El estudio del período helenístico, más de un siglo y medio después de que Droysen acuñara el concepto, continúa presentando notables dificultades para los estudiosos. Por una parte, la pérdida casi total de la literatura helenística privó a los investigadores contemporáneos de los más importantes testimonios textuales de la época. Por otra parte, la expansión geográfica del universo cultural mediterráneo con las conquistas de Alejandro y la ausencia de una gran potencia global hasta la aparición de Roma causaron una vertiginosa y confusa sucesión de acontecimientos —guerras locales y globales, desórdenes internos, nacimiento y caída de estados— cuya simple enumeración puede desorientar incluso al más erudito especialista. Debido a estas razones, siempre resultan necesarios textos como Le orecchie lunghe di Alessandro Magno, que ofrecen una síntesis histórica de este complejo período, pero su valor aumenta cuando además lo hacen desde un enfoque temático novedoso como el utilizado aquí, la sátira del poder.
Los anteriores trabajos de Federicomaria Muccioli indagan sobre la naturaleza del poder autocrático en el mundo griego postclásico. En este nuevo estudio, según declara en el prefacio, se propone ofrecer un cuadro general de la edad helenística a partir del análisis de la ironía, la sátira y la crítica al poder autocrático en sus diferentes formas (p. 7). Para ello, ofrece una profunda relectura de los historiadores griegos y romanos fundamentales para comprender este período: Polibio, Justino, Diodoro, Livio, Plutarco, Estabón y Apiano. Además, complementa la información de estos autores con otras fuentes literarias y epigráficas y con textos pertenecientes a las literaturas del Medio Oriente tales como la hebrea o la persa. La presentación del volumen demuestra la intención de hacer accesible su lectura a un público amplio, no necesariamente conocedor del griego antiguo: los vocablos en esta lengua se presentan en transliteración, mientras que las citas literarias son todas ellas presentadas en traducción italiana. En nota al pie se indican sólo las referencias a pasajes de autores clásicos, mientras que el grueso de las discusiones bibliográficas se encuentra en un anexo al final de la obra, justo antes de la bibliografía general (pp. 159-164). Esta forma de presentación facilita notablemente la lectura del texto, que se convierte así en un verdadero manual de historia helenística.
El libro comienza con una introducción teórica donde Muccioli presenta los fundamentos principales de su análisis. Afirma el autor que la tradición literaria hostil contra reyes y tiranos debe leerse siempre en contrapunto con la literatura cortesana propagandística que aquellos mismos promovían. Por esta razón, el espacio por excelencia para el ejercicio tanto de la ironía contra el adversario como de la adulación del autócrata era la corte, y más especialmente, el simposio de la corte. Pero también en las grandes ciudades helenísticas la población ejercía, de forma anónima, la sátira y el humor a través de una tradición oral —rumores, chistes, etc.— que posteriormente entró también en la literatura. Siguen a esta introducción dieciocho capítulos breves que giran alrededor de una o varias figuras históricas (principalmente reyes y tiranos locales) que el autor considera paradigmáticas de su tiempo y espacio geográfico.
El capítulo 1 explica la asociación entre la figura mítica del Cíclope y diferentes autócratas, que se habría originado en la Sicilia de Dionisio I, a quien el autor considera una suerte de monarca helenístico avant la lettre. El capítulo 2 revisa la representación literaria hostil a Alejandro Magno, centrándose en literaturas no helénicas. Una primera parte se dedica a la crítica del Magno en literaturas asiáticas como la babilonia, la irania y la hebrea; la segunda se centra en su representación negativa en la literatura latina. El capítulo 3 indaga sobre el proceso propagandístico que buscó inventar una genealogía noble para los Diadocos, así como su contrapartida satírica, la difusión de rumores degradantes respecto de sus orígenes. El capítulo 4 analiza la figura de Arsinoe II, hija de Ptolomeo I y esposa primero de Lisímaco y después de su hermano Ptolomeo II.
Por otra parte, el capítulo 5 está dedicado a la representación historiográfica del gobierno de Demetrio de Falero en Atenas. El capítulo 6 analiza la recepción histórica de las ambiciones de dominio global de Demetrio Poliorcetes a partir de un pasaje de Duris de Samos. El capítulo 7 estudia a Estratocles de Atenas como ejemplo de los autócratas que gobernaron en las ciudades griegas bajo el auspicio de los reyes helenísticos. Los capítulos 8 y 9 se centran en un conjunto de tiranos de ámbito occidental (Agatocles, Jerónimo de Siracusa) y continental (Apolodoro de Casandrea) que tienen en común su caracterización en la historiografía como ejemplos máximos de crueldad.
En los siguientes cuatro capítulos, el autor regresa al ámbito asiático para centrarse en la corte de los Seléucidas. El capítulo 10 analiza la representación de las rencillas familiares e intrigas palaciegas protagonizadas por el fundador de la dinastía, Seleuco I. El capítulo 11 estudia a dos reinas que, a través de sus esposos e hijos, dominaron la corte de Siria durante largos años: Laodice I y Cleopatra Theá. Los capítulos 12 y 13 están focalizados en Antíoco IV Epifanes. Mientras que el primero analiza cómo la historiografía consagró la imagen este monarca como un “excéntrico” con una excesiva afición por el lujo y la ostentación de riquezas, el segundo estudia la tradición hebrea hostil al monarca, representada por los dos Libros de los Macabeos, que lo presentan como una encarnación de todos los males asociados al paganismo.
Los últimos cinco capítulos completan el panorama con los tardíos representantes del helenismo en otros territorios. El capítulo 14 reseña la literatura de propaganda contra los dos últimos reyes macedonios, no sólo la producida en Roma sino también aquella proveniente del mundo griego. El capítulo 15 estudia al último representante de la dinastía Atálida, Átalo III. El capítulo 16 ofrece un panorama sucinto de los acontecimientos al este del Éufrates en época tardohelenística, centrándose especialmente en el surgimiento del imperio parto y en la caracterización de sus reyes como ejemplos de crueldad extrema. Los dos últimos capítulos se centran en representantes de la dinastía Ptolemaica: el 17 analiza el motivo historiográfico según el cual la acción de la tryphé, el lujo extremo, habría provocado la degradación de los últimos miembros de la dinastía y, por consiguiente, del reino de Egipto, mientras que el 18 revisa las diferentes tradiciones literarias sobre el carácter de Cleopatra VII.
El libro se cierra con una cronología de los principales eventos narrados en el texto, y con otras tres de las principales dinastías helenísticas, que resultan de gran utilidad para ubicar temporalmente a los personajes analizados. También se incluye un índice de nombres propios. Sin embargo, no hay índice de citas de autores antiguos, que habría sido de gran utilidad en un volumen con tantas referencias a historiadores. Tampoco se incluye un capítulo de conclusiones, que habría contribuido a ofrecer al lector un panorama general de los efectos de la sátira y la propaganda en la construcción del poder en la época estudiada.
La exhaustividad con la que Muccioli abarca no sólo la época helenística sino también casi todo el siglo IV a.C. es sin dudas elogiable, pero también es la causa de algunas de las principales debilidades del texto. En ocasiones, el autor parece desconocer importantes estudios sobre los temas que analiza, o tomarlos con demasiada ligereza, como se señalará a continuación. En la introducción, se señala la importancia de los simposios de la corte como espacios para el ejercicio de la sátira política; sin embargo, se ignora una serie de importantes estudios 1 sobre la función política, casi constitucional, que tenían los simposios reales en la corte de Filipo II y Alejandro, que serviría de modelo posteriormente a las cortes helenísticas. Hacia el final del capítulo 3, Muccioli señala que Clitarco realizó una reescritura de la historia de la relación entre Alejandro Magno y Ptolomeo paralela a los esfuerzos propagandísticos de este último, “in modo autonomo o semiautonomo” (p. 44). Esta afirmación, aún con su moderación, resulta temeraria. El grado de afinidad ideológica entre Clitarco y la corte ptolemaica ha sido un rompedero de cabeza para los estudiosos: se ha demostrado recientemente que la tradición que hacía de Clitarco un historiador residente en Alejandría es más débil de lo que se supone;2 a la vez, las ocasiones en que las fuentes señalan que Clitarco contradice la historia del propio Ptolomeo (cf. Curt. 9.5.21) se complican aún más por la dificultad de establecer una fecha de escritura bien definida para ambos autores. Más adelante, cuando en el capítulo 15 estudia la caracterización de Átalo III como un “rey jardinero”, Muccioli señala algunos ejemplos de asociación entre la jardinería y monarcas en la cultura contemporánea (p. 129) pero omite señalar que, en el Oriente antiguo, la figura del rey jardinero tenía una antiquísima tradición que comienza en el segundo milenio a.C. y continúa hasta época aqueménida.3 Esta tradición se manifiesta también en numerosos textos grecorromanos, principalmente en la historia de Abdalónimo de Sidón, reproducida por casi todos los historiadores de Alejandro Magno (D.S. 17.46.6-47.6; Curt. 4.1.15-26; Just. 11.10.6-9).
Por otra parte, el libro presenta algunas fallas en su organización general. La estructura de los capítulos, que parten del análisis de un personaje histórico, no siempre hace justicia a la complejidad de los problemas que se plantean, dando lugar por momentos a una cierta desorganización. Esto puede manifestarse bajo la forma de capítulos excesivamente digresivos, en los que el foco de atención se desplaza de un tema a otro, o de un personaje a otro, sin mayor conexión aparente que el propio interés del autor. Esto se observa, por ejemplo, en el capítulo 9, que no sólo reúne a personajes de épocas y ámbitos geográficos diferentes, sino que también analiza cuestiones de composición literaria muy diversas, como la función moral de las historias de sueños de tiranos, o los relatos de construcción de espectaculares aparatos de tortura, con los que se representa metonímicamente la crueldad del tirano. Defectos similares se encuentran en el capítulo 10, cuando el autor presenta el “triángulo amoroso” familiar de Antíoco III: el foco de atención varía continuamente de un personaje (y de un tema) a otro, lo que lleva en ocasiones al autor a perder el hilo de la argumentación. En otras ocasiones, la desorganización se manifiesta bajo la forma de repeticiones o redundancias, como se aprecia cuando el capítulo 11 se inicia con una frase sobre Olimpíade (p. 96) que repite casi literalmente otra que se encuentra también en el comienzo del capítulo 4 (p. 45).
Estos problemas señalados no disminuyen, sin embargo, el valor de Le orecchie lunghe di Alessandro Magno. Con una hábil combinación de detalle y concisión, Muccioli ofrece un trabajo que será de gran importancia para quienes quieran comprender tanto las complejas dinámicas del poder autocrático en tiempos helenísticos, como su representación en términos de elogio o vituperio en la literatura de la época.
Notes
1. Cf. E. Carney (2007), “Symposia and the Macedonian Elite: The Unmixed Life”, Syllecta Classica 18, pp. 129-180; F. Pownall (2010), “The Symposia of Philip II and Alexander III of Macedon: The View From Greece”, en E. Carney, D. Ogden (Eds.), Philip II and Alexander The Great: Father and Son, Lives and Afterlifes, Oxford, Oxford University Press, pp. 55-65.
2. Cf. A.B. Bosworth (1997), “In Search of Cleitarchus”, Histos 1, pp. 212-213; L. Prandi (1996), Fortuna e realtà dell’opera di Clitarco, Stuttgart, Franz Steiner, pp. 79-81.
3. Numerosos ejemplos provistos por fuentes griegas y asiáticas se señalan en A.B. Bosworth (2003), “Plus ça change… Ancient Historians and Their Sources”, Classical Antiquity 22.2, pp. 181-183.