La obra de Adema estudia las dimensiones ideológicas de las narrativas bélicas del Bellum Gallicum de César y la Eneida de Virgilio, analizando las representaciones discursivas (orales y escritas) y mentales (específicamente: pensamientos) de los personajes, que expresan una actitud o una visión sobre la guerra.
El marco teórico del estudio de Adema combina herramientas de la lingüística y de la narratología, presentadas en el primer capítulo, introductorio, y desarrolladas a lo largo del segundo y tercero. Los aportes de la lingüística cognitiva también se destacan en secciones concretas, a las que nos referiremos oportunamente. Estos enfoques teóricos son aplicados al estudio minucioso de los libros primero y séptimo del Bellum Gallicum y undécimo y duodécimo de la Eneida (capítulos cuatro y cinco, respectivamente). En este sentido, el libro presenta una bipartición entre los tres capítulos iniciales, de corte teórico, y los dos finales, de aplicación. La autora logra integrar ambas partes, pues en los tres capítulos inaugurales provee numerosos ejemplos que facilitan la intelección de sus premisas, y en las instancias finales recupera algunos conceptos teóricos relevantes.
A continuación, exploraremos el contenido del libro.
En primer lugar, Adema describe lingüísticamente las características de los discursos y pensamientos delimitados como corpus. Con este objetivo, circunscribe dos parámetros organizativos: el medio (discurso, pensamiento o escritura) y la construcción sintáctica (discurso directo, indirecto, mencionado o indirecto libre), obteniendo así doce categorías de representación. Al desarrollarlas, Adema se enfoca en el modo de incrustación sintáctica, que ofrece aspectos de gran interés: por ejemplo, las marcas textuales que diferencian un tipo de discurso de otro o que permiten identificar la presencia de un discurso indirecto libre, forma de difícil discernimiento, sintácticamente indistinguible de las palabras del narrador.
A fin de explicitar estas categorías en profundidad, y considerando el método de trabajo de la autora, consagrada a facilitar ejemplos al lector, Adema extiende su corpus textual en este capítulo, incluyendo una obra que no recibe un análisis exhaustivo posterior: el Bellum Iugurthinum de Salustio. La salvedad se explica en la necesidad de cubrir la mayor cantidad posible de representaciones discursivas y mentales, como también de dar una idea general acerca de la frecuencia de sus apariciones. A su vez, esta decisión se justifica en la abundancia de representaciones de escritura presentes en Salustio, en contraposición con su escasez en César y su rotunda ausencia en Virgilio.
Luego de particularizar los puntos principales de esta docena de categorías, Adema esboza unas conclusiones preliminares en torno a las diferencias cuantitativas de sus empleos en las obras de los tres autores analizados, variación que, en lo sucesivo, no deja sin explicitar.
Adicionalmente, Adema dedica un significativo subapartado del segundo capítulo (2.3) a referir la particular voz dual de las formas de discurso no-directo, basada en la coexistencia de dos centros deícticos: el del narrador y el del personaje. Al hacerlo, posicionándose en el marco teórico de la lingüística cognitiva, la autora lista los elementos lingüísticos indicadores de estos centros focalizadores paralelos (morfemas, lexemas, sintagmas), clasificándolos en cuatro grupos: formas verbales conjugadas (en sus facetas de persona, tiempo y modo, donde se incluye una interesante propuesta de lectura de algunos casos no normativos de consecutio temporum), expresiones referenciales (temporales, espaciales y referidas a personas y objetos), elementos comunicativos o miméticos, y elementos organizadores del discurso. Los contenidos de este subapartado resultan de gran interés, incluso considerando la observación de la autora en relación con la futilidad de aclarar si un discurso no-directo se orienta al centro deíctico del narrador o del personaje. En contraposición, Adema asevera que el énfasis debería recaer en las elecciones particulares del narrador, demostrando que su enfoque se orienta hacia lo cualitativo.
El tercer capítulo del libro, de cariz narratológico, estudia los efectos de la inserción de representaciones discursivas y de pensamiento en la narrativa. En primera instancia, Adema destaca las variaciones rítmicas, pues la inclusión de discursos de diversa extensión favorece un ritmo acelerado o lento, que responde, la mayor parte de las veces, a intenciones representativas ideológicamente orientadas. En segundo lugar, se desplaza al orden de la narración (fenómenos de analepsis y prolepsis), manifestado cuando los personajes hablan o piensan en eventos pasados o futuros, que rompen la cronología del argumento. A continuación, Adema se traslada al espacio narrativo, donde delimita los tipos de escenas que favorecen la inserción de representaciones discursivas y/o de pensamientos. Luego, analiza el uso de discursos para caracterizar no solo a los personajes, sino incluso sus acciones y procesos psicológicos (y, en algunos casos, cómo estos se originan en determinadas palabras). Por último, se centra en el particular empleo de discursos de personajes secundarios como medio para presentar un segmento de la narrativa principal y en los efectos generados por esta superposición de narradores.
Las herramientas circunscriptas por Adema en estos dos capítulos contribuyen a una mejor comprensión de las representaciones discursivas y mentales delimitadas como corpus, pero también de las narrativas mayores en las que estas se insertan, en tanto clarifican algunos conceptos subyacentes relacionados con la guerra. Los dos capítulos siguientes, mucho más extensos, aplican estas bases teóricas al estudio de los textos seleccionados, que son abordados de manera ordenada y sistemática. Además, presentan apartados con conclusiones parciales y, a modo de apéndice, tablas con contenido cuantitativo. A continuación, mencionaremos los aspectos principales.
El trabajo sobre los dos libros del Bellum Gallicum seleccionados demuestra la existencia de una visión de la guerra como una actividad necesaria, capaz de ser controlada, anticipada, planeada y ejecutada a la perfección, al menos en lo que concierne a las facciones romanas y, en particular, a César. Esta representación se logra mediante la introducción de un narrador omnisciente y asertivo, que emplea con moderación el discurso directo para cimentar sus convicciones y recurre con mayor frecuencia al discurso indirecto para organizar el ritmo del relato. Adema sostiene que el narrador de la obra es tan eficiente como el protagonista: los discursos de César enfatizan su celeritas (por ejemplo, en el tratamiento dado a sus mandatos, cuyo cumplimiento nunca se explicita, por considerárselo evidente), su capacidad de estratega (en la anticipación de algunos sucesos) y su enfoque analítico de los problemas. Por otro lado, la representación de César en los discursos de personajes no romanos contiene alabanzas, pero también una visión alternativa de la guerra como un fenómeno con alto impacto en la vida de los afectados.
El caso de la Eneida es notoriamente diferente. Allí, Adema nota que las representaciones de la guerra se sitúan entre los ejes de la necesidad (en tanto la guerra es el medio que garantiza la futura fundación de la ciudad de Roma, representación que cuenta con no pocos usos del recurso de la prolepsis), del camino para alcanzar gloria (punto preponderantemente manifestado, dentro del corpus analizado, en los discursos directos de Camila y Turno) y del horror. Este último aspecto prevalece, de acuerdo con la acertada lectura de la autora, quien nota que la mayoría de los discursos y pensamientos plasmados en los dos cantos finales de la Eneida tienden a mostrar el elevado impacto de la guerra en las vidas de los personajes. En la narración virgiliana, estos devienen representantes de las víctimas generales de la empresa bélica: padres, madres, hijos, vencedores, vencidos, e inclusive dioses, afectados por las muertes de sus favoritos.
En las palabras finales del libro, Adema resume las divergencias entre los narradores del Bellum Gallicum y de la Eneida, señalando que el primero no busca transmitir una visión exhaustiva de los horrores de la guerra, presentándola como algo capaz de ser organizado. En cambio, Virgilio recurre a las representaciones discursivas y mentales para desnudar una realidad de manera mucho más descarnada.
En conclusión, Speech and thought in Latin war narratives constituye un libro bien articulado, basado en un metódicamente aplicado marco teórico y capaz de superar las limitaciones propias de un catálogo cuantitativo. Su principal aporte consiste en la capacidad de sustentar, desde el punto de vista de los estudios lingüísticos y narratológicos, lecturas previas en torno a las obras analizadas. En una proyección más amplia, resulta destacable la posibilidad de extrapolar su enfoque al análisis de otras narrativas similares, invitando a futuros lectores a iniciar un fructífero diálogo.