Entre ciencia y maravilla: el género literario de la paradoxografía griega es el vigésimo primer volumen de la colección de Monografías de Filología Griega, que editan las Prensas Universitarias de Zaragoza; en esta colección se han publicado títulos muy apreciados, algunos de los cuales han sido reeditados en editoriales más conocidas (Olms y Hakkert).
Este libro está basado en la tesis doctoral de I. Pajón Leyra.1 Estudia la paradoxografía griega tanto desde el punto de vista de su caracterización conjunta, origen y evolución, como en su relación con otros géneros literarios. Como es sabido, este conjunto de escritos, conservados sobre todo de manera fragmentaria, aparece en la época helenística y es cultivado por autores como Calímaco o Antígono y otros poco conocidos o anónimos. Estos escritores recogen datos de obras ajenas y los descontextualizan; sus obras constituyen enumeraciones de maravillas de la naturaleza (ríos, cuevas, animales, fenómenos meteorológicos, etc.). El género, que responde a una inclinación atestiguada en todas las épocas de la literatura griega, y acaso también a una necesidad humana, tuvo su influencia en autores fuera de su ámbito, circunstancia que añade interés a su estudio.
La introducción general (p. 23 ss.) está encabezada con una cita de M. E. Escher (“Quien se maravilla de algo descubre que eso es en sí mismo una maravilla”), frase que no parece muy acorde con las intenciones de los autores paradoxógrafos. En su presentación la autora subraya el vacío que existe en el estudio de estos autores, que apenas han sido objeto de atención por sí mismos, sino como manera de acceder a autores de cuyas obras se sirvieron los paradoxógrafos.
El primer capítulo (p. 29 ss.) subraya las características del género paradoxográfico siguiendo estudios muy reputados sobre el tema.2 En primer lugar, atiende a la forma en que los autores reelaboraban sus fuentes (p. 31: esquematización, eliminación de la modalidad, eliminación de las causas). Seguidamente, estudia los criterios con que estaban organizadas las obras paradoxográficas (geográfico, temático, bibliográfico y alfabético). En este apartado (p. 35) quizá faltaría alguna aclaración bibliográfica sobre la frase “Quienes se han ocupado de estudiar el desarrollo de la literatura paradoxográfica coinciden en destacar el papel decisivo que desempeña en el nacimiento del género la literatura de viajes” (p. 35). Finalmente, analiza el vocabulario del campo semántico con que estos autores hacen referencia a “lo maravilloso” (θαῦμα y sus derivados, παράδοξος, ἄπιστος e ἴδιος).
El capítulo siguiente está dedicado a indagar sobre los destinatarios del género (p. 51 ss.); la conclusión principal es que la paradoxografía pudo tener su ámbito en el simposio helenístico, donde nuevos ricos podrían fingirse lectores cultos recurriendo a este tipo de obras que seleccionaban sus contenidos a partir de los escritos de otros muchos autores (pp. 77-78). En ese sentido, resulta un argumento apreciable el vínculo que observa Pajón Leyra entre los relatos de Nicerote y Trimalción en la cena ofrecida por éste (Petron. LXI) con la literatura paradoxográfica al estilo de Flegón de Trales (pp. 80-82).
El tercer capítulo enmarca la paradoxografía entre los géneros literarios griegos (p. 83 ss.); da cuenta, en primer lugar, de la manera en que los autores consideran su manera de escribir; después dedica unas páginas a la visión que tienen de la literatura de mirabilia algunos autores ajenos a ella (Aulo Gelio y Tzetzes); asimismo estudia el contenido del Palatinus Graecus 398, en el que el agrupamiento de Flegón, Apolonio y Antígono podría indicar, según la autora, que las obras de estos tres autores fueron reunidas, porque se apreció una semejanza genérica entre ellos frente a los otros textos contenidos en el manuscrito. Todavía se dedican unas palabras al uso del término “paradoxografía” entre los editores y estudiosos modernos.
Sigue el capítulo más extenso del volumen (p. 99 ss.) que se ocupa de los textos conservados. Pajón Leyra realiza una aportación innovadora, puesto que descarta la ordenación cronológica establecida por Giannini y agrupa a los autores relacionados con Alejandría frente a los que estaban vinculados a la ciudad de Pérgamo. Quizás en este apartado más de un lector añorará la posibilidad de tener en el mismo volumen los textos de los paradoxógrafos, aunque hay que admitir que ello hubiera aumentado considerablemente la extensión del libro. Por regla general (y valga esta apreciación para todo este estudio), Pajón Leyra trabaja y reflexiona con bastante prudencia y sobriedad, puesto que no acepta sin argumentos como paradoxográfico cualquier texto.3 Es posible, empero, señalar algunos descuidos como el apartado dedicado a Lisímaco de Alejandría (p. 135), en que la autora se olvida de citar la información bibliográfica relativa a este autor.
Los dos capítulos que siguen consideran la posibilidad de que Heródoto (p. 173 ss.) y Ctesias (p. 209 ss.) pudieran encontrarse de alguna manera en los orígenes del género. Y ello hubiera sido posible porque, según considera Pajón Leyra, historiografía y paradoxografía tienen en común el hecho de que dejan al margen la ficción. La abundancia de maravillas de la naturaleza y de datos etnológicos extraños en la obra de Heródoto permitiría pensar que pudo ser de utilidad para los paradoxógrafos; pero, según constata la autora, los paradoxógrafos no parecen inspirarse directamente en ella, quizá porque, a su juicio, la obra del historiador de Halicarnaso era tan conocida que resultaba difícil sorprender a su público (p. 208). En cambio, del estudio de la influencia de Ctesias deduce la autora que fue usado como fuente, aunque no siempre sin reparos ni críticas, dada la fama de historiador poco fiable que le acompañaba.
En el capítulo 7 (p. 241 ss.) se estudia la formación del género paradoxográfico como un derivado de la escuela aristotélica. Según Pajón Leyra, si bien en la atención prestada a los fenómenos naturales anómalos en la Meteorología aristotélica y más claramente en sus obras biológicas se puede observar su proximidad a las obras paradoxográficas, es, no obstante en la actitud de Teofrasto donde se podría ver el origen de la literatura sobre mirabilia. La autora explica así esta diferencia: “El tratamiento «paradoxográfico» de los materiales que caracterizaba la labor de Teofrasto frente a la de su maestro y que lo convertía en un «eslabón perdido» entre la ciencia del Liceo y la ciencia menor cultivada por los paradoxógrafos, puede, en último término, estar relacionado con esta sustitución de fuentes y la revolución científica que se asocia a la llegada de nueva información” (pp. 262- 263). La “sustitución de fuentes” de la cual habla aquí es el cambio de Heródoto y Ctesias, usados por Aristóteles, por los historiadores de Alejandro Magno, a cuyos informes recurrió Teofrasto.
El capítulo 8 (p. 265 ss.) realiza una revisión de las fuentes que usaron los escritores de mirabilia; la autora postula que entre ellas se pueden distinguir dos grupos, aparte de sus propios antecesores paradoxógrafos: las fuentes vinculadas a la escuela de Aristóteles y las obras históricas.
El último capítulo está consagrado al tratamiento de lo paradoxográfico por parte de Posidonio de Apamea (pp. 289- 306); algunas de las reflexiones científicas de este autor centradas en mirabilia pueden haber tenido su origen en escritos paradoxográficos, aunque su actitud es bien diferente. El apartado concluye con el estudio de dos fragmentos relacionados con su viaje al Mediterráneo occidental; en este apartado el volumen realiza dos aportaciones principales con relación a la paradoxografía; en primer lugar, respecto a un pasaje en que Estrabón (III 5.7), después de hacer mención de Posidonio, alude a una obra paradoxográfica desconocida, Pajón Leyra sugiere que su autor podría ser Isígono de Nicea (p. 302), aunque reconoce que faltan datos que apoyen su hipótesis. Por otra parte, la autora pone en duda la tesis de Edelstein-Kidd,4 quienes consideran que Posidonio podría haber escrito una obra antiparadoxográfica (p. 305-306).
El libro se completa con una bibliografía (pp. 307-333), extensa, aunque no exhaustiva (como señala la propia autora), unas tablas de correspondencia de los fragmentos paradoxográficos de Calímaco en las ediciones de Pfeiffer y Giannini (p. 337), un índice de nombres propios (pp. 339-349) y un índice de pasajes citados (pp. 351-368). También cabe mencionar la traducción del índice al inglés (pp. 13-15) y el abstract (pp. 19-22). A pesar de tratarse de un trabajo muy completo, se echa de menos una conclusión (y más cuando en la tesis doctoral se puede leer una y bien extensa, pues supera la veintena de páginas; además está traducida al inglés).5
Para poner fin a estas líneas, queda por subrayar que, a pesar de las salvedades y discrepancias señaladas anteriormente, se trata de un trabajo muy completo y necesario como punto de partida para ulteriores estudios en el campo de la paradoxografía y en las obras que recibieron su influjo.
Notes
1. Paradoxografía griega: estudio de un género literario, Madrid, 2009. En éste enlace se puede leer la tesis en formato pdf.
2. A. Giannini, “Studi sulla paradossografia greca II. Da Callimaco all’età imperiale”, Acme 17-1, 1964, 99-140; Ch. Jacob, “De l’art de compiler à la la fabrication du merveilleux. Sur la paradoxographie grecque”, Lalies 2, París, 1983, 121-140; G. Schepens, “Ancient Paradoxography: Origin, Evolution, Production and Reception. Part I: The Hellenistic Period”, en O. Pecere y A. Stramaglia (eds.), La letteratura di consumo nel mondo greco-latino, Atti del Convegno Internazionale. Cassino 14-17 settembre 1994, Cassino, 1996, 375-409.
3. Un ejemplo de esta moderación de la autora puede ser el parágrafo en que, hablando de Mónimo, dice (p. 130): “Representa un gran peligro, por otro lado, juzgar el total del contenido de una obra a partir de una única referencia. El hecho, además, de que las conclusiones obtenidas se utilicen como argumento para sustentar la atribución de la autoría a Mónimo de Siracusa implica también el riesgo de que se caiga en un razonamiento circular”.
4. L. Edelstein – I. G. Kidd, Posidonius. Vol. II: the Commentary (ii) Fragments 150-293, Cambridge, 1988, p. 816.
5. O. c. en la nota 1, pp. 565-588 y 589-610 (conclusión en inglés).