BMCR 2007.04.51

M. Valerii Martialis epigrammaton liber tertius. Introduzione, edizione critica, traduzione e commento. Spudasmata 108

, Epigrammaton liber tertius. Spudasmata ; Bd. 108. Zürich-New York: G. Olms, 2006. 580 pages ; 21 cm.. ISBN 3487130947. €88.00.

Más de treinta años de trabajos sobre Marcial emprendidos por los más diversos investigadores han dado como resultado que prácticamente la totalidad de los libros del poeta bilbilitano hayan sido ya objeto de un estudio pormenorizado. En el prólogo a este libro, P. Parroni repasa los comentarios de Marcial publicados hasta la fecha y describe su concepto de comentario ideal al que espera se asemeje el libro de Fusi: convendremos con él en que el comentario debe tender a la brevitas y evitar el estilo narrativo; al mismo tiempo debe contener una cantidad de información necesaria para entender el texto, pero sin excesos (Parroni critica lo que él llama “commenti mastodontici”). Es un equilibrio muy difícil y los autores de comentarios nunca harán su trabajo a gusto de todos: la complejidad de una obra de arte nunca acaba de aprehenderse del todo, siempre habrá un matiz, algo que se escape a nuestro entendimiento, tanto más cuando la brecha temporal y cultural que nos separa de estos textos es enorme. El comentario será una herramienta más útil cuanto su autor más se acerque a ese modelo que propone Parroni, con una “solida preparazione tecnica e una raffinata sensibilità letteraria”. Hay que decir con justicia que el comentario de Fusi cumple su función y puede considerarse una herramienta muy útil para los estudiosos de Marcial.

Tras el prólogo de Parroni sigue una exhaustiva bibliografía y la introducción al libro tercero, en la que se exploran el contexto en el que se compuso el libro, la cronología, el destinatario del libro—Faustino—, los temas, la ordenación de los epigramas, la publicación y dedicatoria de los libros de Marcial y la tradición del texto. Este libro tiene dos características que lo diferencian del resto de las entregas de Marcial: se trata de una obra escrita fuera de Roma—y por ende con una fuerte influencia de la poesía del exilio de Ovidio—y tiene una estructura bipartita, con una parte final subida de tono en la que se concentran todos los epigramas de tema sexual. La primera idea es clave para comprender el sentido del libro: Marcial se encuentra fuera de Roma, “exiliado” en la Galia Cisalpina, pero, ?qué hacía realmente allí? Fusi relaciona con acierto esta circunstancia con otro de los temas principales del libro: la abolición de la sportula. Una lectura biográfica del libro nos llevaría a pensar que Marcial se ha marchado de Roma porque han empeorado las condiciones económicas en la Urbe, pero recientemente se ha puesto en duda la pretendida pobreza de Marcial.1 No sabemos cuáles fueron las razones personales que lo llevaron fuera de la capital del mundo, pero, sean cuales sean los motivos, distan mucho de las circunstancias que llevaron a Ovidio al destierro. Ovidio acaba sus días en Tomis, en los confines de la civilización; Marcial puede decirse que pasa unas largas vacaciones en la Galia Cisalpina, una zona tan romanizada que recibe el nombre de togata. Toda referencia a la poesía ovidiana del exilio tiene mucho en el fondo de juego literario, pero sobre ello volveré más adelante. Tal vez la parte más débil de la introducción—por lo demás, muy acertada—es el apartado referido a la estructura del libro: destaca muy bien que se trata de un “experimento único”, con dos partes muy bien delimitadas (con diferencias léxicas, de longitud y de tono), aunque con correspondencias entre sí, y que ocupan respectivamente dos y un tercio del libro. Falta, sin embargo, una exploración más sutil de las implicaciones que tiene la ordenación de los epigramas en cada una de esas partes, con los efectos de continuidad y de contraste que amenizan la lectura del libro al tiempo que lo dotan de una mayor complejidad. Es cierto que “gli epigrammi formano spesso piccole serie legate da affinitá tematica” o que los temas principales se distribuyen de manera equilibrada a lo largo del libro (p. 71), pero podría haberse dicho algo más sobre la cuidada disposición de los epigramas. Solo un detalle: el último epigrama del libro juega con el tópico de la inferioridad de la obra poética epigramática; mientras un recadero lleva la obra a su destinatario, Rufo, la lluvia se cierne convenientemente sobre ella ( non aliter mitti debuit iste liber). Hay un doble juego: el agua sirve no solo para borrar la tinta—para destruir una obra de arte que para el poeta nunca será plenamente satisfactoria—, sino también para limpiar, para purificar un libro que comenzó siendo ‘pudoroso’ y acabó bastante ‘descocado’ (cf. III 87). Hay que explorar todos los matices metaliterarios de la colocación de los epigramas.

El apartado sobre la tradición del texto es exhaustivo y minucioso: en él se repasa la tradición manuscrita y las ediciones más relevantes de los epigramas y se aclaran los criterios seguidos para la edición. Me parece una opción muy acertada volver a revisar toda la tradición y consignar en el aparato crítico las lecturas de los manuscritos y no las reconstrucciones de los arquetipos. El trabajo de Lindsay que culminó en su edición oxoniense fue crucial para la obra de Marcial, pero Fusi demuestra un verdadero compromiso filológico al reconocer su valor pero atreverse a corregir sus inexactitudes (pp. 98-100). Las novedades en el texto no son, sin embargo, muchas: destacan la puntuación interrogativa de III 28, 1 y An possim, de las ediciones humanísticas, en lugar de la lectura más extendida entre los editores Non possum.

Pasamos ya al comentario, que es el núcleo de la obra. Cada epigrama aparece acompañado de un aparato crítico exhaustivo y positivo y de una traducción, que según el autor no tiene pretensiones literarias sino que está concebida como ayuda para la comprensión del texto. El comentario de cada pieza viene precedido por una introducción que aclara el tema, el contexto, la estructura y que aborda otras cuestiones necesarias para entender el epigrama en cuestión, como el estudio prosopográfico y las fuentes literarias, uno de los aspectos mejor analizados (cf. e.g. p. 321, 435, 510). En el cuerpo del comentario se presta toda la atención necesaria al léxico, al estilo, a los realia, a las diversas interpretaciones que ha suscitado cada cuestión, con un excelente manejo de la bibliografía. Se trata de un comentario equilibrado y muy completo: las aportaciones o sugerencias que voy a hacer a continuación pretenden contribuir al debate sobre los epigramas—creo que ese debe ser el sentido de una reseña crítica—y no desmerecer un trabajo que me consta que es arduo, minucioso, de enorme valor.

Fijémonos en la serie inicial: en el primer poema Marcial admite que el libro anterior—probablemente se refiera al libro segundo—gustará más al lector de Roma por haber sido gestado en la capital (III 1, 5 plus sane placeat domina qui natus in urbe est : “Marziale ammette di buon grado che il libro scritto a Roma sará naturalmente destinato a riscuotere maggior successo” (p. 110). Teniendo en cuenta los matices de domina Urbs y su relación con la servidumbre de la clientela (un tema recurrente en el libro), no hay que descartar una lectura irónica de esta serie inicial. La lectura no puede ser tan simple como un guiño al público de la Urbe: hay mucho más. El poeta—criado y educado en Hispania —sabe perfectamente que la calidad poética de la obra no depende sin más de dónde se escriba. Creo que habría que explorar una segunda lectura de este epigrama, una reflexión entre jocosa y amarga sobre los sentimientos de pertenencia y exclusión. El toque de ironía aparece en el primer verso: longinquis… ab oris, referido a la Galia Cisalpina, es un hiperbólico eco de Ovidio. Pero hay más: ?es que Roma tiene el monopolio de la “romanidad” y del gusto literario? La Galia Cisalpina recibe el nombre de la toga romana. Y de dónde sino de esta zona eran originarios Catulo o Virgilio? El juego aliterativo del verso tercero Hunc legis et laudas librum fortasse priorem sugiere el abismo entre la lectura por placer y la lectura crítica (cf. IV 45, 10 laudant illa, sed ista legunt). Marcial, que no siente empacho en escribir un epigrama sobre los extraños nombres de su tierra natal (IV 55) y en reivindicarlos haciendo burla del orgullo del habitante de la urbe, no se conformaría con un homenaje servil al lector romano: esta concesión tiene algo de denuncia y de sarcasmo. El epigrama segundo, de inspiración catuliana, sigue en esta línea: lo que importa para el éxito de la obra de arte no es su calidad sino quien la defienda y proteja. Un homenaje a Faustino, sí, pero una pieza compleja precisamente por su relación con la precedente: se contrastan el provincianismo y la elegancia, en ambos se hace alusión al vestido ( togae, purpura, cocco). En el tercer epigrama auténtico (III 4, porque el III 3 parece espurio), una Roma personificada le pregunta al libro las razones del “exilio” del poeta y este responde: non poterat vanae taedia ferre togae. El cuarto epigrama está dedicado a un amigo y tocayo de Marcial, cuya esposa acogerá al libro independientemente de su aspecto físico: III 5, 7-8 te manibusque sinuque / excipiet, tu vel pulverulentus eas. Este énfasis en el vestido, en el aspecto físico unidos al valor literario de la obra en la serie inicial debe de tener muy variadas implicaciones. También merecería la pena llamar la atención sobre la clara alternancia entre el lector general ( tibi, Roma) y el dedicatario concreto (Faustino, Julio Marcial).

Se percibe, como señala Fusi, una latente “amarezza e disillusione” (p. 132). La lejanía de Roma y el tema de la sportula son dos motivos recurrentes en el libro que han de relacionarse entre sí, pero tal vez haya demasiado énfasis en la lectura autobiográfica. La progresiva degradación de las relaciones de clientela es el síntoma externo de que algo falla en la sociedad romana (y en todas las sociedades). El “exilio” del poeta es uno voluntario y no parece que tenga relación con un determinado contexto socioeconómico, sino con una búsqueda artística y personal, tal vez con una crisis vital: las más de dos décadas en Roma quizá no hayan satisfecho sus expectativas y salir de la Urbe—sin ir demasiado lejos, todo hay que decirlo—permite al artista reflexionar sobre su vida, su obra, su lugar en el mundo. La sportula es el símbolo del “sueño romano”, de esa ilusión de vida mejor que no deja de ser más que un espejismo. En el epigrama III 14, un hispano muerto de hambre ( esuritor) se vuelve a su tierra en cuanto se entera de que la sportula ha sido eliminada por ley. Qué poco tiene que ofrecer la urbe! La clave de esta desilusión vital está en el epigrama III 38 ( quae te causa trahit vel quae fiducia Romam): el ingenuo Sexto viene a Roma buscando lo que nunca va a encontrar. Los Nasones y Virgilios de hoy en día se hielan de frío. Curiosamente de nuevo se hace alusión a la ropa en relación con el éxito y el patronazgo literario: III 38, 9 gelidis… lacernis (p. 303).

En general son muy pocos los pasajes en los que se echa en falta alguna explicación: habría sido pertinente una nota al exheredavit del verso III 10, 6 (pp. 168-170), una mención a la epistula XLVII de Séneca en la página 183, y una nota más amplia a la última palabra del epigrama III 20: ridet. La risa permanente en el rostro de Canio—originario de Cádiz, la iocosae … Gades (I 61, 9), que sigue siendo famosa en la actualidad por la gracia de sus habitantes—nos recuerda a la sonrisa perenne de otro hispano, el Egnatius de Catulo. Canio reaparece en el epigrama 64: allí se compara su facundia con el canto de las sirenas, que se describe recurriendo al oxímoron ( hilarem … poenam, blandasque mortes gaudiumque crudele). Canio es excesivo en todo lo que hace, pero es amigo del poeta y Marcial puede permitirse bromear con él sobre su incansable—pero deliciosa, jocosa, cautivadora—verborrea. Canio es lo contrario del insufrible Ligurino (III 44, 45, 50).

En el epigrama III 28 se relacionan locuacidad y sexo oral (cf. III 96): en el epigrama III 80 se relaciona la maledicencia ( rumor ait linguae te tamen esse malae) con la misma práctica sexual. A la luz de estos dos pasajes, garris … in auriculam (III 28, 2) es un gesto propio del maledicente y una crítica implícita a la hipocresía que supone hablar mal de los demás cuando uno tiene qué callar.

A veces falta la mención a la relación entre dos epigramas contiguos: como en el caso de III 42 y 43, ambos sobre el uso de cosméticos para ocultar defectos físicos, por parte tanto de hombres como de mujeres. Coincide que comparten el mismo metro y número de versos. En el comentario al epigrama III 50, sobre la insufrible cena del poetastro Ligurino, incansable recitator, se desea que el papiro en el que escribe acabe sus días en la cocina. Fusi menciona su nota a III 2, 4, donde se teme el mismo fin para su propio libro, pero no explora las relaciones entre los dos pasajes y el hecho de que a intervalos casi iguales (al principio, mitad y final del libro, III 2, 50 y 100) se haga alusión al destino que aguarda a la mala obra literaria (p. 358). En el comentario a III 69, 2 habría merecido la pena destacar que se menciona sin rodeos el término al que en el epigrama precedente se aludió de forma perifrástica: mentula. Curiosamente la casta matrona del epigrama anterior no aparece entre los lectores de la poesía de Cosconio ni de Marcial: tendremos que esperar hasta el epigrama 86 para saber sus preferencias literarias. Con respecto al epigrama 71, Fusi no explica que la homosexualidad pasiva de Névolo viene acompañada de una inversión de los roles de amo y esclavo, lo que la hace aún más humillante para la mentalidad romana. Es llamativo que en el comentario de este epigrama no se citen otros trabajos sobre la homosexualidad en Roma más allá de Obermayer.2 En el comentario del epigrama 73 no se menciona uno de sus temas: la impotencia ( non stat tibi) y su relación con el sexo oral (cf. III 75). En el epigrama III 80 no se pone suficiente énfasis en el nombre de Apicio—un glotón, como se ve en el epigrama III 22 (p. 478)—y la grotesca relación entre gastronomía y sexo oral que aparecía en el epigrama III 77. En la p. 498 se echa en falta la mención al artículo de Richlin sobre el valor de irrumare, que ayudaría a entender mejor el sentido del epigrama.3 En el epigrama III 86 se alude a la sección “obscena” del libro con la expresión partem lascivi… libelli : Fusi no plantea la posibilidad de que partem pueda tener un doble sentido sexual. Sin embargo, en los epigramas anterior y siguiente aparece el mismo término con un uso eufemístico: III 85, 2 Non hac peccatum est parte, marite, tibi, III 87, 3 Tecta tamen non hac, qua debes, parte lavaris. En el epigrama III 68 se había comparado esta parte del libro con la desnudez masculina (v. 4 nudos parce videre viros), y ahora se vuelve a aludir a las ‘partes pudendas’ del libro (cf. III 69,2 y Fusi ad loc.).4

El comentario se completa con un índice analítico, en el que se combinan palabras latinas, nombres propios y conceptos (falta un índice de pasajes citados). En conclusión, no cabe sino decir que se trata de un magnífico trabajo filológico que será de máxima utilidad para los estudiosos de Marcial y de la literatura latina.

Notes

1. Cf. P.M.W. Tennant, “Poets and Poverty: The Case of Martial”, Aclass 43 (2000): 139-156.

2. H.P. Obermayer, Martial und der Diskurs über Männliche “Homosexualität” in der Literatur der frühen Kaiserzeit, Tübingen ( Classica Monacensia 18), 1998. Podría haberse citado la obra de C.A. Williams, Roman Homosexuality. Ideologies of Masculinity in Classical Antiquity, New York-Oxford, 1999.

3. A. Richlin, “The Meaning of irrumare in Catullus and Martial”, CPh 76 (1981): 40-46.

4. En ese sentido resultan muy esclarecedores los estudios de J.P. Hallett, ” Nec castrare velis meos libellos. Sexual and Poetic Lusus in Catullus, Martial and the Carmina Priapea“, en C. Klodt (ed.) Satura lanx. Festschrift für Werner A. Krenkel zum 70. Geburtstag, Hildesheim: 321-344, y C.A. Williams, ” Sit nequior omnibus libellis : Text, Poet, and Reader in the Epigrams of Martial”, Philologus 146 (2002): 150-171, especialmente las páginas 166-167.