BMCR 2013.09.04

Diodoro Siculo. Biblioteca storica, Libro IV: commento storico. Storia : Ricerche

, , Diodoro Siculo. Biblioteca storica, Libro IV: commento storico. Storia : Ricerche. Milano: Vita e Pensiero, 2012. xiv, 396. ISBN 9788834315767. €30.00 (pb).

El Comentario integral de la Biblioteca de Diodoro, proyecto donde participan investigadores de varias universidades italianas (Bolonia, Florencia, Milán y Pavía), continúa su curso con la publicación de este volumen sobre el libro IV, que el historiador siciliano destinó a la mitología griega.1 Giuseppe Mariotta es el autor de la Introduzione (pp. vii-xiv) y del Commento storico a los capítulos 1-39 (pp. 3-152), mientras que los capítulos 40-85 (pp. 153-296) corren por cuenta de Adalberto Magnelli. A la Bibliografia (pp. 297-338) le siguen un Indice dei nomi (pp. 339-360) y otro delle fonti (pp. 361-396), elaborados por Lellida Todini.

La Introducción comienza glosando las declaraciones de Diodoro en el Proemio general y en varios pasajes del libro IV en torno al lugar y el papel de los mitos en su historia universal. La asignación de los seis primeros libros a las antigüedades de los pueblos bárbaros y a los mitos griegos sobre el periodo anterior a la guerra de Troya se justifica no sólo porque estas narraciones poseen un fondo de verdad y ensanchan el spatium historicum, sino por el valor ejemplar de las hazañas cumplidas por los héroes y semidioses en beneficio del género humano. Sin embargo, el historiador siciliano no ignora los problemas cronológicos ni que las incongruencias de estos relatos les restan credibilidad, de ahí que a lo largo de la sección mitológica, y concretamente en el libro IV, recurra a las teorías de Evémero y otras interpretaciones racionalistas e historicistas, intentando eliminar los detalles más extravagantes o vincular las peripecias míticas con el tiempo presente.

En cuanto a las fuentes del libro IV, Mariotta señala que si bien establecer su filiación respecto a textos desconocidos es un ejercicio arriesgado pero necesario, cuando se pone el acento en su valor documental para la tradición mitológica, la Quellenforschung pierde relevancia. Está claro que Diodoro se basó en poetas, historiadores, como Timeo de Tauromenio y Matris de Tebas, y/o en variantes recopiladas por Dionisio de Mitilene o Escitobraquio, lo cual no implica que se limitase a “cortar y pegar” materiales ajenos, sino que cabe otorgarle cierto grado de autonomía y criterio propio. Tal es la perspectiva crítica mayoritaria en la actualidad y, por tanto, concluye Mariotta, “è da credere che anche nel IV libro non manchino indizi in tal senso” (p. xi). Para empezar, la disposición de la materia sigue un plan preciso: los capítulos iniciales sobre el Dioniso griego remiten explícitamente a las tradiciones bárbaras que cierran el libro III; las hazañas de Heracles, a su vez, dan pie a narrar las aventuras de los Argonautas y los Heraclidas; luego, el horizonte referencial se extiende a Atenas y Tebas, mientras que, al final del libro, las genealogías heroicas y las leyendas sicilianas facilitan la transición a los libros V y VII, dedicados a las islas y la guerra de Troya, respectivamente. La mano del autor se manifiesta, además, en la uniformidad de lengua y estilo, los clichés narrativos y reenvíos internos, la insistencia en la concisión y equilibrio entre las partes, los avisos al lector sobre hechos inesperados o desconcertantes, y las digresiones. Por otro lado, la caracterización de las grandes figuras del libro IV (Dioniso, Heracles, Jasón y Teseo) se basa en un patrón de estereotipos — la excelencia física, intelectual o moral, el deseo de gloria y el esfuerzo cuya recompensa es la inmortalidad—, que aparece a lo largo de la primera péntada, pero también en los libros históricos, con independencia de las fuentes manejadas en cada lugar. Finalmente, Diodoro pudo añadir noticias de cosecha propia, recogidas en Sicilia — entre otras, las tradiciones de Agirio, su ciudad natal— y, quizá, durante su visita a Egipto.

El Comentario atiende a dos objetivos fundamentales: por un lado, encuadrar el relato en sus contextos histórico-mitológicos, subrayando aquellos pasajes donde el siciliano aporta una versión poco común o un dato único; y por el otro, detectar cómo se plasman en la escritura los principios programáticos que presidieron la redacción del libro. El comentario está organizado por bloques, que agrupan uno o más capítulos bajo el mismo epígrafe.2 Cada módulo suele incluir una presentación del personaje y/o la saga, donde se exponen y discuten las fuentes, loci paralleli y variantes del mito, así como sus contextos, etiología e interpretaciones en la bibliografía crítica. A continuación, las entradas sucesivas del comentario lineal (en realidad, casi siempre por parágrafos de texto) descienden al detalle, incorporando contenidos diversos: testimonios figurativos, notas de toponimia y etimología, apostillas textuales, referencias cruzadas, contradicciones internas, etc. Los bloques temáticos se desdoblan en la sección consagrada a Heracles, que ocupa un espacio acorde con el protagonismo del dios-héroe en el libro IV y con su enjundia mitológica: 115 páginas, cuyos títulos y subtítulos reflejan el orden de los Trabajos y demás episodios de su biografía legendaria, las digresiones insertas en la trama, así como la relevancia otorgada por el historiador a los distintos asuntos.

La Introducción se cerraba con estas palabras: “Sul tema dei rapporti fra mito e storia in Diodoro e sul suo metodo di lavoro, comunque, ulteriori elementi potranno ricavarsi attraverso le indicazioni fornite nel commento”. Sin embargo, son escasas las remisiones internas sobre éstas y otras cuestiones, tratadas sumariamente en la sección preliminar y de manera dispersa en el comentario. En consecuencia, a falta de un índice analítico que facilite búsquedas por tópicos, los interesados deberán elaborar sus propios “estados de la cuestión”, lo que resulta factible sólo si se lee el volumen de principio a fin, algo inusual en obras de consulta especializada. Así, por ejemplo, un recorrido por la problemática de las fuentes permite descubrir que aunque se suele invocar, a mi juicio con buen criterio, una tradición corroborada por otros testimonios antes que una autoridad concreta, a la nómina de historiadores y mitógrafos consensuados por la crítica (Evémero, Dionisio Escitobraquio, Matris, Timeo, Helánico, Ferécides, Posidonio, Filócoro y Antíoco de Siracusa), se añade el (Pseudo)Apolodoro en dos pasajes: respecto al castigo de Tántalo (cf. 74. 2, p. 264: “Diodoro … preferisce parlare, così come la fonte mitografica utilizzata (Pseudo- Apollodoro), di segreti revelati”); y más adelante, sobre la genealogía de Dárdano ( cf. 75. 1, p. 267: “Diodoro segue qui la versione pseudo-apollodorea”). Estas afirmaciones, en apoyo de las cuales no se aduce argumento alguno, chocan con la cronología, contradiciendo la communis opinio desde K. Robert ( De Apollodori Bibliotheca, Berlín, 1873): es decir, que el tratado fue compuesto hacia el siglo II d. C. por un autor desconocido, no por Apolodoro de Atenas. En este punto cabría reseñar que para explicar las concomitancias entre el libro IV y el (Pseudo)Apolodoro, E. Bethe ( Quaestiones Diodoreae Mythographae, Göttingen, 1887) propugnó el uso de un manual mitográfico como fuente común, hipótesis discutida y reformulada, entre otros, por M. Van der Valk (“On Apollodori Bibliotheca”, REG 71 (1958), p. 100-168). Ninguno de estos trabajos, fundamentales para la Quellenforschung del libro IV, figura en la Bibliografía.

De hecho, en mi opinión, los mayores fallos del volumen se descubren al revisar este apartado, donde tienen cabida casi 700 referencias a enciclopedias, diccionarios, monografías, artículos, traducciones y ediciones de fuentes. Precisamente por ello, no se entiende el silencio que pesa sobre las traducciones del libro IV, salvo la italiana de Rusconi cuya introducción está registrada por partida doble.3 No obstante, una de ellas aflora de incógnito en el párrafo que dice: “Il gen. τῆς Εὐβοίας, infatti, non può dipendere da ἀπῆλθε e la frase non può significare «partì dall’Eubea verso il promontorio chiamato Ceneo», dato che il Ceneo (odierno Capo Lithada) è l’estrema punta nord-occidentale della stessa Eubea: bisogna intendere «partì verso il promontorio dell’Eubea chiamato Ceneo»” (cf. 37.5, p. 149). Pues bien, la traducción citada entre comillas y enmendada es la de I. Labriola en la editorial Sellerio (cf. Diodoro Siculo, Biblioteca storica, libri I-V, Introduzione di L. Canfora, Palermo, 1986, p. 214). Tampoco se hace referencia a una excelente obra en francés ( Diodore de Sicile. Mythologie des Grecs, traduit par A. Bianquis. Introduction et notes par J. Auberger. Préface de P. Borgeaud. Paris: Les Belles Lettres. Collection La roué à livres, 1997), que, a mi parecer, ha dejado huella en varios apuntes del comentario.4

Llama la atención la vaguedad, impropia de una publicación académica, de la siguiente nota crítica (cf. 78. 5, p. 278): “Il texto che accogliamo presenta la lezione τῷ‬ κατ᾿‬ἀλήθειαν‬ κριῷ in luogo dell’altra τῷ‬ κατ᾿‬ἀλήθειαν κηρίῳ: si dovrá quindi pensare alla raffigurazione di un capretto aureo piuttosto che di un «favo»”. Los lectores, por tanto, deberán completar la referencia; a poco que indaguen, comprobarán que la lección aceptada pertenece a F. Vogel ( Diodori Bibliotheca histórica (v. I) Leipzig: Teubner, 1890), y la desechada (“l’altra”) resulta ser la de Dindorf en la misma Colección (1866): ninguna de estas ediciones aparece en la Bibliografía, si bien es cierto que a Vogel se le nombra en algún pasaje (cf. p. 33; p. 191).

No obstante, pese a las omisiones y carencias señaladas, el libro de Mariotta y Magnelli significa un avance notable en la comprensión y puesta en valor del libro IV de la Biblioteca. Y, sin duda, el cúmulo de noticias históricas, mitológicas y críticas que ofrece ordenadas y sintetizadas, será muy útil para futuras investigaciones no sólo sobre Diodoro de Sicilia, sino también en el campo de la mitografía griega.

Notes

1. La serie se inauguró el año 2008 con los tomos correspondientes a la Introduzione generale (D. Ambaglio, F. Landucci Gattinoni, L. Bravi), y a los libros XIII (Ambaglio) y XVIII (Landucci), reseñados en BMCR por C. Rubincam ( 2009.12.03; 2010.12.14) y A. Meeus ( 2009.03.45). El catálogo de la editorial registra una nueva entrega a cargo de G. Cordiano ( Diodoro Siculo. Biblioteca storica. Libri VI-VII-VIII. Commento storico, Milano: Vita e Pensiero, 2012. xxxvii, 136 p. ISBN 9788834323151).

2. Copio los títulos, añadiendo entre paréntesis la paginación: 1. Introduzione (3-11); 2-5 Dioniso (1-30); 6. Priapo, Ermafrodito (30-34); 7. Le Muse (34-36); 8-39. Eracle (37-152); 40-60. La saga degli Argonauti (153-199); 57-58. I descendenti di Eracle (199-203); 59-63. Teseo (203-227); 64-67.2. La saga tebana (228-238); 67-3-68 La stirpe di Eolo (238-244); 69-70. Centauri e Lapiti (244-250); 71. Asclepio (250-253); 72. La stirpe di Asopo (253-269); 73-74. Pelope, Tantalo, Enomao e Niobe (260-267); 75. Dardano e suoi discendenti (267-269); 76-80. Dedalo (270-284); 81-82. Aristeo (284-289); 83-84. Erice e Dafni (289-293); 85. Orione (294-296).

3. Cf. Diodoro Siculo. Biblioteca storica, Libri I-VIII, a cura di G. Cordiano e M. Zorat, Milano, 1998. De las traducciones modernas, aparte de las identificadas en el cuerpo de la reseña, se echan en falta la edición bilingüe de C. H. Oldfather (London- Cambridge: Loeb Classical Library, 1953) y las versiones al alemán de O. Veh (Stuttgart: Hiersemann, 1993) y al español de J. J. Torres Esbarranch (Madrid: Gredos, 2004). Permanece inédita la Tesis doctoral de P. Giovannelli-Jouanna, Diodore de Sicile, Bibliotheque Historique, Livre IV: edition critique, avec introduction, traduction et commentaire (dir. J. Irigoin), Paris-IV, 2000 ( resumen).

4. Confróntense, en particular, los comentarios a IV 8-39 (p. 37); 42. 2-7 (p. 159); 61. 4 (p. 218), 63. 4 (p. 227); 71. 2 (p. 252); 74. 4 (p. 266), con las siguientes notas de Auberger: 35 (p. 124); 109 (p. 134); 156 (p. 139); 190 (p. 142); 198; 201 (p. 143).