Ya a priori se ha de partir del hecho de que muy pocos estudiosos son tan idóneos y cuentan con mayor competencia que Jean-Yves Guillaumin para abordar la tarea de editar, traducir y comentar (o anotar) cualquiera de los textos transmitidos en el Corpus Agrimensorum Romanorum (CAR). Una larga trayectoria de estudio de esta tradición literaria técnica precede a la elaboración no sólo de esta edición crítica de Higino y de Sículo Flaco, sino también a la de Frontino e Higino el Gromático, editados también por Guillaumin en el tomo I de esta misma colección.1 Consiguientemente, las premisas son de lo más halagüeño.
La decisión de editar conjuntamente a Higino y a Sículo Flaco se sustenta en la relación directa a nivel textual existente entre el primero y el segundo, en cuanto que Higino es fuente primordial de Sículo Flaco. De este modo, una edición conjunta procura ventajas a la hora de definir ambos textos, pues no es infrecuente que la lectura cruzada preste buen servicio para mejorar la comprensión de pasajes poco claros o discutidos, para conjeturar el texto perdido en lagunas, para perfilar alguna lectura dudosa.
El volumen está compartimentado en dos bloques que corresponden a los dos autores editados, por tanto la reseña también se articulará en dos partes.
El volumen se abre con la introducción relativa a Higino, una introducción breve y sucinta donde se abordan la datación de la obra, sus contenidos, algunas características reseñables de Higino en el cuadro general de los gromatici, y la fortuna de la obra –circunscrita al propio CAR –. Seguidamente Guillaumin pasa a referirse a la transmisión del texto de Higino y a los problemas involucrados en este proceso. La introducción concluye con un elenco de las principales modificaciones introducidas en el texto. La bibliografía sumaria que sigue a la introducción es subsidiaria de la bibliografía general presentada en el tomo I de Les Arpenteurs Romains, pues a ella se reenvía al lector. Dado el uso recurrente de títulos de esa “bibliografía ausente”, el lector puede lícitamente preguntarse si no habría sido mejor repetirla en este segundo tomo; habida cuenta de que en el tomo I esa bibliografía ocupa apenas 4 páginas, parece un costo mínimo de espacio que habría garantizado la plena autonomía funcional del volumen. La bibliografía existente sobre Higino no es abrumadora y por ello, con mínimas excepciones2, aparece recogida íntegramente.
El texto que establece Guillaumin es más legible que el de la anterior edición de referencia (la vieja teubneriana de Thulin3) tanto en el aspecto de legibilidad física como en el de legibilidad del contenido. La constitutio del texto de Higino está basada en los mismos manuscritos que fueron utilizados por Thulin. Por esta razón, las mejoras introducidas en el texto dependen enteramente de: 1) un conocimiento más exhaustivo de la doctrina agrimensoria, 2) una familiaridad más profunda con todos los textos del CAR, y 3) el acumen crítico del editor.
Guillaumin sigue a Thulin en rechazar los textos que Lachmann intercalaba entre el final del De limitibus y el parágrafo Territorii iuris controuersia, y mantiene la atribución a Higino del pasaje II, 1-2 (un texto citado dentro del Commentum del pseudo-Agenio Úrbico) como inicio del De condicionibus agrorum. Asimismo sigue a Thulin en la atribución a Higino del texto Agrorum quae sit inspectio (que en el manuscrito Arceriano B aparece entre los escritos de Agenio Úrbico) y lo coloca en la misma posición en que aparecía en la edición de Thulin.
Sin entrar a valorar cada una de las intervenciones sobre el texto, sí vale la pena ponderar algunas de ellas. En De limitibus (I, 1) la recuperación del eorum que integraba Rigault ciertamente mejora el texto; en I, 2 el duodrantales del manuscrito (forma extravagante que por sí sola constituía una excepción ortográfica en el ThlL) ha sido normalizado como dodrantales; en I, 3-8, como resultado de las intervenciones sobre el texto, el sistema de referencias inscritas en Kardo y Decumano resulta más completo y más coherente; en I, 10 la transposición del texto que introduce Guillaumin produce un texto más adecuado: “in quot centuriis qua parte quae aut quota sors modum habeat, utrum ultra et dextra, utrum sinistra et ultra aut citra”. En De condicionibus agrorum II, 4, ministra es una buena conjetura; lo mismo se puede decir de II, 10 con “in flexurae simil
La segunda parte del volumen se abre con la pertinente introducción a Sículo Flaco: comienza por la datación de la obra (verosímilmente entre 292 y el 312 d.C.), y pasa luego a la descripción de su contenido, a las fuentes de Sículo Flaco (básicamente Higino), a las características específicas del tratado, a la ideología de la victoria allí recogida, a la fortuna del tratado (centrada en los Libri coloniarum), y termina refiriéndose a la tradición textual del tratado (donde nuevamente se remite al lector a las pp 45-50 de tomo I para lo referido a la descripción de los manuscritos).
En cuanto al establecimiento del texto de Sículo Flaco, las innovaciones introducidas por Guillaumin también facilitan la lectura de un texto no siempre claro. De nuevo, sin afán de exhaustividad, merece la pena ponderar algunas de estas intervenciones editoriales: en I, 3 la introducción de
En conjunto la edición está cuidada con una pulcritud notable. Acaso, el único reparo que un lector puede mostrar hacia esta nueva edición de Higino y Sículo Flaco, edición de referencia desde el momento mismo de su publicación, está referido al modo en que se presenta el texto de Higino. Guillaumin explica tanto en la introducción como al inicio de cada bloque de texto cuáles son los avatares de la transmisión del texto, pero un lector que abre directamente el texto de Higino encuentra un texto lineal, continuo, uniforme. La impresión visual de uniformidad esconde la procedencia heterogénea de los textos, que aparecen engarzados linealmente sin solución de continuidad. Por ejemplo, en el inicio del De condicionibus agrorum de Higino el lector (a pesar de las explicaciones precisas de Guillaumin en la introducción y en las notas) fácilmente puede perder de vista que no se trata de un texto independiente, sino que está extraído de otro texto que lo reproduce en clave exegética (el Commentum del pseudo Agenio-Úrbico). Algo parecido cabe decir de la inclusión del excerptum Agrorum quae sit inspectio al inicio del De condicionibus agrorum de Higino, que es una buena elección editorial, pero que en la edición aparece alineado con el capítulo anterior y con el siguiente, como si fuera un simple capítulo más en una sucesión lineal continua con el mismo estatuto jerárquico que se establece entre dos capítulos normales de un texto. Es decir, el texto de Higino es el resultado de enlazar diferentes textos (y diferentes tipologías textuales); no es un único texto lineal porque no es así como se ha transmitido. No se trata de un defecto de la edición de Guillaumin, sino de una limitación de la presentación en papel de una serie de fenómenos de transmisión complejos, que en ocasiones resultan difíciles de reflejar en un texto.
La nueva edición de Guillaumin supone un paso adelante no sólo en la edición de los textos gromáticos del CAR sino también en su interpretación sistemática. Higino y Sículo Flaco deben ser leídos en lo sucesivo conforme a esta nueva edición crítica, y también el Commentum del pseudo-Agenio Úrbico deberá beneficiarse de las correcciones aportadas al texto higiniano. Lo deseable es que la labor prosiga ahora al resto de los agrimensores romanos y que, muy pronto, Guillaumin nos proponga nuevas ediciones —completamente necesarias— al menos del texto de Agenio Úrbico y del Commentum del pseudo-Agenio Úrbico. Como dije al inicio de esta reseña, muy pocos estudiosos podrían ser más idóneos que él para esta tarea.
Notes
1. Jean-Yves Guillaumin, Les Arpenteurs Romains. Tome I. Hygin le Gromatique, Frontin. Paris, 2005.
2.El lector podrá echar en falta Lucio Toneatto, “Una tradizione manualistica difficile: l’agrimensore Igino e gli scritti collegati al suo nome. Attribuzione e datazione”, Miscellanea 4. Università degli studi di Trieste (Facoltà di Magistero) ser. III a, 11, 1983, 125-29; Idem, “Appunti sulla dottrina delle confinazioni presso l’agrimensore Siculo Flacco”, en Sodalitas, Scritti in onore di A. Guarino IV, Napoli, 1984, 1601-1631.
3. Carl Thulin, Corpus agrimensorum romanorum, vol. I fasc. I. Opuscula agrimensorum ueterum. Leipzig, 1913. De Thulin aprovecha también Guillaumin algunas de las conjeturas presentadas en aparato y que el estudioso sueco no se atrevió a incorpar al texto. Son ejemplo de ello opinandus en Hig. II, 7; adiectumque ut en Hig. II, 47; adiunxerunt en Sic. Flac. I, 2;
4.De hecho en su traducción transforma el infinitivo en una forma personal: “on ne devra pas considérer”.