BMCR 2010.10.14

Tears in the Graeco-Roman World

, Tears in the Graeco-Roman World. Berlin/New York: Walter de Gruyter, 2009. vi, 491. ISBN 9783110201116. $140.00.

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¿Qué significado han tenido las lágrimas desde los orígenes del hombre? ¿Por qué y para qué lloraban griegos y romanos? ¿Con qué finalidad se cubrían la cara al llorar? ¿Qué diferencias hay al respecto entre hombres y mujeres? ¿Cuándo “se puede” llorar y cuándo no? Los hombres, desde antiguo, han derramado lágrimas por múltiples y a veces opuestas razones: tristeza, dolor, odio, impotencia, miedo, sed de venganza, desamor, alegría, búsqueda de algo a cambio, etc. La gran variedad de sentimientos y emociones de la especie humana provoca que nuestros llantos o lamentos, muchas veces reales, otras veces forzados o fingidos, respondan a causas tan diversas. Descifrar todas las claves que rodean este fenómeno humano en el mundo antiguo es el objetivo primordial del libro que ahora brevemente reseñamos, el cual mira con lupa muchas de las aristas (si no todas) que la cuestión presenta. Tres años después de su edición en alemán, sale a la luz una visión mucho más amplia de las distintas funciones que cumplen las lágrimas y los llantos en la antigüedad. Si en 2006 eran 8 los artículos que trataban diversos aspectos del tema en cuestión ( Zeitschrift für Semiotik vol. 28), se ha decidido ahora dar una visión mucho más completa añadiendo 12 artículos, todos ellos esta vez escritos en inglés.

El libro comienza con una introducción del editor, el profesor Thorsten Fögen, redactando un sucinto status quaestionis e incluyendo una bibliografía esencial (“Tears and Crying in Graeco-Roman Antiquity: An Introduction”: pp. 1-16). Los siguientes 19 artículos que componen el volumen aparecen dispuestos por su temática y cronología histórica.

En el estudio del mundo griego, Sabine Föllinger (“Tears and Crying in Archaic Greek Poetry”: pp. 17-36) comenta un nutrido número de textos homéricos e interpreta el sentido de las lágrimas de valientes héroes (rabia, desesperación, pérdida de seres queridos, miedo, etc.), con alguna referencia a la lírica arcaica. También señala que el esfuerzo de los héroes por evitar las lágrimas no responde a un intento de éstos por evitar la feminidad. Según Föllinger, la identidad masculina la demuestran mediante el conocimiento militar y la fuerza física. Las lágrimas, pues, no son tratadas en el género épico de la misma manera que serán tratadas por autores posteriores como Platón o Eurípides, en los cuales las lágrimas son incompatibles con la muestra de masculinidad.

Douglas L Cairns (“Weeping and Veiling: Grief, Display and Concealment in Ancient Greek Culture”: pp. 37-57) profundiza en las expresiones de lamento públicas de la cultura griega antigua, deteniéndose en el hecho de cubrirse con un velo al llorar, el cual, al tiempo que responde a un ritual, revela múltiples emociones (compasión, vulnerabilidad, sensibilidad y por supuesto dolor), en vez de ocultarlas. El velo representa el cruce entre la emoción espontánea y el ritual establecido o, en palabras del propio Cairns: “the use of the veil brings an element of emotion to ritual performance and an element of ritual to the expression of emotion” (p. 54).

Ann Suter (“Tragic Tears and Gender”: pp. 59-83) revisa—sumándose a comentarios de artículos anteriores—la idea de que las lágrimas sean típicamente de mujer: la tragedia griega demuestra que los porcentajes hombre-mujer no están tan desequilibrados como algunos pensaron.

Roland Baumgarten (“Dangerous Tears? Platonic Provocations and Aristotelic Answers”: pp. 85-104) señala aquellas excepciones en las que Platón “acepta” las lágrimas: cuando uno reconoce sus errores y puede entonces mejorar. En cambio, para Aristóteles las lágrimas que produce la tragedia son positivas, ya que conducen a una catarsis.

Donald Lateiner (“Tears and Crying in Hellenic Historiography: Dacryology from Herodotus to Polybiu”: pp. 105-134) repasa los distintos significados que se le puede conceder a las lágrimas en once historiadores griegos (desesperación, súplica, alegría, etc.), desde Herodoto hasta Polibio, acabando con una breve comparación con las vidas de Plutarco y los oradores áticos. Lateiner establece una diferencia en las implicaciones historiográficas de las lágrimas en Herodoto (como emociones individuales reveladas mediante anécdotas), Tucídides y Polibio (“to elicit both a reader’s emotions and emotional responses with attempts at strategic analysis seems a legitimate part of the historiographical project… Tears have been part of the historical record- history is a record of human suffering”, p. 127) o Jenofonte y Plutarco (“[Tears] show strength or weakness of character and magnifies heroes moral choices”).

Ya en el estudio del mundo romano, Darja Sterbenc Erker (“Women’s Tears in Ancient Roman Ritual”: pp. 135-160) expone ideas de autores como Cicerón y Séneca, según los cuales el llanto de una mujer era negativo y representaba exageración, descontrol personal y llamadas a la venganza, salvo en aquellos casos excepcionales en los que se ajustaba a los ideales de la comunidad.

Christina A. Clark (“Tears in Lucretius”: pp. 161-177) comenta el uso que hace Lucrecio de las lágrimas, las cuales funcionan en su obra como un “síntoma externo del miedo interno”—estaremos deprimidos mientras no conozcamos la realidad —, para despertar el interés emocional del lector y para, en definitiva, “reforzar la exposición de los descubrimientos epicúreos”. Las lágrimas son una excusa al fin y al cabo para animarnos a no temer a la muerte o a no tener ideas equivocadas de los dioses.

Thorsten Fögen (“Tears in Propertius, Ovid and Greek Epistolographers”: pp. 179-208) nos sumerge en la siempre apasionante elegía erótica de Propercio y Ovidio, demostrando que no siempre las lágrimas representan dolor, sino que también, a veces, reportan un sesgo cómico a la situación; acaba Fögen con un excursus sobre los epistológrafos griegos Alcifrón y Aristeneto, dados los motivos paralelos de su obra con la elegía romana.

Loretana de Libero (“Precibus ac lacrimis: Tears in Roman Historiographers”: pp. 209-234) investiga los textos de Livio, Tácito y Amiano Marcelino, donde se hallan un gran número de escenas con derramamiento de lágrimas naturales, pero también estratégicas (llamadas a venganza o a misericordia, ruegos en votaciones, intentos por calmar un motín, etc.).

Margaret Graver (“The Weeping Wise: Stoic and Epicurean Consolations in Seneca’s 99th Epistle”: pp. 235-252) discute el tipo de lágrimas “virtuoso” (necesidad natural como la respiración o gozo por las experiencias vividas con la persona fallecida) y su engarce con la teoría estoica.

Helmut Krasser (“Statius and the Weeping Emperor (Silv. 2.5): Tears as a Means of Communication in the Amphitheatre”: pp. 253-275) analiza la interacción que se da en los anfiteatros de época imperial entre público y emperador, basándose principalmente en un poema de Estacio. Mientras en este escenario—el anfiteatro—el emperador destaca su poder, el público se identifica socialmente, se siente que pertenece a esa sociedad, que forma parte de unos valores comunes. Pero al derramar lágrimas un emperador establece una comunicación ( consensus, dice Krasser) con el público, con sus inferiores, lo cual, según varios autores, es una forma aceptada de comunicación.

Donald Lateiner (esta vez con “Tears in Apuleius’ Metamorphoses”: pp. 277-295) nos proporciona a continuación numerosísimos ejemplos de lágrimas en la famosa novela “Metamorfosis”; lágrimas indiferentes a las reacciones de otros o lágrimas que pretenden comunicar algo: seducir, engañar, robar.

Anthony Corbeill (“Weeping Statues, Weeping Gods and Prodigies from Republican to Early-Christian Rome”: pp. 297-310) se adentra en la relación quebrada entre hombres y dioses mostrada por las lágrimas de estos últimos, desde la Roma republicana hasta los comentarios de Agustín.

David Konstan (“Meleager’s Sweet Tears: Observations on Weeping and Pleasure”: pp. 311-334) repasa someramente algunas de las lágrimas que provienen de la alegría en la literatura clásica y se centra en varios textos de Meleagro.

Stefan Schorn (“Tears of the Bereaved: Plutarch’s Consolatio ad uxorem in Context”: pp. 335-365) ilustra el rechazo que, salvo en algunos contextos privados, Plutarco muestra hacia el llanto público y repetido a causa de la muerte de niños. Plutarco descalifica el llanto público y otras explosiones emocionales, también de la clase alta, desde un punto de vista ético, por entenderlo como una “vana búsqueda de gloria” (p. 349).

Ilaria Ramelli (“Tears of Pathos, Repentance and Bliss: Crying and Salvation in Origen and Gregory of Nyssa”: pp. 367-396) trata la relación que poseen las lágrimas con la muerte según estos dos autores cristianos, que pretenden condenar todo sentimiento distinto del amor.

Charles F. Pazdernik (“Fortune’s Laughter and a Bureaucrat’s Tears: Sorrow, Supplication and Sovereignty in Justinianic Constantinople”: pp. 397-418) interpreta algunos pasajes, ya en época bizantina, de Juan Lido, “el Lidio” y Procopio de Cesarea.

Por último, se cierra el libro con dos artículos que perfilan el análisis científico actual acerca de las lágrimas, mostrando una perspectiva histórica. Así, Arvid Kappas (“Mysterious Tears: The Phenomenon of Crying from the Perspective of Social Neuroscience”: pp. 419-438) y Ad. J. J. M. Vingerhoets, Lauren M. Bylsma y Jonathan Rottenberg (“Crying: A Biopsychosocial Phenomenon”: pp. 439-475) son el contrapunto científico más reciente a todo el análisis literario y lingüístico que se hecho en las páginas que les preceden.

Cabe destacar algunos extremos que convierten la lectura del libro en algo ágil y con una rápida localización. Muchos de los artículos, además de tratar todos un tema común, están internamente interconectados por referencias entre sí (pp. 32, 45, 85, 91, 108, 128, 210, 319, 330). Siempre es de agradecer, aunque sea común a estas colecciones, esa coherencia interna que anima al lector a establecer relaciones entre varios artículos y a recordar ideas ya esbozadas en el volumen o ideas que leerá más adelante. Asimismo, resultan altamente ilustrativas las estadísticas de las que se valen ciertos artículos (pp. 63, 341, 424, 455), el estudio sobre un vocabulario temático (pp. 21, 60, 142), un detallado Index locorum (pp. 477-491) y la extensísima bibliografía que, tanto en la introducción como en cada capítulo, ensancha un camino en este terreno a cualquier investigador que quiera adentrarse, más todavía, en todo lo que se ha escrito sobre el llanto en la Antigüedad.

En definitiva, estamos ante una obra completa y exhaustiva que nos aporta diversas visiones e interpretaciones de autores y épocas sobre un tema en el Mundo Antiguo que, según queda demostrado, requería una mayor profundización: las lágrimas.