 sostiene: “La condition pour que cet usage substitutif de la loi se voit conférer une certaine légitimité est de subordonner strictement la prescription légale à la prescription phronétique ” (cursiva de EM). De esta manera trata de conciliar la evidente necesidad de leyes en el gobierno filosófico con la interpretación que lo supone sin ellas.
9. Este punto lo he interpretado en un sentido semejante al de El Murr hace más de 30 años (cf. F. L. Lisi Einheit und Vielheit des platonischen Nomosbegriffes. Eine Untersuchung zur Beziehung zwischen Philosophie und Politik bei Platon. Beiträge zur klassischen Philologie, Heft 167 Verlag Anton Hain Königstein / Taunus 1985) .