Actores de Dionysus (aod) formado en 1993 y dedicado a la interpretación del drama clásico, se ha convertido en el principal exponente de la tragedia griega en el teatro contemporáneo y en la educación. Desde sus primeras producciones—dos DVDs, un audiobook sobre Medea y una extensa serie de pre-performances publicadas en su revista Dionysus, de donde se extrae la selección presente en este libro—el grupo se destaca por difundir la tragedia griega a nuevas y más amplias audiencias. En este caso, el pequenño volumen editado por Alan Beale (director por diez años de “aod” y editor de un primer video “Handbook to Face of Tragedy”) contiene conversaciones sobre cinco tragedias euripídeas: Bacantes, Medea, Hipólito, Electra y Troyanas. En la introducción el editor señala las características singulares del teatro de Dioniso en Atenas y las modernas adaptaciones de algunas piezas por “aod”, como Bacantes en el 2000 y Medea en el 2001. Señala asimismo que “Actors of Dionysus took their name from the Greek guilds of itinerant actors which formed in the third century BC. They have metamorphosed into aod as they have developed their distinctive style” (pág. 2).
El lector puede dar una nueva mirada a cada una de las tragedias que aquí se analizan de acuerdo con la interesante perspectiva trazada por los críticos, quienes exhiben un estilo ágil y dinámico, sin perder por ello el rigor filológico que sustenta cada una de las apreciaciones. Las tragedias se estudian a partir de un aspecto puntual que ha interesado al autor y que contribuye a la comprensión global de la obra; dichos aspectos trascienden lo literario incursionando en otras disciplinas tales como la sociología, la religión o el género. Teniendo en cuenta la recepción de esta edición, es decir, siendo el destinatario un público general, no erudito, cada una de las conversaciones está convenientemente precedida por una breve reseña mitológica que sirve como ayuda para la correcta determinación de los personajes y de la cronología de los hechos que forman parte de la trama trágica.
Bacantes ocupa la primera parte. J.Griffin, A. Garvie y A. Sommerstein apuntan algunas cuestiones poco tratadas en general por la crítica. J.Griffin resalta la figura de Dioniso en el Himno tradicionalmente atribuido a Homero y analiza cuidadosamente las cualidades del dios que resultan las mismas que se manifiestan en la primera parte de la pieza trágica. Con el mismo objetivo- esto es poner en paralelo la obra euripídea con la descripción del dios que ofrece la tradición, el autor señala la participación de Dioniso en Ilíada (6,130-140) y en Teócrito (Id.26), demostrando luego cómo las asociaciones de Dioniso con elementos ligados a la barbarie opacan poco a poco, en la obra trágica, las simpatías del lector hacia su figura.
A.Garvie denomina a Bacantes “la obra de las paradojas” y realiza un recorrido minucioso de todas ellas: un dios nacido de Zeus y Semele que lleva su culto de Asia a Grecia; un nuevo culto religioso inadecuadamente defendido por Tiresias; la entrada de un coro cuyo canto refiere a una religión oriental, pero con la forma de un tradicional himno griego; un dios que proclama benevolencia sólo para sus seguidores, pero que también reclama adoración del hombre común sin tener en consideración género o edad; una religión extática que requiere moderación y buen sentido a los que la practican y, finalmente, el placer prometido que se torna sufrimiento y crueldad. A. Sommerstein, en tanto, deteniéndose en la intervención de la parodos, en su condena hacia Penteo y en su alabanza a Tiresias, analiza la actitud de los tebanos hacial el culto nuevo: Tiresias, Penteo y Cadmo, como también la polis en su conjunto, son observados en relación con sus diferentes posiciones hacia Dioniso y su religión.
Los tres autores – no obstante la singularidad de su enfoque y la peculiaridad propia de cada estilo— confluyen en una cuestión común: el tono de placer que promete un dios sereno, casi afeminado, se torna hacia el final de la obra en dolor, ruina y sufrimiento. En este contexto paradójico, los que detentan el poder se vuelven en realidad víctimas de una peligrosa “secta”, el grupo familiar se violenta al extremo con crímenes horrendos y exilios prolongados, mientras que el pueblo tebano debe acoger el culto oriental de un dios ligado a la barbarie, al poder embriagador del vino que libera a los hombres de la visión racional de la polis, de sus reglas y restricciones, aboliendo todas las distinciones. Dioniso y su religión resultan a la vez hermosos y terribles (pág. 14).
Medea, en la segunda parte de la obra, es analizada por J. March, R. Janko y R. Jenkyns. J. March revisa las muertes de los hijos (probables o finalmente consumadas) en las obras euripídeas (Ion, Bacantes, Troyanas) para concluir en un análisis del final de Medea en el que la madre, matándolos voluntariamente, mata una parte de sí misma. Estrechamente ligada a a la figura controversial de Medea y su acto final, R. Janko, luego de una rápida mirada por las versiones épicas del mito, analiza la “manipulación” de la simpatía de Medea hacia los demás personajes, de Medea hacia los espectadores, de Eurípides hacia los lectores. El último ensayo profundiza la personalidad del personaje trágico, su mente “dividida” que fluctúa entre razonamientos opuestos. De esta forma, en la opinión de R. Jenkyns, el dramaturgo explora psicológicamente—lo que era común en tiempos de Eurípides- la división entre razón, voluntad y deseo.
La tercera parte del volumen se centra en Hipólito. En primer lugar, R.Seaford responde al interrogante que se plantea como el punto nodal de la pieza trágica, esto es, el verdadero significado del rechazo del sexo por parte de Hipólito. Sus reflexiones— que ahondan en las cuestiones del celibato en la cultura griega, en la figura liminar de Artemis y en la importancia crucial de la reproducción en la ciudad estado— trascienden de esta forma lo literario abordando cuestiones estrechamente ligadas a la religión, la política, el género y la sociología. En sentido inverso, K. Dover estudia la figura de Afrodita en el drama y los diferentes sentidos de “eros” en el léxico griego, proponiendo también un tipo de análisis en el que sobresale la operatividad de la diosa en aspectos que van más allá de lo meramente religioso.
C. Carey y J. Griffin se ocupan de Electra. Lo hacen examinado las versiones anteriores del mito y el tratamiento que los predecesores de Eurípides dieron a la figura de Electra y Orestes. Según C.Carey, las innovaciones aportadas por el dramaturgo contribuyen al suspenso y a la orientación ética de los personajes (se trata según el autor de un cambio en la localización tanto social como psíquica) y de la obra considerada como un todo; J. Griffin, en tanto, puntualizando las diferencias a partir del mito homérico, señala que Eurípides introduce en la segunda mitad del siglo V dos cuestiones fundamentales: el pseudo matrimonio de Electra y las consecuencias de la larga ausencia de Orestes, hechos que confieren singularidad a la obra .
El volumen se cierra con dos estudios sobre Troyanas. En el primero de ellos C.McCallum-Barry analiza la obra desde la perspectiva del derrumbe de un mundo masculino a partir del sufrimiento femenino. Las relaciones personales, la esfera familiar, el matrimonio son examinados así desde los personajes / mujeres que experimentan la desintegración de su ciudad, sus normas, sus valores, tema tan reiterado en el drama euripídeo. R. Rutherford, en tanto, focaliza su análisis en la figura de Casandra y su significación en la época en que la obra es concebida: las escenas cantadas y habladas, con sus discursos estrechamente ligados al pesamiento sofista, resultan una “deliberada distorsión de las condiciones genéricas”, según la opinión de la autora (pág.133).
La obra contiene además un apéndice en donde se consignan las producciones de “aod” separadas por año y mes y un apartado que contiene bibliografía específica sobre tragedia, sobre Eurípides en particular, ediciones de las obras tratadas, audiobooks y DVDs.
La originalidad de estas “conversaciones” reside no sólo en los aspectos culturales tratados que incorporan nuevas perspectivas de estudio a la tragedia griega, sino también en la informalidad de los estilos de cada uno de los autores que logra de este modo que el lector pueda “oir” con atención y placer a Eurípides.