Los ensayos que contienen este volumen editado por Rita Felski ofrecen las más variadas posturas acerca del arte trágico; enfoques que parten de la antropología, la filosofía, la literatura, el cine, la teología y la teoría política plantean diferentes perspectivas de valoración de lo trágico, de su contemporaneidad y del arduo trabajo que significa hoy este “Rethinking Tragedy”. El ensayo, provocativo y novedoso en sus abordajes, comienza y termina con dos trabajos absolutamente divergentes: primeramente, la discusión de George Steiner que enfatiza los lazos de la tragedia con una elite política y su grandeza metafísica, y, por contraste, en el final, el enfoque sociológico de Michel Maffesoli, para quien lo trágico es cotidiano, popular y contemporáneo.
La obra presenta cuatro partes, precedidas por una Introducción: “Defining Tragedy”, “Rethinking the History of Tragedy”,”Tragedy and Modernity” y por último “Tragedy, Film, Popular Culture”.
La primera sección se inicia con un ensayo de George Steiner, “‘Tragedy’, Reconsidered”, quien, reconociendo la variedad y la fluctuación de las formas trágicas, señala que, con pocas excepciones, la tragedia se perpetúa en la ficcioaacute;n de la prosa, en la ópera y en el cine. El autor reconoce e insiste en una fundamental distinción entre la concepción moderna de lo trágico y la “tragedia absoluta” de los antiguos griegos, marcada por un constante pesimismo que la acerca al cristianismo y al ateismo.
Simon Goldhill en el siguiente estudio “Generalizing About Tragedy” considera que en su recepción moderna la tragedia ha sido despojada de su significado histórico y político y vista como una meditación metafísica sobre la naturaleza del individuo, la familia o el estado. Alienta una lectura del arte trágico que haga justicia a su política y transhistórica significación sin acudir a juicios prematuros acerca de lo que la tragedia realmente es o puede ser.
El tercer ensayo de esta primera parte corresponde a Wai Chee Dimock, “After Troy: Homer, Euripides, Total War”, quien nos invita a reflexionar sobre una concepción de lo trágico más amplia, que incluya desastres y catástrofes naturales y actores no humanos. De acuerdo con estos parámetros no es extraño entonces pensar que la historia de la tragedia griega autoriza una mirada alternativa de lo trágico como un evento colectivo, masivo, más que como una forma de arte individual. Seguidamente, Kathleen M. Sands en “Tragedy, Theology, and Feminism in the Time After Time” examina la concepción de lo trágico en relación con el cristianismo, reevaluando el rechazo feminista de lo trágico. K. S. considera la trágica dimensión de la teología cristiana manifestada en su visión de un mundo decadente y en su concepción de maldad, pero también cree que estos elementos están finalmente al servicio de una narrativa de redención. Similar evasión de lo trágico se detecta en la teología y en el pensamiento feminista: así, el rechazo de lo trágico en el mundo de la mujer está relacionado con una cuestionable metafísica en la cual la injusticia es vista como una forma de mentira y el sufrimiento como una condición temporaria. Cierra esta primera sección el trabajo de Joshua Foa Dienstag, “Tragedy, Pessimism, Nietzsche”, para quien el trágico pesimismo no muere en la modernidad sino que asume nuevas y vitales formas en el arte y en la filosofía, tal como lo demuestran los escritos de Camus o H. Arendt.
El estudio de Page duBois “Toppling the Hero: Polyphony in the Tragic City” abre la segunda parte del volumen y propone una nueva lectura de lo trágico independizando la tragedia de los concebidos modelos de Edipo y Antígona, enfatizando sus aspectos estéticos desde nuestro propio tiempo. Señala así tres cuestiones importantes: la presencia de la esclavitud, el lenguaje polifónico de la tragedia y el rol del lamento, el duelo y la pérdida. Martha C. Nussbaum, en tanto en “The Morality of Pity: Sophocles’ Philoctetes”, nos ofrece una reflexiva teorización acerca de la cuestión de la piedad, acotándola al Filoctetes de Sófocles. Argumentando a partir de los elementos aristotélicos de la piedad y focalizando su atención en cuatro rasgos reconocidos por la tradición filosófica, analiza su uso en la tragedia sofóclea y nos ofrece una defensa de la piedad como una emoción válida y necesaria para la vida política. Tal como apunta M. N. “Pity is need to prompt the creation of good institutions and, once they have been created, to sustain them” (p.167).
Esta segunda parte se cierra con un ensayo de Simon Critchley, “I Want to Die, I Hate My Life – Phaedra’s Malaise”, quien teoriza sobre la cuestión de lo trágico a partir de la obra de Racine. El autor reseña una cuidada descripción de la enfermedad de Fedra, producto de su atadura con un pasado monstruoso e inexorable.Describiendo luego cómo la metafísica del Jansenismo permea la tragedia de Racine en su absoluto rechazo por la vida, S.C. concluye que Fedra resume una forma de arte juzgada desde siempre como imposible: la tragedia cristiana.
La tercera sección se abre con un estudio de David Scott,”Tragedy’s Time: Postemancipation Futures Past and Present” quien afirma que lo que define nuestro presente es un sentido progresivo de la historia. Focalizando su interés en la obra “The Black Jacobins” de C. L. R. James, el autor reflexiona acerca de la tragicidad de nuestro tiempo señalando que la sensibilidad trágica puede inspirar a una política más autoreflexiva atendiendo a las ambiguas y complejas relaciones entre tiempo y acción, intenciones y contingencias, determinación y oportunidad. Seguidamente, Stanley Corngold en “Sebald’s Tragedy” relaciona las cuestiones de tragedia y modernidad con la obra de W. Sebald. El autor nos invita a reflexionar en lo trágico no desde sus habituales rasgos (la trama, los personajes) sino a través de un patrón de estilo que él encuentra en la obra de Sebald: la melancolía, el asombro, la tristeza, que capturan el sentido de lo trágico en nuestros días. Cierra su estudio con el examen de diez items propuestos para una revisión de la tragedia moderna.
Olga Taxidou, en el estudio siguiente, “Machines and Models for Modern Tragedy: Brecht/Berlau, Antigone Model 1948”, esboza, a partir de una relectura de “Antigone-Model 1948″— copia de la antigua versión de Hölderlin que sigue la de Brecht— determinados elementos que sustentan una identificación más profunda con la tragedia griega. La imagen de Helene Weigel como Antígona es, con palabras de la autora, “a classic Brechtian gestus that combines ritual and history, the textual and the material, actor and object” (p. 20). La obra considerada aquí por O. T. no solamente revaloriza la tragedia moderna sino que exhibe, en sí misma, una novedosa teoría de lo trágico. Seguidamente, Timothy. J. Reiss en “Transforming Polities and Selves: Greek Antiquity, West African Modernity” juxtapone determinados comentarios de Platón y de los trágicos griegos con obras recientes del oeste africano. El sujeto humano que describen estos textos es esencialmente diferente de lo que revelan las teorías occidentales de los trágicos. El individuo en la cultura griega, tal como lo apunta Reiss, vive integrado en un espacio que va desde lo familiar a lo cósmico. Las revisiones africanas de la tragedia desde 1960 reescriben los mitos trágicos ofreciendo al lector no sólo las cualidades del arte africano sino la reelaboración de temas tradicionales que impulsan, además, una nueva perspectiva de comprensión de lo trágico como forma de arte.
La parte final de esta obra considera el diálogo entre la tragedia, el cine y la cultura popular reflexionando acerca de quién es el sujeto trágico. En primer lugar, Elisabeth Bronfen en “Femme Fatale—Negotiations of Tragic Desire” analiza la figura de la “femme fatale” en el film “Double Indemnity” y concluye que tal tipología femenina puede ser vista como prototipo de la moderna y trágica subjetividad, ya que plenamente consciente de su falibilidad, acepta la responsabilidad de su acción. El ensayo siguiente, “Spectacular Failure: The figure of the Lesbian in Mulholland Drive”, de Heather K. Love, examina el estudio de Raymond Williams y la rápida expansión de la tragedia en el siglo XX; luego se detiene en la obra reciente de Terry Eagleton “Sweet Violence” con la finalidad de analizar una figura vital en la cultura griega: la del pharmacos, cuya defensa es crucial para la comprensión de la naturaleza de la tragedia moderna y la trágica colectividad. El moderno pharmacos “embodies and literalizes what are in fact more general features of modernity. Registering the death of the universal on his overly particular body, he takes the blame for the losses of modernity, among which must be counted the death of tragedy itself” (p. 305). A partir de esta figura, y analizando el film “Mulholland Drive” de D. Lynch, H. L. extiende su mirada hacia las persistentes imágenes del trágico lesbianismo, sus mitos, sus fantasías, y su continua resonancia en la vida social. El último ensayo de Michel Maffesoli, “The Return of the Tragic in Postmodern Societies”, consiste en una provocativa reformulación de la idea de lo trágico, insistiendo en que en la antigua Grecia y en nuestro propio tiempo la cultura del placer está ligada al trágico sentido del destino y que esta misma idea nos invita a tener una visión más amplia del denominado espíritu dionisíaco.
Cierran este volumen un “Commentary” de T. Eagleton en el que el autor recorre las ideas a su juicio más sobresalientes de los escritos que le preceden y un Índice de pasajes y términos citados.
La obra cumple con su propósito, esto es, dilucidar aspectos clásicos y modernos de lo trágico, del que no se excluye ninguna manifestación artística. De especial interés para los dedicados al estudio del drama ático resultan los aportes de otras disciplinas y siempre son bienvenidas las reflexiones que, desde el cine o la cultura popular, invitan a repensar la tragedia desde sus orígenes, impregnada, no obstante, de nuevos y prometedores significados.