Los centones virgilianos están viviendo un período de esplendor. Luego de haber sido vilipendiados por buena parte de la filología clásica como textos sin valor alguno, 1 en estos últimos años se intentó revertir, en una suerte de revisionismo, su imagen de decadencia y trivialidad. El estudio de Rondholz se inscribe dentro de esta merecida recuperación crítica, que desvela al lector el verdadero alcance literario del texto centonario.
En los Prolegomena, Rondholz afirma que dividió su trabajo en dos secciones: una dedicada a los centones en general y otra al estudio de la Medea de Hosidio Geta. La postura de la autora es clara: a partir de un análisis pormenorizado del texto –que incluye el estudio de la técnica centonaria utilizada y la interacción con el texto base, es decir, el corpus virgiliano–, se propone demostrar que el centón de Geta no es un texto mediocre, sino que, por el contrario, revela un destacado nivel de sofisticación literaria: “it deserves to be taken seriously as a Medea tragedy” (p. ix).
En el cap. 1, “Origin and Development of the Cento”, Rondholz repasa estos problemas en el ámbito grecolatino; estudia la etimología del término y sus usos en el mundo griego, y se adentra en la discusión acerca de si la rapsodia y el pastiche pueden ser considerados los precursores del centón griego. Prudentemente, concluye que ninguna de las dos formas determinó el surgimiento del centón, principalmente por la enorme distancia temporal entre estas y el primer ejemplo arquetípico centonario: Petronio, Sat. 132, 11. Asimismo, la autora conjetura que entre Petronio y Geta la técnica centonaria debió haber ganado un grado de popularidad importante como para que se acuñara un término técnico que describiera el fenómeno. Si bien es imposible determinar las relaciones entre los centones griegos y latinos, algún tipo de influencia pudo ejercer la variedad romana sobre la griega, como puede conjeturarse a partir del centón homérico de tema bíblico de Eudosia, del siglo V, como reacción al centón cristiano de Proba. La conclusión final, por lo tanto, no puede ser otra que el origen de los centones se pierde en la oscuridad de los tiempos.
En el cap. 2 (“What is a Cento?”), Rondholz se centra en la definición del centón tal como la conocemos en la actualidad. Para ello, como es tradicional, se basa en la famosa carta escrita por Ausonio a su amigo, el rétor Axio Paulo, que funciona como un ars poetica centonaria, y en los testimonios de Ireneo y san Jerónimo. Luego, resume los intentos de categorización de los centones realizados por la crítica y afirma que los centones no sólo son difíciles de clasificar desde el punto de vista literario sino que también la terminología utilizada es confusa, un problema que es típico de la intertextualidad en general: quot capita, tot sententiae. La conclusión más interesante de esta sección es que, para Rondholz, el centón no puede ser considerado un género sino más bien una técnica compositiva que permite reproducir cualquier tipo de poesía, con la única restricción del metro hexamétrico: “The cento form was an écriture, not a genre” (p. 145). El capítulo se cierra con una breve reseña de los dieciséis centones virgilianos conservados. 2
Los restantes capítulos (3-6) están dedicados al estudio de Medea. En el cap. 3 (“Hosidius Geta, Medea : An Introduction”), Rondholz incluye una nueva traducción del texto centonario, la tercera realizada luego de los trabajos de Mooney3 y Salanitro, 4 además de dedicar apartados a la trama, la transmisión textual y al autor. Imprime el texto latino de Lamacchia, 5 con sus sigla y apparatus virgiliano, y se desvía de esta edición en tres casos, incluidos en un segundo apparatus. 6 En cuanto al criterio de traducción, la autora decide traducir el texto de la tragedia como un continuum, sin prestar atención al contexto original virgiliano. Esto permite que el lector pueda seguir el texto inglés sin problemas, ya que las “costuras” del zurcido centonario, que en latín son a veces evidentes, son invisibles en la traducción. Otra propuesta interesante se vincula con la identificación del autor del texto centonario. Rondholz sugiere con prudencia que podría tratarse de M. Vitorius C. Hosidius Geta –sobrino nieto de Cn. Hosidius Geta y bisnieto de C. Hosidius Geta–, nacido en los años 90 e hijo del amigo de Estacio y Quintiliano, C. Vitorius Marcellus. Esta amistad paterna le habría posibilitado a Geta disfrutar de una sólida educación –incluso con Quintiliano como maestro. No habría fuentes, en cambio, sobre una presencia de este Geta en África: “perhaps M. Vitorius C. Hosidius Geta wrote, published, or at least shared his cento on a visit to Africa” (p. 88). Después de mencionar otros dos posibles candidatos –a partir de una inscripción, CIL 8, 2884–, Rondholz concluye que cualquiera de estos tres nombres pudo haber sido el autor de centón y no necesariamente un contemporáneo de Tertuliano, como generalmente se afirma.
La técnica centonaria de Geta se analiza en el cap. 4, a partir de los presupuestos ya mencionados por Ausonio. Un punto muy discutido de este centón son las irregularidades métricas que presentan las partes dialogadas, un problema que ya ha sido tratado exhaustivamente por Lamacchia, 7 quien, basándose en su lectura del gramático Sacerdos, sostiene que dichas irregularidades se fundamentan en una forma innovadora de escansión. Rondholz, por el contrario, argumenta que Geta no tenía como prioridad la métrica de su centón –cerca del 10% de los hexámetros son irregulares– o quizá carecía del dominio técnico, ambas opciones más probables que el audaz argumento esgrimido por Lamacchia. Luego, repasa los casos donde Geta modifica el texto original virgiliano para adaptarlo al nuevo contexto y explica, además, que “many deviations from the Vergilian text in Geta’s Medea can be traced back to errors in the transmission” (p. 99) del Codex Salmasianus ( Codex Parisinus 10318), núcleo principal de la Anthologia Latina, donde se conservan doce de los dieciséis centones virgilianos.
El cap. 5 presenta el núcleo del análisis de las relaciones entre el centón y el corpus virgiliano. El primer punto, fundamental para comprender la temática y la resemantización del personaje de Medea, es la intensa presencia de la historia de Dido (20% de los versos centonarios deriva de la “tragedia de Dido”). A partir de esta relación, Rondholz estudia las alusiones simultáneas a Virgilio y a las Argonáuticas de Apolonio de Rodas y, en menor medida, a las “Medeas” de Eurípides, Ennio y Séneca. Asimismo, incluye en su análisis el episodio de Niso y Euríalo, “key to the interpretation of Geta’s cento” (p. 112) porque transmite las ambigüedades éticas del contexto épico 8 a la caracterización de Medea, y muchos otros pasajes virgilianos, principalmente el episodio de Alecto en Eneida 7, que se vincula con Medea por su fuerza terrible y destructora, y las Églogas, utilizadas para vincular el amor a la locura.
Un ejemplo del análisis atractivo y exhaustivo de Rondholz servirá para demostrar la riqueza del centón de Geta. En la primera canción coral (vv. 25-51), se evidencia la presencia de la historia de Dido y del episodio de Niso y Euríalo. Los vv. 42-3, felix, heu nimium felix / dum fata deusque sinebant! corresponden a Aen. 4, 657 y 4, 561, respectivamente, cuyo contexto original es el último discurso de Dido antes de su suicidio. Los versos de Aen. 4, 657-8, donde Dido se lamenta porque los Dárdanos tocaron la costa libia y se despide para siempre de su lecho, tienen una larga tradición intertextual, cuyo modelo es A.R. 4, 26ss., cuando Medea abandona la Cólquide, no sin antes despedirse simbólicamente de su virginidad, besando su lecho 9 y anticipando su casamiento con Jasón. Medea finaliza su discurso con un deseo imposible: αἴθε σε πόντος / ξεῖνε διέρραισεν πρὶν Κολχίδα γαῖαν ἱκέσθαι ( A.R. 4, 32-3), es decir, el mismo deseo de Dido en la Eneida. En la tradición trágica, es la nodriza quien dice estos versos, como se lee en Eurípides, Med. 1-5, y en Ennio ( Med. frr. 208-212 Jocelyn). Geta, al citar Aen.. 4, 657, no sólo vincula a Medea con Dido sino que además solicita que su lector evoque la cadena de deseos imposibles en Apolonio, Eurípides y Ennio, con la conclusión lógica de que “if Jason had never come to Colchis, Medea would not have killed her children” (p. 115).
El último cap. del estudio agrega algunas consideraciones, como el apartado “Alexandrian Footnotes”, donde Rondholz demuestra el grado de conciencia artística de Geta al utilizar la alusión como una herramienta sofisticada que enfatiza las semejanzas y diferencias con respecto a la tradición del mito.
En sus conclusiones, la autora afirma que, a diferencia de Eurípides y Séneca, la Medea de Geta “is a study of the cruel nature of love, of guilt and of responsabilities” (p. 153), donde la presencia de las Argonáuticas a través de Virgilio es fundamental para entender el entramado de la tragedia. La autora demuestra que la ambigüedad de Medea –como monstruo y como víctima– es uno de los logros más destacados del centón. El estudio se cierra con la bibliografía, un índice general y un utilísimo índice de versos virgilianos utilizados en el centón.
La lectura de este trabajo es altamente recomendable –junto con el excelente trabajo de McGill 10– para aquellos lectores que no conocen la tradición centonaria secular o mitológica o que, conociéndola, la ven como un opprobium litterarum. El principal mérito de Rondholz es que su análisis enriquece la lectura del texto centonario y le da una profundidad que hasta hace años atrás le había sido negada. Indudablemente, el centón, como práctica intertextual, es una forma espléndida para entender el funcionamiento imitativo de la literatura latina.
Si se piensa en una reedición del libro, deberían tenerse en cuenta las siguientes erratas: “paensiero”, p. viii; “literay”, p. 15; “Householders article” (p. 31, n. 100); “The intention of parody particularly contentious” (pp. 31-2, n. 100); “Christian eschatoloy” (p. 36); “Ausionius” (p. 39); “Allecto” (debería decir “Medea”) (p. 141); “techinque” (p. 146). Por otra parte, en la referencia a Ausonio, “ praef. 47” (p. 21), debería decir “ praef. 45”. Asimismo, el texto latino presenta dos erratas: v. 55 occurat por occurrat y v. 127 tantae por tanta. Finalmente, en p. 39, n. 134, se lee: “Proba puts forth her cento as Maro mutatus in melius, Schenkl 1888, pp. 568, 4-5, CSEL 16”, pero en realidad no es Proba quien enuncia la frase latina sino un copista anónimo ( librarius) –que le dedica su trabajo de transcripción a quien se lo había encargado, el emperador Arcadio– ni son los vv. 4-5 los citados, sino los vv. 3-4.
Notes
1.Quizá el caso más extremo y arbitrario de esta postura sea la exclusión de los centones virgilianos realizada por D. R. Shackleton Bailey de su edición de la Anthologia Latina (Stuttgart 1982). Se lee en p. iii del primer tomo: “ Centones Vergiliani (Riese 7-18), opprobia litterarum, neque ope critica multum indigent neque is sum qui vati reverendo denuo haec edendo contumeliam imponere sustineam ”.
2.Si bien el libro fue publicado en 2012, no se indica cuándo la autora finalizó su estudio, aunque podemos suponer que fue en 2008, puesto que no se cita bibliografía posterior. Esto es importante porque entre 2009 y 2012 se publicaron varios estudios dedicados a los centones virgilianos: M. Bažil, Centones Christiani. Métamorphoses d’une forme intertextuelle dans la poésie latine chrétienne de l’Antiquité tardive (Paris 2009); G. Salanitro, Silloge dei Vergiliocentones Minori (Roma 2009); C. Arcidiacono, Il Centone Virgiliano Cristiano “Versus ad Gratiam Domini” (Alessandria 2011); A. Badini-A. Rizzi, Proba. Il Centone (Bologna 2011); E. Giampiccolo, De Verbi Incarnatione. Centone Virgiliano (Roma 2011); V. Sineri, Il centone di Proba (Roma 2011).
3.J. Mooney, Hosidius Geta’s Tragedy “Medea” (Birmingham 1919).
4.G. Salanitro, Osidio Geta. Medea (Roma 1981).
5.R. Lamacchia, Hosidius Geta. Medea. Cento Vergilianus (Lepzig 1981).
6.Debido a su publicación en 2010, la autora no pudo beneficiarse de una persuasiva propuesta con respecto al v. 21 de Geta que causó muchos problemas de interpretación. M. Galli, “Nota ai versi 20-21 della Medea di Osidio Geta”, MD 64 (2010), 221-228, propone leer, en lugar de peteret, el infinitivo “emozionale” petere, transmitido en la tradición virgiliana por M antes de la corrección de M 1 en peteres.
7.R. Lamacchia, “Metro e ritmo nella Medea di Osidio Geta”, SIFC 30 (1958) 175-206.
8.Rondholz fundamenta esta ambigüedad del episodio virgiliano en el hecho de que los dos amigos no sólo comparten el destino de Dolón, “but Vergil also combines the contradictory characters of Odysseus/Diomedes and Dolon in Nisus and Euryalus” (p. 113). Es decir, a pesar de que son dos personajes positivos, también involucran cierta ambivalencia.
9.Otro paralelo interesante es Soph., Trach. 920-2: Ὦ λέχη τε καὶ νυμφεῖ’ ἐμά, / τὸ λοιπὸν ἤδη χαίρεθ’ ὡς ἔμ’ οὔποτε / δέξεσθ’ ἔτ’ ἐν κοίταισι ταῖσδ’ εὐνήτριαν. Son versos dichos por la nodriza.
10.S. McGill, Virgil Recomposed. The Mythological and Secular Centos in Antiquity (Oxford 2005) BMCR 2006.03.31.