BMCR 2021.09.39

The athlete in the ancient Greek world

, The athlete in the ancient Greek world. Oklahoma series in classical culture, 61. Norman: University of Oklahoma Press, 2020. Pp. xi, 234. ISBN 9780806166261. $29.95.

La autora ha unido sus conocimientos como helenista y su experiencia como entrenadora y administradora deportiva para elaborar este libro en el que trata aspectos ciertamente interesantes del deporte antiguo, algunos de ellos poco estudiados en la amplísima bibliografía generada en torno al fenómeno deportivo en la antigua Grecia. Más que estudios exhaustivos de esos aspectos, el lector encontrará exposiciones generales sobre algunas características importantes del deporte griego y su evolución histórica, y propuestas de ideas novedosas que podrán ser desarrolladas con la adición de nuevos testimonios y argumentos. Bertolín, sin descartar otro tipo de fuentes como las iconográficas, se basa fundamentalmente en la información proporcionada por los textos (literarios, documentales y epigráficos), y demuestra un buen conocimiento de la bibliografía dedicada al deporte antiguo y también al deporte moderno, aunque se echa de menos una presencia bastante mayor de la bibliografía escrita en lenguas diferentes del inglés.[1]

Bertolín parte de la idea, que comparto plenamente, de que el deporte es un fenómeno social que está íntimamente relacionado con el contexto sociopolítico y económico en el que se desarrolla, de manera que su evolución está en consonancia con la evolución de la sociedad. Se propone, entonces, calibrar el valor que la sociedad griega concedió al deporte analizando la función que le asignaba desde su presencia en el sistema educativo, y la importancia que atribuía a quienes lo practicaban. Según la autora (pág. 3), las tres áreas en las que se centra su investigación – deporte, educación y juventud – nunca se han estudiado juntas, a pesar de estar estrechamente interconectadas; véase, no obstante, el estudio global de Forbes, Greek Physical Education, Nueva York-Londres 1929, así como los estudios dedicados en concreto a Esparta, como Ducat, Spartan Education. Youth and Society in the Classical Period, Swansea 2006.

El hilo conductor del libro es el argumento (nada novedoso, por lo demás) de que, desde el siglo V a.C. y debido a la introducción de un nuevo modelo educativo propugnado por la sofística, disminuyó comparativamente el papel asignado al deporte en la educación de niños y jóvenes, lo que facilitó que fuera convirtiéndose, por un lado, en un pasatiempo propio sobre todo de las élites y, por otro lado, en un deporte profesional bien pagado que requería un alto grado de especialización.

En consonancia con esa triple división, el libro está estructurado en tres partes. La Parte I se ocupa de los atletas que participaban en las competiciones deportivas. La autora concluye que se trataba mayoritariamente de hombres jóvenes y solteros, cuyo status en la sociedad era en cierto modo conflictivo, ya que por un lado eran considerados adultos porque tenían obligaciones militares y cívicas y estaban en edad de casarse, pero por otro las actividades que practicaban se estimaban típicas de una edad preadulta, como la edad escolar. Bertolín calcula también (págs. 32-33) el número potencial de atletas que podía haber en una ciudad como la Atenas clásica y deduce que constituían un grupo lo suficientemente importante (por su número y por la clase social a la que pertenecían, sobre todo en épocas arcaica y clásica) como para ser tenido en cuenta por las políticas de las ciudades. Son sin duda propuestas interesantes, aunque con las dudas que suscita el hecho de que Bertolín hace sus cálculos siguiendo datos y criterios utilizados en estudios actuales sobre la práctica del deporte por los jóvenes en la Unión Europea, en circunstancias históricas y sociales muy diferentes.

Por lo que respecta a la evolución del deporte competitivo griego, Bertolín (págs. 34-60) aporta convincentes argumentos en defensa de la idea de que a partir de época helenística se produjo un importante cambio en el deporte griego antiguo. La autora pone en relación ese cambio, más que con factores sociales y políticos, con una modificación en los métodos de entrenamiento, que incidieron en una mayor y más temprana especialización de los atletas. Esta especialización temprana trajo como consecuencia una más estricta planificación del entrenamiento y la carrera profesional de los atletas, que queda reflejada en el hecho de que (como muestran los precisos datos aportados) a partir de época helenística los atletas conseguían vencer en las cuatro grandes competiciones a edad más temprana y en menor lapso de tiempo, y aprovechaban el prestigio así ganado para acumular ganancias en otros juegos menores y retirarse a una edad relativamente temprana.

Esta primera parte se cierra con tres originales capítulos en los que la autora, basándose en un buen conocimiento de las fuentes antiguas y de los estudios llevados a cabo sobre deporte moderno, aborda dos cuestiones: cómo fueron viendo los griegos a lo largo de su historia antigua la relación entre dotes naturales y entrenamiento como fundamentos de la excelencia deportiva, y cuáles son los rasgos psicológicos que caracterizan a los atletas y en  particular a los atletas de éxito, de acuerdo con lo que comentan las fuentes antiguas. En este apartado del libro la sugerencia que me parece más discutible es la propuesta de que durante las épocas arcaica y clásica no se consideraba adecuado atribuir un papel destacable al entrenamiento del atleta, porque ello iba en contra de la idea aristocrática de la excelencia por naturaleza (págs. 81-95). La autora cita en defensa de su propuesta textos de Píndaro y de Homero, y alega a continuación el ejemplo de Esparta, asegurando (pág. 87) que “Sparta fiercely defended the aristocratic ideology that promoted superiority by nature as opposed to training” y que, como en la épica homérica, los espartanos “equate training with trickery”, citándose al respecto un par de textos de Plutarco (Apotegmas de los lacedemonios 233e y 236e): en el primero se dice que los espartanos no ponían a los luchadores en manos de entrenadores “para que no naciera en ellos el deseo de honrar la técnica (τέχνη) sino la excelencia (ἀρετή)”, y en el segundo se cuenta que a un espartano que había sido derrotado en Olimpia le preguntaron si su adversario había sido mejor que él, a lo cual respondió “claro que no, ha sido más tramposo”.

Creo, sin embargo, que sería preciso llevar a cabo un estudio del tema más exhaustivo que incluyera también testimonios que indican lo contrario, que en el deporte griego antiguo ya desde las épocas arcaica y clásica se otorgaba un papel nada despreciable al dominio de la técnica y al entrenamiento. Así, entre otros textos que hablan de la importancia que el sistema educativo espartano atribuía al entrenamiento del cuerpo, el propio Plutarco afirma (Licurgo 16.6) que los espartanos “aprendían a leer y a escribir porque era necesario, pero todo el resto de la educación tenía como meta obedecer disciplinadamente, resistir las penalidades y vencer en la batalla. Por eso también, conforme su edad aumentaba, se iba intensifican­do su entrenamiento (τὴν ἄσκησιν) …”. Y por lo que se refiere a la importancia de dominar las técnicas de una disciplina deportiva, ya en Ilíada 23.306ss. Néstor dice a Antíloco que, puesto que Zeus y Posidón “le han enseñado variadas artes ecuestres” (ἱπποσύνας ἐδίδαξαν παντοίας), debe aprovechar su dominio de las técnicas de la hípica para compensar en los giros el tiempo que perderá en las rectas debido a la menor rapidez de sus caballos. Por su parte, Platón (Leyes VIII 839e-840a) afirma que el atleta Ico de Tarento “por el deseo de conseguir la victoria poseía en su alma tanto técnica (τέχνη) como valor acompañado de autocontrol”; y un siglo antes Baquílides destaca en sus epinicios el papel fundamental de las τέχναι para el éxito deportivo (11.33, 13.49). El segundo texto es especialmente significativo, porque Baquílides está describiendo la victoria de Heracles sobre el león de Nemea como origen del pancracio. Es este uno de los varios mitos en los que el deporte es presentado como símbolo de civilización: en esos mitos la antítesis barbarie-civilización se expresa mediante la oposición entre la fuerza innata brutal (propia de lo salvaje) y la fuerza controlada por el dominio de unas técnicas y sometida a unas reglas (propia de lo civilizado), y se expresa en concreto, como ha puesto de manifiesto Weiler (Der Agon im Mythos, Darmstadt 1974), a través de los mitos en los que los héroes hacen uso de su dominio de las técnicas de diversas disciplinas deportivas para enfrentarse y derrotar a seres salvajes e incivilizados que únicamente pueden oponer su fuerza bruta innata. (Ejemplos de ello son Heracles frente a Anteo o el león de Nemea, Polideuces frente a Ámico, Teseo frente a Cerción o el Minotauro, Apolo frente a Forbante, etc. Los textos y un estudio del tema pueden verse en García Romero, “Su Forbante, pugile o lottatore”, Ch. Ulf & P. Mauritsch (ed.), Kultur(en). Formen des Alltäglichen in der Antike. Festschrift für Ingomar Weiler zum 75. Geburtstag, Graz 2013, 445-456, y “Mitos del deporte civilizador”, A. Pérez Jiménez (ed.), Realidad, fantasía, interpretación, funciones y pervivencia del mito griego. Estudios en honor del profesor Carlos García Gual, Zaragoza 2014, 283-296.) Así pues, esos mitos expresan clarísimamente que para los griegos la τέχνη en el deporte era absolutamente fundamental.

La Parte II del libro estudia el papel del deporte y los métodos utilizados para su enseñanza en el sistema educativo. La exposición gira en torno a la idea, también tradicional, de que a partir del siglo V a.C. el sistema educativo de las ciudades griegas comenzó a decantarse por el intelecto en detrimento del cuerpo, lo que naturalmente afectó al papel que en él desempeñaba el deporte. (Para la efebía, además del libro de Nilsson, son fundamentales los estudios de Pélékidis, Histoire de l’éphébie attique des origines à 31 avant J.C., París 1962, y Chankowski, L’éphébie hellénistique, París 2010.) Se ocupa también Bertolín del uso que se hacía de los edificios destinados a la práctica del deporte en los años escolares, defendiendo, a partir de los testimonios literarios y epigráficos, la idea de que normalmente los niños entrenaban en las palestras y los jóvenes en los gimnasios. Asimismo plantea, de manera muy adecuada, el problema de los términos empleados en griego para designar a maestros de educación física y entrenadores deportivos, discutiendo, a partir de textos literarios e inscripciones escogidas, la validez de la idea generalmente admitida de que el gymnastés tenía un nivel de especialización y dominio de su profesión superior al paidotríbes, que es generalmente presentado como maestro de educación física de niños. Según los datos que proporciona la autora, esa distinción no es confirmada por las inscripciones, que sólo excepcionalmente mencionan al gymnastés (y se trata de inscripciones relacionadas con Asia Menor), mientras que el paidotríbes aparece con mucha frecuencia y en amplio espectro geográfico, lo que pudiera sugerir que gymnastés era término empleado preferentemente en una determinada área geográfica, ya que además en las inscripciones los paidotríbai aparecen como profesionales con los suficientes conocimientos como para llevar a sus pupilos a participar en las grandes competiciones deportivas. Por lo demás, Bertolín no hace referencia a un tercer término empleado para designar al entrenador deportivo, aleíptes. (Véase Patsantáras, Der Trainer als Sportberuf, Schorndorf 1994.)

Dentro de este apartado dedicado a la educación se discute también la relación entre la práctica del deporte y la preparación para la guerra, un tema que ha sido objeto de recientes monografías de Pritchard y Bernardini, cuyas ideas glosa y discute Bertolín. La autora cita los textos a los que habitualmente se hace referencia cuando ella alude a los argumentos que los autores antiguos esgrimen en pro y en contra de la utilidad del entrenamiento deportivo para las necesidades de la guerra. (No falta, por supuesto, el fr. 282 de Eurípides.) No cita, en cambio, las fuentes latinas, en las cuales uno de los motivos recurrentes en la reprobación del deporte griego por parte de los romanos es precisamente su inutilidad para la guerra (Horacio, Sátiras 2.2; Lucano, Farsalia 7.269 ss.; Plinio el Joven, Panegírico 13.5; Marcial 14.49, etc.; véase Mann, “Griechischer Sport und römische Identität: die certamina athletarum in Rom”, Nikephoros 15, 2002, 125-158.)

Finalmente, la Parte III aborda, de manera sintética, el deporte como actividad de ocio, sin vínculos con la escuela o la competición, una práctica que cobró especial vigor a partir de la época helenística, especialmente como ocio de las élites, y que, en la plausible opinión de la autora, fue incentivada por médicos (y filósofos), que consideraban el deporte especializado como físicamente desequilibrado y por lo tanto perjudicial para la salud. (Sobre el tema véase también García Romero, “Pratica dello sport e limiti del corpo nel Corpus Hippocraticum e negli scritti di Platone ed Aristotele”, Medicina nei secoli 25, 2013, 473-490, con bibliografía.)

Reyes Bertolín nos ofrece una interesante aportación a los estudios sobre deporte antiguo, presentando una visión global y exponiendo algunas ideas novedosas que merecerá la pena desarrollar en el futuro.

Notes

[1] Algunos de los autores citados en las notas no se recogen en la bibliografía final: Roubineau (págs. 13 y 70) Caldwell y Scheidel (pág. 20), Morris (pág. 21), etc.